Latinoamérica se ha quedado en la "lucha de clases", un signo inequívoco de atraso. El analista político Fernando Mires confirma tal obsolescencia:
"Hay que convenir sí, en que las coordenadas izquierda y derecha ya han perdido validez universal. En Europa los gobiernos de derecha llevan a cabo los programas de la izquierda y viceversa. En los EE. UU. dicha coordenada no ha existido nunca. Solo en América Latina la izquierda y la derecha han conservado cierta validez”.
Gonzalo Morales Divo
Pero es muy posible que la principal debilidad estructural de Latinoamérica sea la pobreza. Por eso cuento dos anécdotas no equivalentes:
En el norte…
EE. UU., a finales del siglo XIX y principios del XX, estuvo en riesgo de que la pobreza se desatara. La revolución industrial fue muy poco equitativa, los trabajadores tenían sueldos miserables, condiciones de trabajo muy injustas, sin sindicatos. Los bolcheviques, que ya contaminaban Europa, comenzaron a "exportar" militantes disfrazados de emigrantes para el país norteño, con el fin de alborotar a los trabajadores.
Pero gobernantes como Teddy Roosevelt (presidente de 1901 a 1909) y otros, entendieron que la pobreza es la "quinta columna" más peligrosa que puede tener un país, además de moralmente inaceptable.
En un período de dos décadas, los EE. UU. generaron leyes anti-monopolio para dar oportunidad a los pequeños, crearon la jornada de trabajo de cinco días y ocho horas al día, el salario mínimo, aceptaron los sindicatos, ilegalizaron el trabajo infantil y, en fin, produjeron las condiciones para reducir la pobreza sin el parasitismo propio del populismo y de la izquierda radical.
El resultado está a la vista: los bolcheviques no tuvieron nada que buscar allí y en EE. UU. nació una clase media que constituyó la columna vertebral de una de las expansiones económicas más fabulosas que ha ocurrido en la historia humana.
Vuelta a Latinoamérica
No solo la pobreza, sino ese oscilar izquierda-derecha, han sumido al sub-continente en una seguidilla de oportunidades perdidas. Pongamos un ejemplo: el segundo gobierno de Carlos Andrés Pérez en Venezuela. CAP no era un santo, pero tuvo la lucidez de reunir el mejor equipo económico y de planificación de nuestra historia: jóvenes, tecnócratas y alejados de la desconfiable clase política (sin embargo, angelical comparada con la posterior).
Ese fue el mayor logro político venezolano después de la elección directa y la separación de poderes: la descentralización y las elecciones directas de gobernadores y alcaldes. Ha sido tan importante que, con todo el desgaste chavista, constituye uno de los principales muros de contención (no sé si todavía) a la dictadura clara y raspada que siempre han soñado los rojos.
Se diseñó un programa de ajustes económicos: sinceración del precio de la gasolina y otros servicios, unificación y liberación cambiarias, control del déficit, tasas de interés y precios según el mercado y otras medidas que apuntaban a una economía real, menos subsidiada con amplia participación del sector privado y globalizada.
Ocurrió el 4F de 1992, que puso en la palestra al verdadero “chavismo originario”, una de las más infames catervas de delincuencia política que ha pisado país alguno. Presos por CAP y soltados por Caldera, su cómplice secreto junto a una cofradía de “notables” (entre ellos Arturo Uslar Pietri, Domingo Maza Zavala, Miguel Ángel Burelli Rivas y Alfredo Boulton) bien revelados en el libro “La Rebelión de los Náufragos” de Mirtha Rivero.
Esto (y no la excusa de un dinero que CAP le dio a Violeta Chamorro de la Partida Secreta) fue la causa del “golpe de Estado constitucional” que le dio a CAP la clase política jurásica. Esa debacle nos llevó a Caldera, quien le sirvió la mesa a los chavistas (con los que había pactado desde hacía años) y el resto es una historia triste con miles de muertos, enfermos sin tratamiento, riqueza esfumada, miles de millones de dólares robados y un régimen que da asco en casi todo el mundo.
¿Qué nos depara el futuro?
Ahora hay un consenso entre el mundo occidental, democrático, de que el chavismo es un peligro global, un antro de narcotráfico, cleptocracia, apoyo al terrorismo islámico, guerrilla, además de ninguna intención de gobernar (solo mandan). No es demasiado pero de ninguna forma es poco.
En el país y fuera de éste, la oposición está dedicada principalmente a autodestruirse. No hablamos de la falsa oposición, como Claudio Fermín, Manuel Rosales et al, sino a la gente de a pie. No atacan a Maduro sino a la oposición misma.
No obstante, hay un movimiento internacional. Ojalá llegue a las últimas consecuencias. Los venezolanos hemos perdido muchas oportunidades pero podemos participar haciendo lobby e integrándonos a los esfuerzos que otras naciones acometen para aislar y finalmente forzar una debilitamiento del chavismo. Hipotético, hasta ahora.
Solo esa coalición ofrece una oportunidad. No es un hecho, pero puede ser. Y ojalá aprendamos de esos años tan duros.
Que por fin nazca un venezolano lúcido, democrático, inclusivo sin ridiculeces “progres”, que sepulte definitivamente el gen populista que une a Emiliano Zapata, Juan Domingo Perón y a Hugo Chávez, que cambie la “izquierda asiática” por la socialdemocracia bien ejercida y abrace de una vez por todas una economía más libre y competitiva.
Que deje atrás al “pueblo” en favor de los "ciudadanos". Y un largo etcétera que será la angustia de muchos que no confían, precisamente, en ese gen recesivo de populismo y antipolítica.
Alguna vez tendrá que ocurrir.