Nacida en El Rincón, al sureste del estado Sucre, su situación equivale a un encierro no decretado. Adelfa Barrios no solo carga con un cáncer de mama a cuestas. Lleva, cuando viaja, tres morrales sobre su espalda. Uno con ropa limpia, otro con la comida de la semana y uno adicional, el más remendado de todos, para sus medicinas.
Pero su carga es todavía más pesada. Esta vez batalla contra un tumor que, en realidad, se instaló hace siete años en su seno derecho, y también contra el estrés —o la tozudez— de viajar para someterse a un tratamiento en Caracas. Cada vez que emprende su marcha lo hace con alrededor de 30 kilos sobre sus hombros torcidos, quizá por las tantas veces que ha debido esperar, de terminal en terminal, con los maletines bocones sobre su minúsculo cuerpo.
Su situación es lo más cercana a un exilio dentro de su propio país, un destierro impuesto por una crisis de movilidad sin precedentes. La falta de transporte no solo se orquesta en las grandes ciudades, también se replica fuera de las zonas urbanas, más allá de la periferia. La dimensión del problema es del tamaño del país y la indiferencia del Estado favorece la ausencia de servicios, que enmudece a las familias más pobres, sin vehículo ni la posibilidad de trasladarse más que en un autobús público.
La recesión económica, que tiene efectos letales sobre la movilidad, va en escalada y descompone el mayor tejido urbano que engrana a las principales ciudades: los terminales. De un universo de 250.000 unidades que sumaban los sistemas de transporte urbano e interurbano hace 11 años, apenas 1,4 % —lo que es igual a decir 3500 unidades— estaban destinadas al traslado de pasajeros entre ciudades, una cantidad que, para entonces, permitía responder con algunas limitaciones a la demanda, según la Cámara Venezolana de Empresas de Transporte Extraurbano.
Pero, con el tiempo, el parque de autobuses que moviliza a las personas entre los núcleos urbanos ha ido en detrimento. Es cada vez más estrecho. De 3500 unidades de rutas interurbanas que había en el país hasta 2015, 1200 estaban operativas hasta el último trimestre de 2017, según la Cámara . Hoy, solo 800 están en buen estado. La crisis es todavía más brutal en este ramo, si se compara con el transporte interno de cada ciudad, cuya operatividad se ubica en 10%, según el gremio.
Venezuela, que es percibida como una isla dentro de Latinoamérica, también luce incomunicada fronteras adentro, donde escasean los carros para trasladar a la población entre ciudades, pueblos y caseríos.
La coyuntura reconfigura el perfil territorial de un país cuya extensión supera los 916.000 kilómetros y que tiene más de 71.295 kilómetros de mar territorial. Porque la crisis también surca las aguas, mar adentro. Y las unidades Volvo, Mercedes Benz y Marcopolo, vehículos de gran capacidad que son importados de Brasil y cuyos motores y chasis no se fabrican en Venezuela, están en paro técnico. La oferta de transporte superficial languidece.
Para quienes intentan cumplir con su trabajo, acudir a una consulta médica, completar un tratamiento o una diligencia fuera de su localidad, el país está desarticulado y los caminos parecen desdibujarse. Desde el oriente y sur de la nación, donde la situación se torna caótica, los estados lucen como islotes sin muelles de atraco.
Según el Comando Intergremial, la Federación de Transporte y los bloques de Caracas, lo que ocurre con la movilidad es “la crónica de una muerte anunciada”. José Luis Trocel, portavoz de la Federación Nacional de Transporte, asegura que menos de 10% de las unidades prestan servicio. Es la mayor consecuencia de una problemática que por primera vez fue avisada en 2003.
Sumergidos en la miseria: Ni el sueldo mínimo te alcanzará para comprar cuatro productos
Hay para quienes el mapa es solo un esbozo de país, uno que luce incomunicado frente a la crisis que fragmenta el sector automotor. Desde hace 10 años hay restricción en la entrega de dólares y ello limitó drásticamente el ensamblaje y la importación de unidades y autopartes. Solo en cinco años —entre 2012 y 2017— la reducción de las compras externas fue de más de 80%. Dicha disminución asfixia el transporte público, que moviliza la mayor fuerza laboral. No solo Caracas se queda sin autobuses, el problema cobra un matiz más sombrío hacia el interior y atomiza a los 23 estados.
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