Seis décadas después, el relato de un solo hombre podría echar por tierra todo lo que se sabe sobre el asesinato del presidente estadounidense, John F. Kennedy.
El Político
El demócrata murió en Dallas, Texas, el 22 de noviembre de 1963. Aquel día se desplazaba en su vehículo presidencial, un Lincoln convertible, en el que viajaba junto a su esposa.
Hasta la fecha, la versión oficial indica que el magnicidio fue perpetrado por Lee Harvey Oswald, un ex integrante del Cuerpo de Marines de Estados Unidos.
Harvey Oswald, un desertor de las Fuerzas Armadas estadounidenses que llegó a vivir en la extinta Unión Soviética, disparó contra el gobernante desde el sexto piso del Texas School Book Depository.
El ex soldado efectuó tres disparos. Uno de ellos, sin embargo, habría provocado el deceso.
Con increíble precisión, Lee Harvey Oswald logró que una bala de cobre, de 6.5 milímetros, alcanzara a Kennedy. El proyectil perforó la nuca del mandatario y, más tarde, salió por su garganta.
Segundos después, la bala impactó en la humanidad de John Connally, otrora gobernador de Texas, quien formaba parte de la comitiva presidencial.
Conally terminó herido en el pecho, la muñeca y el muslo. Para asesinar a Kennedy y herir a su acompañante, el proyectil atravesó 15 capas de ropa y 38 centímetros de tejido.
La bala, que se halló en la camilla del gobernador, se convirtió en una pieza clave de teoría Warren, nombre con el que fue bautizada la versión oficial.
Algunos incrédulos apuntan, sin embargo, que un solo proyectil no pudo ser el causante de tal cantidad de daños.
Desde entonces, no pocos sospechan que la idea de una sola bala y de un solo tirador no son más que engaños que enmascaran lo que en verdad sucedió aquel 22 de noviembre, en la Plaza Dealey de Dallas.
Cuando están por cumplirse 60 años del magnicidio, las afirmaciones de Paul Landis parecen corroborar el pensar de los escépticos.
El hombre, de 88 años de edad, fue testigo de excepción del crimen que acabó con la vida de Kennedy.
Hacia 1963, Landis se desempeñaba como agente del Servicio Secreto, el cuerpo de seguridad que resguarda a los presidentes en Estados Unidos.
En su carácter de funcionario, el octogenario formaba parte del grupo de escoltas que corría a los laterales del vehículo en el que se desplazaba el demócrata.
Durante una entrevista al diario “The New York Times”, el ex agente contó que fue él quien encontró la “bala mágica” que mató a Kennedy e hirió a Connally.
En su relato, Paul Landis aseguró que ubicó el proyectil en el asiento trasero de la limusina presidencial.
Luego de tomarlo, el ex escolta lo ubicó en la camilla de John Kennedy, con la esperanza de que los médicos la notaran y pudiesen averiguar qué había pasado.
En algún punto, el proyectil terminó, sin embargo, en la camilla de quien, en ese entonces, era gobernador de Texas.
Durante su conversación con “The Times”, Landis comentó que siempre ha creído en la teoría Warren pero que, tras 60 años, empieza a hallar inconsistencias.
Para empezar, el ex funcionario no cree que la bala haya atravesado la nuca y la garganta del presidente.
A su juicio, el proyectil sí impactó a Kennedy desde atrás, pero, al hacerlo, perdió fuerza.
La bala no habría penetrado toda la humanidad del mandatario y, por eso, terminó en el asiento trasero del Lincoln descapotable.
En los últimos años, Paul Landis ha compartido su historia con varias personalidades. Entre ellas figura Lewis C. Merletti, antiguo director del Servicio Secreto.
Si el relato de Landis se confirma, existe la posibilidad de que, luego de seis décadas, el asesinato de Jonh F. Kennedy dé un nuevo giro.
La teoría Warren quedaría descartada y ello reabriría el caso para determinar si hubo otros tiradores, aparte de Lee Harvey Oswald.