Uno de los puntos más altos de la seguridad de los Estados Unidos comenzaba con su sistema migratorio, pero según un trabajo del New York Times en los últimos tiempos el sistema esta decayendo al punto de estar al borde del colapso.
Por Redacción El Político
Cientos de hombres y mujeres llenos de tierra, acompañados de adolescentes y niños. Saltan las pequeñas cercas en zonas remotas de Texas, y se reúnen en el pavimento caliente en el principal paso fronterizo de California.
Cansados y temerosos, rezan para encontrar algo que los ayude a quedarse en Estados Unidos, por lo menos durante un rato: un agente de la Patrulla Fronteriza.
La mayoría son centroamericanos que buscan escapar de la violencia de las pandillas, el abuso sexual, las amenazas de muerte y la pobreza constante.
La naturaleza de la inmigración a Estados Unidos cambió después de 2014, cuando las familias comenzaron a llegar por primera vez en grandes cantidades.
La crisis resultante ha abrumado a un sistema incapaz de detener, cuidar y decidir rápidamente el destino de decenas de miles de personas que afirman haber escapado de sus países de origen para salvar sus vidas. Durante años, ambos partidos políticos han intentado —y no han logrado— reformar las leyes de inmigración del país, conscientes de que algún día el gobierno llegaría a un punto de quiebre.
Las cortes de inmigración ahora tienen más de 800.000 casos pendientes; se necesitan en promedio 700 días para procesar cada uno de ellos. Y, debido a que las leyes y las resoluciones que protegen a los niños prohíben detener a los jóvenes durante más de veinte días, las familias a menudo son liberadas.
El flujo de familias migrantes ha alcanzado niveles históricos, y los totales de febrero son un 560 por ciento más altos que los del mismo periodo en el año pasado. Se espera que hasta 27.000 niños crucen la frontera y entren al sistema de control de inmigración tan solo en abril.
Discurso de Trump
“El sistema está saturado”, dijo el presidente en California el 5 de abril. “Ya no podemos aceptarlos”. No obstante, Trump no ha querido darle prioridad al aumento de nuevos recursos en la frontera, lo cual podría ayudar a aliviar la saturación y el sufrimiento de los migrantes y las comunidades fronterizas a las que llegan. En cambio, el mandatario ha insistido en tratar de evitar que la gente entre al país en primer lugar, una política de disuasión que no solo ha fracasado, sino que ha empeorado el problema.
En un esfuerzo para enviar un mensaje de que “no son bienvenidos”, el gobierno ha probado una serie de estrategias: llevar a juicio a todos los que crucen ilegalmente, quitarles a sus hijos, volver más estrictos los estándares de asilo, desacelerar el número de personas por día que tienen permitido solicitar asilo y obligar a los solicitantes de asilo a quedarse en México mientras esperan sus fechas en la corte.
El problema de raíz
Trump a menudo dice que planea construir un muro en la frontera con México para detener la inmigración ilegal.
Hay otro problema con el muro: las estrategias para aminorar el éxodo de migrantes centroamericanos debería comenzar en esos países primero.
De hecho, los migrantes en su mayor parte son víctimas del sistema de inmigración colapsado. Y casi todos están asustados; temen que los envíen a México, que los separen de sus hijos y terminar en la cárcel. Pero, sobre todo, están asustados de regresar a sus países.
Fuente: New York Times