Si alguien creyó que la política argentina no podía ser más tumultuosa, no contó con el suceso del jueves pasado. Esa noche, la actual vicepresidente Cristina Fernández de Kirchner (o CFK) fue objeto de un presunto atentado contra su vida, del cual salió totalmente ilesa.
Alejandro Armas/El Político
El incidente ocurrió pocos días después de que un fiscal pidiera 12 años de cárcel e inhabilitación política de por vida para la también expresidente por un caso de corrupción. Ella y sus partidarios consideran la solicitud como "persecución política". La oposición, por su parte, denuncia estos pronunciamientos, incluyendo los del presidente Alberto Fernández, como un intento de "intimidar los órganos de justicia".
De manera que el contexto es uno de creciente animosidad entre el gobierno peronista y sus detractores, a solo un año de las próximas elecciones presidenciales. Veamos cómo puede incidir el supuesto ataque contra CFK en el clima político austral.
Dos realidades distintas
La primera pregunta que surgió tan pronto como un hombre apretó el gatillo de una pistola frente al rostro de CFK, sin que saliera una bala, fue si el propio hecho fue real, y no una simulación. Los fallos en la seguridad de la funcionaria, el raro fallo de la pistola y la aparición de un motivo para la victimización conveniente… Todo eso ha sido esgrimido en respaldo de las sospechas de un "montaje".
Este artículo no busca esclarecer la verdad tras el hecho, lo cual estaría obviamente muy fuera de las capacidades de quien escribe. Pero la diatriba sobre la veracidad o falsedad del atentado es en sí misma notable. Expone una sociedad altamente polarizada en torno a la figura de la exmandataria.
Sus seguidores ven el más grave episodio en una larga novela de ataques contra CFK por parte de fuerzas reaccionarias. Mientras tanto, muchos de sus adversarios creen que se trata de un sainete para mejorar la percepción de la vicepresidente ante la opinión pública. La dirigencia opositora no ha cuestionado que sea un atentado real, y rechazó el ataque. Pero entre las masas sí hay una suspicacia no disimulada.
Ello denota la altísima desconfianza de millones de argentinos hacia la elite gobernante actual. O incluso hacia la clase política en general. Puede que la cautela del liderazgo opositor modere las opiniones. Pero que la falta de acuerdos alcance incluso hechos tan hipotéticamente graves como este no es una buena señal sobre la salud de la esfera pública argentina.
Una víctima impopular
Sea verdadero o falso, de lo que no cabe duda es que el oficialismo tratará de sacar el máximo provecho posible al suceso. El presidente Fernández llegó incluso a decretar el día siguiente al atentado, viernes, feriado nacional "para que la gente exprese su apoyo" a CFK. En efecto, a la mañana siguiente hubo nutridas manifestaciones de respaldo en las calles.
La narrativa del peronismo es que la retórica de la oposición y de la prensa fomentó un "odio desmedido" hacia la exmandataria, que ahora está teniendo consecuencias violentas. Por supuesto, según esta visión, la causa judicial en su contra sería una de las cumbres de la "criminalización" de CFK.
En tal sentido, cabe esperar que el atentado sea usado como muestra de que el repudio a la vicepresidente debería cesar. Incluso para poner la opinión pública en contra del castigo solicitado por fiscalía. Se espera que el tribunal emita sentencia a finales del año.
Sin embargo, la efectividad de esta táctica se ve dificultada por la impopularidad de CFK. Los perdurables problemas de la economía argentina le han restado muchísimo apoyo al gobierno del que ella es parte. Ni siquiera su carisma individual la salva, pues aparece en las encuestas entre los políticos más desdeñados de Argentina. En los próximos días se verá si el presunto ataque armado puede cambiar eso.