Este año será decisivo para el gobierno de Joe Biden. En noviembre serán las elecciones al Congreso que probablemente quitarán a los demócratas el control de ambas cámaras, debido a la impopularidad del Presidente.
Alejandro Armas/El Político
Habiendo entonces una buena oportunidad para que los republicanos retomen la legislatura, los ojos están puestos en el carácter que tendría esa hipotética mayoría. Las primarias para varios de los escaños son una ventana para observar lo que pudiera venir. Esta semana las hubo, entre otros cargos, para uno de los escaños senatoriales del estado de Ohio.
Fue una contienda particularmente amarga, para nada exenta de ofensas entre los contendientes, dos de los cuales casi llegaron a los golpes en una ocasión. Pero al final quien se impuso fue el candidato beneficiado con un espaldarazo de peso: el del expresidente Donald Trump.
Guerra de cortejos
Que Trump mantiene una influencia sobre el Partido Republicano atípica para un expresidente es algo que ya se sabe. Se ha hecho sentir con la degradación que han sufrido varios de sus detractores dentro de la jerarquía del partido. El exmandatario sigue siendo el favorito para volver a optar por la presidencia en 2024. La base republicana sigue encantada con él.
Por eso, un aval público de Trump es algo que muchísimos republicanos buscan. Sobre todo aquellos que son relativamente nuevos en el terreno político de gran envergadura. Aquellos que se lanzan al Congreso o van por una gobernación. Para obtener la bendición del expresidente se identifican como sus fervientes seguidores.
Las primarias senatoriales en Ohio fueron un ejemplo elocuente. El único candidato prominente que no trató de ganarse el apoyo de Trump fue el legislador estatal Matt Dolan, quien se presentó como un moderado más cercano a la vieja guardia republicana. En cambio, sus contrincantes J. D. Vance (autor y empresario sin experiencia como funcionario público) y Josh Mandel (otrora tesorero del estado) básicamente compitieron por quien es el más "trampista".
A lo largo de la campaña, Vance y Mandel intercambiaron acusaciones sobre cuál estaba en menor sintonía con el ideario populista de Trump. Sobre cuál era más próximo al establishment republicano o, peor, a los demócratas.
"Santa palabra"
Muy a pesar de que en 2016, cuando pocos republicanos pensaron que Trump llegaría a Presidente, Vance fue uno de sus críticos acérrimos, fue él el ungido por el exmandatario seis años después. A partir de entonces, su posición en las encuestas de intención de voto mejoró considerablemente, luego de un desempeño pobre.
Mandel siguió tratando de cortejar a Trump, pero en vano. De hecho, el mandatario repudió a quienes apoyaron su candidatura luego de que él ya se decantara por otra.
Vance ganó. Y aunque otros factores pueden ayudar a explicar esa victoria (como los generosos aportes monetarios del millonario y activista conservador Peter Thiel), es razonable suponer que el espaldarazo del expresidente tuvo mucho que ver. No importó que Vance fuera antes un detractor. Lo que hizo la diferencia entre dos "trumpistas" fue que el propio Trump se decantó por uno.
Esto muy probablemente hará que republicanos a lo largo y ancho del país redoblen sus esfuerzos por ganarse a Trump. Para hacerlo, tendrían que abrazar buena parte de su ideario, incluyendo elementos descabellados como las denuncias de fraude en las presidenciales de 2020, harto expuestas como infundadas.
Un Congreso de mayoría republicana en el cual este tipo de posturas predomina o es bastante voluminoso sería una pesadilla para Biden. También sería un paso más en la polarización de la política estadounidense que tanto daño ha hecho a sus instituciones.