Los dictadores de Venezuela y Nicaragua prefieren la muerte de miles personas antes de frenar sus ansias de poder.
Apolinar Martínez/El Político
El pueblo de Puerto Rico ha logrado una victoria clamorosa. Sin disparar un tiro, sin tener que ser víctima de encarcelamientos, de torturas en los organismos de seguridad, y, lo más importante, sin que ningún ciudadano se haya visto obligado a emigrar, consiguió que el gobernador Ricardo Rosselló presentara su renuncia, lo que provocó el jolgorio, la fiesta, la vuelta de la alegría.
Esa es la lección esencial de lo que acontece en Puerto Rico. Un gobierno que había perdido, por sus mentiras, por actos de corrupción y declaraciones impropias, la confianza de la gente, tuvo que obligatoriamente que irse “a pesar de contar con el mandato del pueblo que democráticamente me eligió, hoy siento que continuar en esta posición representa una dificultad para que el éxito alcanzado perdure”, como dijo el propio gobernador
El cargo de Rosselló será ocupado por el resto de su período de cuatro años por Wanda Vázquez, su secretaria de Justicia.
Los dictadores no quieren irse nunca
Cuán diferente es echar un vistazo al mundo de las dictaduras, entronizadas en sus cargos pese al dolor popular.
Cuba, con sus Castros y su prolongación Díaz Canel, Nicaragua que tiene años de protesta, de muerte y de exilados pero allí se mantiene Daniel Ortega. Bolivia, con un Evo Morales que reforma la Constitución cuantas veces quiere, y la Venezuela chavista, ahora con su designado Nicolás Maduro, y frente al panorama más terrible que haya padecido la tierra de Simón Bolívar.
Ya no existen argumentos oficialistas para explicar la crisis venezolana. Una inflación que no conoce antecedentes en América Latina. La fuga de cinco millones de venezolanos en busca de una manera de sobrevivir, el desempleo, el hambre y la insuficiencia en cualquier renglón , educativo, sanitario, de producción etc.
Un régimen sólo amparado por una corrupta cúpula militar y la presencia creciente de rusos y chinos.
Puerto Rico: Una vía democrática
Se puede, se tiene, para ser preciso, que criticar al gobierno de Rosselló. No respondió a las expectativas que se crearon para llevarlo a la gobernación. Ha resultado un fracaso, al meterse de sectores sensibles de la población los homosexuales, con representantes tan populares como el cantante Ricky Martín, y al mentir descaradamente con el caso de los muertos durante el huracán, cifra que se aproxima o paso de tres mil, y que el gobierno insistía en que no llegaban a cien. Tenía que irse.
Pero lo positivo es que renunció, obligado por el clamor popular, pero lo hizo. Ojalá su ejemplo sirviera para que América Latina se deslastrara de tanta mediocridad y sobre todo de tantos asesinos en el poder.