Los medios y ONG’s financiados por intereses internacionales oscuros, quieren vender la imagen de que en El Salvador se vive una "dictadura", donde se llevan a la "cárcel" a la gente, por "ir al baño a 4 pasos de su casa", expresa el Presidente más polémico de América Latina
El Político
El Neu York Times le dedica un trabajo al presidente salvadoreño que gabó con un promesa de cambio y ahora es acusado de autócrata por usar la mano dura y apoyarse en el ejército, pero sigue manteniendo un gran apoyo por parte de una población cansada de la violencia ylos abuso de grupos irregulares.
La elección de Bukele, de 38 años, hizo a un lado a los dos partidos políticos que se habían alternado en el poder desde el final de la brutal guerra civil de El Salvador de la década de 1990. Cuando declaró su victoria, vestido con un pantalón de mezclilla y una chaqueta de cuero, Bukele dijo que el país había “pasado la página” a la era de la posguerra.
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La mayoría de la población, cansada de la violencia, continúa apoyándolo, y tiene altos índices de aprobación. El equipo de Bukele declinó hacer comentarios para este artículo.
Pero sus decisiones recientes han sacudido la frágil democracia del país.
Cuando la legislatura tardó en aprobar fondos adicionales para el ejército en febrero, Bukele llevó a soldados armados y a policías hasta los pasillos de la Asamblea Legislativa para presionar a los congresistas a actuar. La medida provocó una crisis constitucional y revivió los recuerdos de las dictaduras militares que gobernaron al país durante casi medio siglo.
El presidente de El Salvador, Nayib Bukele, se presentó en las elecciones como un político “outsider”. Los salvadoreños, cansados de los dos partidos que se han alternado el poder, lo respaldaron.
Al siguiente mes, desplegó al ejército en las calles para hacer cumplir una de las cuarentenas más estrictas de la región con el fin de evitar la propagación del coronavirus.
Soldados y policías han encerrado a miles de personas en centros de contención por no cumplir con la cuarentena, y los mantienen confinados en esas instalaciones durante semanas. La Corte Suprema dictaminó que las detenciones eran inconstitucionales y le ordenó a Bukele que las suspendiera, pero él se negó.
En abril, una oleada de asesinatos destrozó la relativa paz que había prevalecido en el país desde el inicio de la pandemia y puso en duda uno de los logros más importantes de Bukele: reducir la violencia.
En respuesta, autorizó a la policía y al ejército a matar a miembros de pandillas si fuera necesario, con un tuit en el que decía: “El uso de la fuerza letal está autorizado para defensa propia o para la defensa de la vida de los salvadoreños”.
El gobierno también publicitó una serie de medidas destinadas a castigar a los miembros de las pandillas que se encuentran encarcelados, al publicar fotos que muestran el duro trato que reciben por parte de las fuerzas de seguridad.
Una imagen mostraba a cientos de prisioneros amontonados en el suelo, con las cabezas afeitadas presionadas una contra la otra, mientras los guardias los vigilaban con armas semiautomáticas. La escena no respetaba las reglas de distanciamiento social que el Estado está aplicando de manera estricta en otros lugares.
Sobre los motivos de ese repunte de homicidios se tejen varias hipótesis y surgen rumores de una supuesta fusión de pandillas. Según el experto en Criminología Carlos Carcach, "existe la posibilidad de que se produzca, no una fusión permanente entre las maras, pero sí acuerdos entre los grupos para responder de forma coordinada a las medidas del gobierno”, dijo en entrevista con DW, desde El Salvador.
Si esos rumores fueran ciertos, juntar a las pandillas en la cárcel, en lugar de frenar su accionar, podría fortalecerlas, lo que agravaría la situación institucional y social en ese país, de por sí frágil, y podría resultar en un tiro por la culata hacia el objetivo del gobierno de terminar con la violencia cueste lo que cueste.
Para Jeannete Aguilar, investigadora en temas de Violencia y Seguridad, si bien la coordinación estratégica y de liderazgo de las tres principales pandillas es un proceso que ha ido teniendo lugar en la última década, esta decisión de Bukele, explicó a DW, podría ahora "favorecer los procesos de cohesión de los militantes de base de las tres principales pandillas”.
La situación penal de los pandilleros en El Salvador ha sido criticada duramente por organizaciones de derechos humanos, ya que "no solo corren riesgo de contraer el nuevo coronavirus, sino también tuberculosis, un problema recurrente en el sistema penitenciario de El Salvador”, subraya Carcach, además de otras enfermedades producidas por el encierro sin ver la luz del sol durante 24 horas.
Los grupos podrían reaccionar con más violencia ante estas medidas, y "tal vez estén esperando que la posición del gobierno ante la población se debilite para poder hacerlo”, piensa el investigador.
"Lo que vemos es una instrumentalización de la pandemia para socavar el Estado de derecho, la legalidad en el país y reprimir eventualmente cualquier institución o persona vista como adversario por parte del gobierno”, advierte, por su parte, Jeannette Aguilar sobre las medidas del presidente Bukele.
Las encuestas muestran que más del 85 por ciento de la población apoya al presidente, cuya postura de mano dura contra el crimen es popular entre los salvadoreños que sufren a causa de las pandillas.
Con información de BBC. NY Times