Hay noticias que nos causan estupor. Que un Gobierno lance 16 niños al mar en embarcaciones precarias y con mal tiempo es una de ellas. Un acto que se ejecutó sin compasión alguna.
Editorial/El Político
Se puede ejercer el poder con compasión. Esa es la aspiración de la humanidad. Pero lo que estamos viendo, como una plaga más extendida que el COVID-19, es la propagación de los gobiernos crueles.
Lo vemos en Asia, en África, en Europa y ahora en América. La crisis migratorias han desnudado las debilidades de los pueblos, sin distingo de razas, ideologías o creencias religiosas. Las autoridades migratorias actúan con la misma crueldad en cualquier rincón del planeta.
El argumento de la seguridad sirve de justificación para olvidar que los migrantes son humanos, vulnerables, temerosos y muy débiles.
La humanidad como un todo aspiraba que este nuevo siglo, globalizador, integracionista, tecnológico, se abriera a los movimientos migratorios entendiéndolos ya como un fenómeno natural.
Pero, al contrario, se ha exhacerbado el temor, la desconfianza…la crueldad. Independientemente de que los migrantes sean de la misma raza, hablen el mismo idioma o compartan la misma cultura.
Sobrevivir
La verdad sea dicha, los países no rechazan a los migrantes si estos llegan cargados de dinero. Rechaza a quienes llegan sin nada más que sus fuerzas y ganas de sobrevivir. Son los migrantes pobres los que molestan.
Personas abandonadas, y en muchos casos hostigadas y expulsadas, por sus autoridades naturales. Cuyas probabilidades de sobrevivir aumentan mientras más lejos estén de sus naciones de origen… Dependen de la compasión de las autoridades de los países receptores.
Es el caso de los 16 niños venezolanos que fueron deportados por el Gobierno de Trinidad y Tobago. Su permanencia no era un tema simplemente de legalidad y seguridad de Estado, como lo declaró el vocero de Primer Ministro Keith Rowley, era un asunto de compasión. Eran niños, sin sus padres y muchos de ellos enfermos.
Siempre se ha hablado de los niveles de crueldad a los que llegaron los nazis en el siglo pasado. Lo visto este fin de semana en Trinidad y Tobago nos demuestran que ese germen está vivo.
Es un momento difícil para Venezuela y para los millones que huyen de este país, que en el pasado recibió migrantes de todas partes y se compadeció de ellos.
Como los 16 niños venezolanos deportados, millones de personas de desplazan por el mundo, no por gusto, no por deseo de aventura: Lo hacen por instinto de sobrevivencia.
Los migrantes buscan en otros destinos la compasión que sus gobernantes han perdido.
CP
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