Pasada la noche de la llamada belleza universal es necesario básicamente por memoria histórica, dejar registro de lo que denominé como Miss Agenda 2030.
Para quienes no me conocen, he adversado de toda la vida los concursos de belleza. La cultura del Miss Venezuela es realmente terrible y no se queda solo en la “magia” que dicen sus defensores, que este certamen crea.
¡No se asuste! Por si no me conoce, soy anti-feminista. El feminismo se apropió del derecho natural de la mujer a oponerse a estas actividades, así como se apropiaron de muchas otras cosas más.
Se creó en Venezuela un sistema social y cultural de facto y solapado, donde por acción u omisión todos cayeron. Si no eres bonita acorde a los cánones del certamen, sus hacedores y acólitos, tu vida social es tremendamente dura, y de la misma forma, la vida amorosa, laboral y todo se complica de forma considerable para ti. Muchas puertas se cierran, para decirlo rápido y pronto.
Lejos de crear una “fantasía” –como sus hacedores insisten- a través de este certamen, le enseñaron a la mujer venezolana una manera muy triste de quererse, de verse y de manejarse en la vida.
Y resumiendo para no alargarme, una corona no define mi grandeza como mujer, el no ser bella para un grupo de acomplejados no reduce mi belleza, ni mi poder femenino, mucho menos le resta un ápice a la bendición de haber nacido mujer.
Nadie tiene tanto poder como para decidir si soy bella y en base a eso, darme respeto, amor, oportunidades, y el largo etc. que las coronas de certámenes brindan mágicamente.
Volviendo a lo que nos trae acá, tal y como vaticiné hace exactamente un año, cuando se conociera al nuevo dueño del certamen Andrew Jakrajutatip (quien ahora se presenta como “mujer” bajo el nombre de Anne Jakrajutatip) esta edición sería un despliegue de progresismo en esteroides. El certamen que todos conocíamos moría frente a los ojos de todos, con el aplaudo cómplice del mundo entero.
Esa noche, donde los gritos exasperantes de un hombre queriendo ser mujer a la fuerza ensordecieran al mundo, se repitió un centenar de veces la palabra transformación, lo que me indicó claramente el camino a donde pararía esta historia.
Nadie entendió hace un año que esa noche, se empezarían a elegir mujeres que estuvieran totalmente adaptadas a la agenda 2030 y fueran manejables para los despropósitos de la misma.
Este año, entre los retos del certamen, las participantes presentaron sus proyectos sociales según los objetivos de la Agenda 2030 en una competencia que tenían que se llamaba “Voces para el cambio”. Entre los discursos de todas, se escuchaba hasta el cansancio términos como: inclusión, roles de género, equidad de género, cambio climático y el mismo rosario de palabras que usted apreciado lector, debe aborrecer a este punto tanto como yo.
Entre las participantes había dos hombres (Miss Países Bajos y Miss Portugal) y una mujer de talla grande (Miss Nepal) quienes se robaron los titulares de los medios del mundo.
Que dos hombres desplazaran a dos mujeres de la oportunidad de estar en el certamen, es realmente nefasto, pero peor aún es que tantas mujeres aceptaran con tanta tranquilidad esto y por el contrario aplaudieran como un acto de heroísmo que dos varones quisieran a la fuerza ser una mujer. Debería darles mucha vergüenza, to say the least.
Con respecto a Miss Nepal, me han comentado muchísimo al respecto, debido a mi trabajo antes de regresarme a la política y por mi pasada carrera, así que aprovecharé la oportunidad para expresarme al respecto.
Es muy bonito, positivo y necesario que se normalice que las mujeres no venimos ni por error en ese empaque de “perfección” que los medios se han dedicado mañana, tarde y noche en enseñarnos que es la versión correcta de lo que debemos ser. No es sano emocional y mentalmente que las mujeres tengamos esta suerte de Everest existencial a conquistar. Sin embargo, esa no es la razón por la cual Miss Nepal Jane Dipika Garrett se le permitió participar en el Miss Universo.
A ella la usaron, así como tantas veces me usaron a mí, para dar un mensaje de falsa preocupación sobre un tema que jamás les va a importar genuinamente.
Todas las personas con estas historias y narrativas, son usadas para dar el falso mensaje de aceptación e inclusión. La verdad, es que a los medios no les importa mostrar un lado más realista del ser humano, una programación sana y educativa, entre otras cosas que pudiéramos señalar.
Ya pasado el escándalo de que una mujer de talla grande entrara al top 20 en el año 2023, ya vendrá otra persona, ajena a cómo se maneja esta máquina, y será utilizada de la misma forma.
Dirán muchos ¿Y con qué moral hablas? Tú fuiste top model de tallas grandes y reina de belleza.
Si bien es cierto que en el año 2007 participé y gané el Miss Universo de tallas grandes, cosa que no ha hecho ninguna otra Hispana, y posteriormente concursé en el Miss Mundo de tallas grandes, certamen que por estafas de su dueña debió cancelarse, lo hice siempre (y lo expresé públicamente en cada oportunidad que estuve en medios) para darle a las mujeres el mensaje de quitarse esa culpa por no tener el cuerpo “perfecto” y dejaran de darle tanta importancia a una corona.
Participé en estos dos certámenes en su versión para tallas grandes, porque es para mí un absurdo e irrespeto al esfuerzo ajeno pretender medirme en categorías que no son las mías. ¿A quién se le ocurre que esta idea era correcta y justa?
Ese mundo de fantasía donde todos tomados de la mano cantamos “Kumbaya my Lord, kumbaya” y parecemos una publicidad de Unicef, sencillamente no existe. ¡Hay que despertar!
Mi abuelo materno, quien era analista político, un día me explicó cómo era que la política estaba en todo, y que los concursos de belleza no escapaban a ello. Lo hizo en un año donde estaba el conflicto Israel-Palestina en uno de sus tantos momentos álgidos y la explicación con ejemplo en tiempo real, me hizo ver desde ese entonces los concursos desde otra arista.
En esta edición participó por vez primera en la historia del certamen Pakistán. Miss Pakistán Erica Robin una mujer bellísima como valiente, que pertenece al reducido porcentaje de cristianos que habitan en un país de mayoría islámica, donde prefieren sodomizar a varones menores de edad (conocidos como Bacha bazi) antes de tratar a las mujeres con respeto y reconocerles sus derechos. País donde las feministas, quienes claman defender derechos de las mujeres, ni por error se asoman. Sin embargo, Erica Robin hizo en unos pocos días más que este selecto grupo de damiselas, que abogan con singular alegría, por ejemplo, en causas tan innobles como el aborto.
La ganadora de la corona como la mujer más bella del Universo Miss Nicaragua Sheynnis Palacios Cornejo ahora estará bajo el dominio del nuevo dueño del certamen y sus delirios. Es una empleada más del consorcio JKN Global Group y se debe ajustar a lo que su nuevo jefe le exija.
No conforme con esto, tiene que debatirse entre si usa su recién ganada corona como una puerta de denuncia de los horrores que vive Nicaragua, con el costo humano que ello implicaría o si por el contrario prefiere desentenderse de forma diplomática mientras promueve el turismo en un país ocupado militarmente por los sandinistas.
Las masas dormidas se siguen debatiendo en conversaciones absurdas y estériles mientras su nuevo ídolo político con una mano asfixia la delincuencia en El Salvador y con la otra firma contratos de negocios con el dueño del Miss Universo.
Los más ingenuos se alegran dichosos de que al menos coronaron a una mujer.
El mal la tuvo muy fácil ésta vez, con tantos arrodillándosele sin objeción.
Todos aplauden embelesados, mientras a la aberración se le corona.
¡Hasta la próxima!