Con apenas un margen a su favor de un punto en la votación que lo llevó a la presidencia del Brasil, Luis Inacio Lula Da Silva no tiene fácil implementar transformaciones profundas en su país.
Beatriz de Majo / El Político
Los retos que tiene frente a si son enormes y en ninguna de las dos cámaras parlamentarias cuenta con una mayoría que le haga fácil la tarea.
El más urgente de sus objetivos debería ser reactivar, estabilizar y hacer crecer la economía nacional en los tormentosos momentos que atraviesa la dinámica mundial.
Con un país totalmente polarizado y violento, como hemos visto este pasado fin de semana, el foco de su atención tendrá que colocarse en lo doméstico y aplazar para mejores tiempos la recuperación de la buena vibra con la que este hombre contó en el Continente.
Aplicar la "magia" de Lula
Esta no es la hora para que el nuevo Presidente se plantee refrescar su gravitación hemisférica recuperando para Brasil la posición que merece como el país más grande de la región. Tamaño no es garantía de liderazgo.
No cuando uno de cada seis brasileros no tiene con que comer. Tal como ha señalado el vicepresidente del Consejo de las Américas, Brian Winter, Lula “debe replicar en los años 2020 la magia que lo acompañó en los años 2000”.
Hace falta que este gigantesco país con 214 millones de habitantes se coloque de nuevo en una sólida senda de crecimiento y haga avances sustantivos en la erradicación del desempleo, la superación de la pobreza, el combate de la inflación, el acceso a la educación para sus compatriotas, la seguridad ciudadana.
En el área internacional es igualmente preciso que el gobierno de Planalto se organice para negociar y reducir su deuda externa que hoy alcanza al 80% del PIB y hacer un esfuerzo ciclópeo en detener la degradación medioambiental de la etapa ultraderechista del Brasil.
Un ejemplo habla en este sentido: la deforestación del Amazonas, pulmón planetario, en el último año alcanzó una extensión tan grande como la superficie de Quatar.
Una década que ahondó las asimetrías
Una vez bien encaminadas esas tareas internas, Lula podrá centrar parte de su esfuerzo en la diplomacia y en la política internacional del Brasil.
Una tarea que pudiera lucir factible es la de desenterrar a UNASUR.
Sin embargo, el ambiente ha cambiado mucho en una década. Y las asimetrías y distancias en el desarrollo y crecimiento que se han producido entre los países de América Latina son mucho más pronunciadas.
Un trabajo reciente de Bloomberg señalaba una verdad lapidaria que coloca en las antípodas a los dos grandes gigantes continentales, México y Brasil. Sus más grandes socios comerciales resultan ser… ¡Estados Unidos y China!
Izquierda heterogénea
Así que sobre su liderazgo regional no es mucho lo que se puede vaticinar.
Si bien es cierto que el socialismo latinoamericano se ha fortalecido, no existe un criterio político único ni un norte común dentro de los regímenes de izquierda continentales.
Se parecen poco los gobiernos democráticos de México, Colombia y Chile a los totalitarios de Nicaragua, Cuba y Venezuela.
Son muchos los analistas que aseguran que en terrenos como la implantación de economías de mercado o regímenes de férreos controles, la independencia de los Bancos Centrales y el uso de los recursos naturales internos es impensable conseguir posiciones coincidentes.
La desaceleración mundial impactará los planes de todos los países al sur del Rio grande. La cuesta más empinada tendrá que ser remontada por el antiguo sindicalista que ha retornado con bríos a la arena política de su país.