Siempre han existido flujos migratorios en el mundo. Desde tiempos inmemoriales, la gente se moviliza, deja el lugar donde nació por diversas razones. Los imperativos económicos, huir de la guerra o la persecución política, mejorar las condiciones de vida, estudiar, aprender o simplemente conocer. Las razones pueden ser muchas y los mecanismos igualmente variados. Cualquiera sea la razón, todos los inmigrantes viven un proceso de adaptación cultural.
El Político
En esta ocasión, Jesús Rodríguez desde los Ángeles, California y Fernando Nunez desde Miami, Florida, en su programa Del 305 al 310, conversan sobre cómo, en sus casos particulares, han logrado combinar lo traído con lo nuevo que ha llenado sus vidas. Se centran, principalmente, en la comida, las amistades, los hijos y la coexistencia de dos idiomas.
La primera anécdota la inicia Jesús, en la que relata su experiencia culinaria en restaurantes de la Gran Caracas, cuando era joven y aún vivía en Venezuela.
En los relatos, Jesús resalta las nacionalidades de los restaurantes de su predilección en aquella época, entre ellos el italiano, el chino y destacando por último el japonés, siendo Venezuela rica en productos de mar frescos y abundantes a principios de los años 90, un factor que hacía del "sushi" un plato llamativo y novedoso para los caraqueños.
Sin embargo, al mudarse posteriormente a Florida, Estados Unidos, un estado culturalmente internacional, más aun en lo que a comida se refiere, fue cuando Rodríguez aprendió a desgustar platillos de muchas nacionalidades, desde la comida tailandesa hasta la peruana.
Por otro lado, Fernando se proclama así mismo como un "comensal pasivo", en el que achica su falta de entusiasmo por el arte culinario a su madre, quien según sus propias palabra prefería dejar el trabajo en la cocina a empleadas de servicio con la excusa de que no sabía cocinar. Ese era el caso por el lado de su madre, el de su padre era totalmente diferente.
Nunez Noda explicaba en su podcast que su papá solía llevarlos a comer a restaurantes de una parroquia caraqueña llamada La Candelaria, una zona que describió como "un paraíso para el paladar", fue entonces cuando Fernando aun siendo joven, abrió las puertas aun mundo diferente a la tradicional comida criolla venezolana.
Años más tarde, el venezolano ahora residente en Florida, conoce a su esposa, que provenía de una familia "gourmet" en la que afirma que sus platos eran comparables y merecedores a estar en concursos por su exquisitez. Es entonces cuando Fernando asegura que este eclecticismo en la cocina, lo termino preparando para tener un paladar más abierto a platillos internacionales estando fuera de su país natal.
Es así como ambos inician esta conversación, en el como relacionan el adaptar sus vidas a nuevas culturas, trayendo lo viejo, abriéndose a nuevos sabores. Te invitamos a que escuches como narran su experiencia migratoria en su podcast aquí