Raúl Sendic, vicepresidente de la República uruguaya presentó ante la Justicia un documento firmado por un rector de la universidad de La Habana que certifica que obtuvo una “licencia” en genética humana. El mismo fue traído de Cuba por su madre junto al resto de la documentación académica que también certificaban los estudios de medicina realizados.
Este escrito fue parte de la documentación expuesta en el juzgado para demostrar que durante tres años estudió genética a la par de la carrera de medicina y recibió una constancia de esos estudios, aunque ello no significó un título universitario.
Lo que más preocupa al vicepresidente por estas horas es demostrar que nunca mintió sobre los estudios realizados en Cuba y que se abocó por entero a ellos durante varios años.
Queda claro que la “licencia” en genética obtenida, no tiene valor académico en Uruguay, y por esa razón no la presentó en la Universidad de la República para validarla a su regreso.
También presentó ante la Justicia, como una forma de corroborar los años dedicados por completo al estudio de la genética humana, una serie de cartas escritas de puño y letra por su padre, Raúl Sendic, con quien compartía detalles de las investigaciones realizadas en los laboratorios de la universidad.
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Sendic padre, quien por entonces se encontraba detenido, mantenía una periódica comunicación por correo con sus hijos y en el caso de Raúl, compartían permanentemente información sobre los avances en el campo de la genética.
Las cartas, compiladas en el libro “Raúl Sendic, cartas desde la prisión” demuestran el seguimiento paso a paso que el líder del MLN hacía de los estudios en genética de su hijo, con quien compartía los nuevos hallazgos que la ciencia realizaba en esa disciplina.
El padre del vicepresidente era un ferviente aficionado a la lectura de textos científicos, y en especial los de genética humana, por lo que dedicaba gran parte de la correspondencia que le enviaba a su hijo a hablar del tema y mostrarle su satisfacción por los avances que Raúl (h) lograba en ese campo.
El libro demuestra que, durante los años 1981, 1982 y 1983, Raúl Sendic padre dedicaba muchas líneas a intercambiar con su hijo los detalles de los avances que este tenía en sus clases de genética y le enviaba incluso sus opiniones personales sobre los trabajos que el hijo le contaba que estaba llevando adelante.
Le expresaba sentirse “encantado” por su ascenso en la investigación genética y lo alentaba a seguir adelante pese al esfuerzo que representaban los exámenes.
Con información de La República