Bodegones repletos de productos importados, libres de impuestos, fiestas en hoteles y casinos cinco estrellas; restaurantes en el este de la ciudad con comensales a altas horas de la noche; la nueva cara de la economía caraqueña y de algunas ciudades del interior ¿Una muestra del fin de la crisis económica?
Mario A. Beroes Ríos/El Político
¡Pues no, un espejismo! Y como todo espejismo, al desvanecerse, la realidad golpea…y con fuerza.
Una hiperinflación que bate récords en cualquier parte, se codea de tu a tu con bodegones repletos de productos importados, que además no cancelan impuestos. Y aunque las colas para adquirir productos básicos subsidiados, ya no existen y la escasez y los controles de precios ya no están, la situación económica es fatal para el 95% de la población venezolana, según datos del Banco Mundial.
El dólar, en un país cuyo régimen se jacta de ser "antiimperialista", circula libremente, aunque en viejos y magullados billetes de 1, 5 y 10 dólares que han generado un pequeño boom económico.
La vida del venezolano pasó de ser una odisea para conseguir una bolsa de harina Pan, con la que hacen las tradicionales arepas, a otra para ganarse unos dólares adicionales.
Buhoneros por montones
Los barrios populares como Catia y Petare, en Caracas, se han forrado de vendedores informales. "Buhoneros", les dicen. La gente gana más plata ofreciendo alimentos, repuestos y electrodomésticos usados que trabajando en una empresa formal.
El rebusque y los segundos y terceros trabajos, o "tigritos", proliferan y ayudan a redondear un sueldo que no llega a 30 dólares mensuales en la mayoría de los casos.
La mayoría de venezolanos antes no conseguía los productos y ahora, que abundan, no puede pagarlos. Entonces trabajan el doble, y en lo que haya.
"Superar la polarización"
A las tiendas donde se consiguen chocolates, cereales y refrescos importados, conocidos como "bodegones", también venden cremas corporales, mantequillas de diversos sabores y tipos. Son como centros de culto a los productos suntuosos, pero no para todos, y como decía el personaje de la Radio Rochela: "hay que pagar".
Sin embargo, el boom no es solo de bodegones. En Venezuela existen 30 casinos.
Hugo Chávez los había prohibido en el pasado al considerarlos "antros" que "solo benefician a la burguesía, pero sus sucesores, difieren de ese concepto emitido por el que fuese su líder".
Y en Chacao, un barrio comercial y bastión opositor, acaban de abrir un establecimiento que sus promotores inauguraron como "la Caracas que soñamos". Se llama Modo. Parece un patio de comidas, pero de lujo. Es como una pequeña evocación de la vieja Venezuela del ostento; una huella de la Cuarta República, de los tiempos antes de Chávez, pero en la era de Instagram.
Modo tiene cuatro pistas de bowling, cinco barras, tres restaurantes, una heladería, una guardería para niños, un horno de leña con tecnología de punta y una tienda de diseño en la que se venden obras de arte por hasta $ 3.000.
La pregunta es, ¿de dónde salieron esos capitales; quienes son los inversionistas?
Desigualdad
La última Encuesta Nacional de Condiciones de Vida, de la Universidad Católica exhibe cifras preocupantes. El 95% de los venezolanos son pobres, el 70% está en pobreza extrema y la desigualdad es más aguda que en Colombia y Brasil, los dos países más inequitativos del mundo.
En una nación que llegó a tener una clase media consolidada, hoy la desigualdad está en cada esquina.
La dolarización de facto ha generado crecimiento, algunos empleos, alivió la escasez y rebajó la presión sobre el gobierno. Pero ninguno economistas es optimista con el futuro.
Ha sido un proceso informal, anárquico. Estas millonarias inversiones no le están generando impuestos al Estado, y la propiedad sobre las mismas es incierta. Las notarías no pueden autenticar contratos en dólares. Los bancos no pueden dar créditos.
Ni siquiera es claro de dónde vienen los billetes. Ante la enemistad de Caracas y Washington es imposible que la masa monetaria sea enviada por la Reserva Federal de Estados Unidos.
Quizás los billetes vengan de las remesas que envían los casi seis millones de emigrantes a sus familiares; quizás vengan del petróleo que la Venezuela sancionada debe vender en efectivo a compradores informales.
La dolarización, explican los expertos, no puede resolver problemas que competen al Estado, como los servicios de agua, electricidad o gas, que siguen siendo deficientes. Y las pensiones y los subsidios, al pagarse en bolívares, no tienen la capacidad de asistir a los más pobres.
"Muchos dicen acá que Venezuela pasó del socialismo al capitalismo salvaje, pero incluso el capitalismo más duro tiene cierta regulación. Acá, el gobierno que tutelaba toda la economía erradicó los controles, abrió los puertos, disolvió los tributos. Muchas importaciones no pasan por el control aduanero oficial, asume el economista, Luis Zambrano.
Capitalismo bodegonero
Zambrano habla de "capitalismo bodegonero", en referencia a las tiendas que simbolizan la renovada economía de la importación en medio de una opacidad profunda.
En apenas tres años, uno de los Estados más grandes de América Latina, el petro-Estado venezolano, pasó de ser omnipresente a casi irrelevante; mantiene subsidios y misiones sociales, pero en bolívares; es un empleador de tres millones de personas que no ganan más de $10 dólares y paga pensiones de apenas 7 bolívares.