América Latina no logra arrancar en su desarrollo porque ha marginado el desarrollo científico y tecnológico, pero Uruguay cambia de rumbo: La ANII, o Agencia Nacional de Investigación e Innovación, es la entidad estatal que promueve la investigación y el desarrollo en Uruguay desde 2007. Con apoyo del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), la ANII financia proyectos de investigación, proyectos de innovación empresarial, becas para la formación de capital humano a nivel de Maestría y Doctorado, y nuevos emprendimientos.
El Político
La Biotecnología produce buenos ingresos a Uruguay: Benten Biotech es la primera startup de investigación por contrato para vacunas veterinarias de Latinoamérica.
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“Yo estaba asesorando en Turquía, y vivía tres semanas en Turquía y cinco semanas en Uruguay”, comenta el doctor Esteban Guerra, un bioquímico uruguayo. “Eso lo aguanté durante más de dos años, hasta que un día me tuvieron que bajar del avión en silla de ruedas y me replanteé la vida”.
Esteban pasó más de un mes convaleciente de una lesión de disco intervertebral que le dio oportunidad de recalibrar su futuro. Cuando viajaba solo podía asesorar a un cliente a la vez, en una época en la que cada vez más empresas le llamaban con necesidades de asesoría en el ámbito de la investigación. Había una clara demanda insatisfecha que Esteban podía convertir en un negocio.
Fue así como nació Benten Biotech, la primera startup de investigación por contrato para vacunas veterinarias de Latinoamérica. Esteban la fundó en 2016 con un socio, el doctor en química Jorge Wenzel, con la visión de alzar el vuelo como emprendimiento biotecnológico.
El inicio de la empresa, sin embargo, no fue nada fácil. “Nos lo jugamos todo. Jorge sacó un crédito bancario personal, y yo hipotequé mi casa. Y todo el capital líquido que teníamos lo metimos en la empresa”, recuerda Esteban. “Aquí nos jugamos todo, no había vuelta atrás”.
Apuestan a Uruguay
En un primer momento, Esteban y Jorge pensaron irse a Brasil, donde había más trayectoria en el apoyo a nuevos negocios en el sector de la biotecnología. Pero una serie de felices coincidencias, como la posibilidad de comprar a buen precio equipos de laboratorio de una empresa que estaba saliendo del país, los llevó hasta Khem Bio, una incubadora de negocios ubicada en el Polo Tecnológico de Pando, próximo al aeropuerto de Montevideo.
“Uruguay está en una etapa mucho mejor de la que estaba hace una década”, explica Esteban.“Nosotros no podríamos haber creado la empresa si no hubiésemos sido incubados, y si no hubiésemos tenido los soportes de la ANII en capital semilla y en el apoyo de los proyectos que hemos desarrollado”.
La ANII comenzó apoyando a las startups con capital semilla y soporte técnico a través de la incubadora Khem Bio, donde no se requería que las empresas tuvieran ningún tipo de especialidad tecnológica. El desarrollo de la incipiente industria de la biotecnología, sin embargo, ha impuesto nuevos retos al ecosistema uruguayo.
“En Uruguay la industria que ha tenido un desempeño más notable es el software, y todo el emprendimiento de Montevideo ha sido muy dinámico en ese sector”, apunta Pablo Angelelli, especialista líder en ciencia y tecnología del BID.
“La biotecnología es un sector que requiere una inversión de mayor magnitud y a más largo plazo, y aunque hay muchas más capacidades ahora en el país en biología y ciencias médicas, transformar ese conocimiento en empresas requiere esfuerzos a largo plazo y mucha plata”.
Fernando Brum, presidente de la ANII, caracteriza así las necesidades específicas del sector: “en biotecnología, los proyectos requieren más dinero inicial y mayor tiempo de madurez. El capital semilla para una empresa común es de 25 mil dólares, mientras que para una empresa de biotecnología es de 40 mil. Y los proyectos que normalmente duran dos años con otras empresas, en el caso de la biotecnología se extienden a tres”.
Inversion en investigacion y desarrollo
A finales de 2017, Uruguay confirmó su apuesta por la biotecnología con la inauguración del primer Centro Tecnológico de Biotecnología (CBI+I) del país. En el Centro, financiado por la ANII y la Universidad ORT como socios principales y el apoyo de empresas privadas, se están incubando empresas que trabajan en la fermentación de quesos, derivados medicinales del cannabis y microorganismos solubilizadores de fósforo en el suelo, entre otras innovaciones.
En un país exportador de soja, leche y carne como es Uruguay, las aplicaciones de la biotecnología para sectores como el agroalimentario, siempre que estén bien reguladas, pueden agregar mucho valor. Enrique Topolanski, Director del Centro de Innovación y Emprendimientos de la Universidad ORT, considera que Uruguay vive “un momento germinal donde aún estamos generando las capacidades básicas para que el sector de la biotecnología pueda crecer, y sobre todo trabajando muy fuerte para que los actores del agro y de otras empresas empiecen a valorizar este tipo de soluciones”.
Entre otras ventajas, CBI+I cuenta con un laboratorio de 300 metros cuadrados con tecnología de punta para analizar, investigar y desarrollar proyectos. Las empresas además se benefician de investigadores y técnicos, de un equipamiento de punta, y de una metodología de trabajo que potencia la innovación.
“Nosotros tenemos por un lado la universidad, y por otro el centro biotecnológico que nuclea a las empresas con los investigadores y los estudiantes”, dice Topolanski.
En el sector médico y farmaceútico, el Instituto Pasteur también se ha erigido como una incubadora de innovaciones biotecnológicas en Uruguay.
Allí, en la unidad de bioinformática, trabaja Lucía Spangenberg, una joven uruguaya que, en 2016, fue seleccionada como “Innovadora Menor de 35” por el MIT Technology Review. Lucía es además fundadora de GenLives, una startup que surgió de sus investigaciones en el Pasteur. “Hay muchísimo más por hacer,” comenta Lucía. “Estas tecnologías van tan rápido, hay nuevos descubrimientos todo el tiempo, los precios bajan increíblemente … éste es solo el comienzo”.
Por su lado, la empresa de Jorge y Esteban hoy ha alcanzado un punto de equilibrio. Dos años y medio después de fundarla, tiene una decena de trabajadores y ha logrado exportar productos y servicios a siete países en tres continentes. En 2018, Bentech Biotech ganó el Premio Nacional de Innovación (NOVA) por ser un ejemplo de cómo el trabajo académico y la investigación aplicada se puede transformar en un emprendimiento innovador.
Esteban es optimista y, de cara al 2020, espera empezar a crecer. “Ahora Uruguay tiene las herramientas que permiten que empresas como la nuestra puedan surgir; a su vez, las herramientas se van perfeccionando, por lo tanto van acompañando las reales necesidades que tenemos las empresas de biotecnología”, comenta.
“En cinco años tenemos que ser la empresa líder en América Latina en nuestra área. Creo que va a haber cada vez más ejemplos como los nuestros, este sector se va a dinamizar mucho, y las personas que se forman en este campo podrán tener un futuro profesional, lo cual hoy es un poco difícil”.
La biotecnología —o simplemente el uso de la técnica para modificar a los organismos vivos— cosecha menos fama que la ingeniería, pero junto a la robótica, la mecatrónica y la big data son señaladas como las áreas del futuro. Ya ocho de cada diez biotecnólogos, graduados en Uruguay, trabaja de lo que estudió. Y eso que solo solamente se titularon 60 personas desde que se creó la carrera hace siete años.
El Centro Biotecnológico cuenta con fondos públicos —a través de la ANII—, y está construido con el apoyo de cinco empresas privadas y la Universidad ORT, que es la institución que imparte la carrera académica. "Esto no tiene que verse como una competencia entre UdelaR y la educación privada", señaló Juan Cristina, decano de la Facultad de Ciencias de UdelaR y presente en la inauguración de ayer. "Muchos de los docentes de esta carrera son graduados en la educación pública o bien estos proyectos implican salidas laborales de calidad para los uruguayos: hay que dejar de pensar en una lógica de público versus privado", consideró.
Sanguinetti coincide con su colega de UdelaR. De hecho dice que el proyecto nació en la Universidad ORT porque fue una "apuesta" y porque una institución más pequeña y menos vertical "facilita la ejecutividad". Pero explicó que aquel que se gradúa en Biotecnología puede trabajar tanto para el sector público como privado y, sobre todo, para el exterior.
Un 20% de los egresados en Ciencias termina yéndose al exterior para trabajar. Según Cristina, ese es un detalle a revertir, teniendo en cuenta que "el Estado invierte y luego saca el provecho otro Estado".
La apuesta al Centro de Biotecnología, concluyó el presidente de la ANII, Fernando Brum, es "tejer la trama" entre la academia, las empresas y el gobierno para que ese futuro esté también en Uruguay.