Unicef llama a no bajar la guardia, trabajar en la prevención y luchar contra las causas estructurales del zika en América Latina y el Caribe, mejorando el entorno en las poblaciones más vulnerables, la atención sanitaria, el acceso a la educación y la asistencia a los niños con discapacidad.
El coordinador del equipo zika en la oficina regional de Unicef en América Latina y el Caribe, David Simón, hizo esta advertencia en una entrevista con Efe.
"El mosquito -que transmite el virus- forma parte de nuestras vidas. Nunca lo vamos a eliminar del todo. Hasta que tengamos una vacuna a finales de 2017 o principios de 2018, lo único que podemos hacer es prevenir y dar apoyo a las mujeres gestantes y a los niños que nacen con complicaciones neurológicas", subraya Simón.
En América Latina y el Caribe, hay 570.000 casos sospechosos y confirmados de zika desde el principio de la crisis en 2015 hasta la actualidad, de los cuales más de 37.000 son en embarazadas, según datos de la Organización Panamericana de Salud (OPS).
El experto apunta que hay más casos sospechosos que confirmados porque la capacidad de detectar y diagnosticar el zika no es muy elevada.
Sólo uno de cada cinco casos presenta síntomas y éstos son similares a los del dengue: sarpullido, fiebre ligera, dolor muscular y de las articulaciones.
"En Centroamérica estamos trabajando más intensamente porque están apareciendo los primeros casos de niños con microcefalia y otros desórdenes neurológicos y en algunos países ha habido un repunte del número de casos de zika por las condiciones climáticas", explica Simón.
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Y en América del Sur ha disminuido el número de casos notificados a causa del invierno.
"Cada vez sabemos más sobre el virus, pero todavía no lo conocemos todo", matiza Simón, quien señala que la respuesta al zika comenzó considerando que el mosquito era "el enemigo número uno", mientras que ahora se sabe que hay transmisión por vía sexual, lo que obliga a ampliar el campo de trabajo.
En mayor o menor medida, Unicef apoya a los países de América Latina y el Caribe, en función de las diferentes capacidades de los sistemas de protección social y de salud pública, para controlar el vector y hacer un seguimiento entomológico de las zonas de riesgo de mosquitos.
La organización tiene una estrategia global y regional de respuesta al zika basada en cinco ejes: detección para dimensionar el problema, prevención para evitar la expansión del virus, cuidado y apoyo a los niños que nacen con complicaciones neurológicas, investigación para desarrollar una vacuna contra el zika y coordinación entre todos los actores implicados.
"El zika está desafiando a los sistemas de salud pública de todos los países. No es como el dengue o el chikunguña, aunque de alguna forma trabajamos con la experiencia y las elecciones aprendidas con estas enfermedades", indica el especialista.
Tras recordar que el mosquito prolifera en las zonas urbanas, resalta que la gente tiene que protegerse del zika de forma individual, pero también hay que mejorar las condiciones del agua y saneamiento de las poblaciones más vulnerables.
"Es importante el apoyo a las mujeres gestantes y en edad reproductiva para que identifiquen los síntomas del zika y acudan al centro de salud para hacer un control prenatal", aunque la responsabilidad no solamente es de la mujer, sino también de la pareja, la familia y la comunidad, remarca Simón.
Si a una mujer -afirma- le diagnostican zika en los primeros tres meses de embarazo y en el control prenatal se detecta que el bebé tiene un diámetro de cabeza menor del normal, el personal sanitario debe ofrecer una información objetiva y ética para que en función de las creencias religiosas o la legislación se tomen decisiones.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha declarado que tanto el virus del zika como sus consecuencias, las malformaciones congénitas (sobre todo microcefalia) y los trastornos neurológicos (Síndrome Guillian-Barré), constituyen una emergencia sanitaria de alcance internacional.
Con información de EFE