El presidente de Estados Unidos decidió, según The New York Times y CNN, someter a revisión sus servicios de inteligencia. Al frente de esta operación de limpieza quiere situar a Stephen A. Feinberg, un multimillonario de su máxima confianza y alejado de la órbita de la seguridad nacional.
Diariamente afloran nuevas revelaciones sobre la renuncia de Michael Flynn. Y todos los golpes van en la misma dirección. No es que Trump se enfrente a un escándalo, sino que para sus servicios de inteligencia él es el problema. La desconfianza llegó hasta tal punto que las agencias, según publicó The Wall Street Journal, han empezado a ocultarle información sensible al presidente. Y no lo hacen en venganza por los ataques que reciben de su jefe supremo, sino por temor a que este pueda filtrar datos de la seguridad nacional.
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El origen de esta actitud, que incluye la retirada de la vista presidencial de fuentes y métodos, está vinculada a la admiración mostrada por Trump hacia el presidente ruso, Vladimir Putin. El magnate defendió siempre su amistad con el ex oficial del KGB. La considera un bien valioso y la llegó a blandir en sus pugnas políticas. Así ocurrió cuando en plena campaña pidió a Putin que continuara jaqueando los correos de su rival, la demócrata Hillary Clinton. Ese gesto, según los agentes consultados por el rotativo estadounidense, fue crítico.
Pero la batalla no se dirime sólo del lado de los espías. Trump mostró con creces su belicosidad con un área que considera desleal a sus propósitos. Lejos de buscar la reconciliación, el presidente les acusó de filtrar “como caramelos” la información secreta, y ahora decidieron dar un paso más y aplastar directamente la rebelión. Para ello pretende, según The New York Times y la CNN, encargar a un amigo suyo, el multimillonario Stephen A. Feinberg, una revisión a fondo de los servicios de inteligencia.
La llegada de este enviado presidencial, cuyo cargo no está aún determinado ni ha sido admitido oficialmente por la Casa Blanca, es vista por los afectados como el aterrizaje de un censor. Alguien que impondría los puntos de vista presidenciales y, que buscaría reducir las sonoras discrepancias entre los informes de las agencias y la visión del mundo de Trump.
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La elección viene además cargada de sospechas. Feinberg carece de experiencia en el universo de la seguridad nacional y su mayor proximidad con estas espinosas cuestiones procede del control que tiene su empresa, Cerberus Capital, sobre dos fabricantes de armas y los jugosos contratos que ha cerrado con el Departamento de Estado.
A nadie se le escapa que el aval de Feinberg es bien distinto. Goza de la estima del presidente y mantiene estrechos vínculos con el estratega jefe de la Casa Blanca, Stephen K. Bannon, el muñidor de la ideología de Trump. Su entrada permitiría al mandatario tener a un hombre de su absoluta confianza en un mundo que se le ha escapado de las manos y cuyos dos principales jefes, el director de la CIA y el director in pectore de la Inteligencia Nacional, han sido designados por influencia del vicepresidente y las fuerzas republicanas.
Con información de The New York Times