El Político.- Una casita humilde en el sector Torito Fernández, de Maracaibo estado Zulia, la insalubridad y a la pobreza roban la felicidad de los habitantes. Haisel la joven madre describe la difícil vida que junto a sus padres e hijos le tocó vivir.
“Solo las lágrimas pueden calmar por ratos tanta desdicha”, su hijo menor Saiver Torrez, de un año y cinco meses de edad, tiene problemas de salud por desnutrición. “Aquí la cosa está grave, sobre todo ahorita porque lo tengo a él enfermo y no tengo para hacerle los exámenes”, dice su madre.
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Su esposo le dijo que iba a trabajar y no regresó más, quedando ella sola a cargo de sus hijos. Cuenta que un día los niños pasaron todo un día hasta el día siguiente tomando solo agua. En la mañana se decidió a ir al centro de la ciudad y trabajar con unas personas acomodando la mercancía y le pagaban.
En un día Haisel logra reunir 15.000 bolívares de ganancia, explica que eso le alcanza para medio kilo de arroz, cebolla en rama y cilantro y con eso cocina sopa de arroz para toda su familia. “Si nos hemos acostado sin comer, esta semana dos veces. Esto es lo peor que me ha pasado, por eso me siento tan mal, no quiero ver más a mis hijos así”, expresa Haisel.
Dormir es una tarea difícil para esta familia pues tienen que acostarse hasta cinco personas en una cama individual y una matrimonial. La escasez de jabón no ha permitido que Haisel lave la ropa pues tiene una montaña de prendas acumuladas en una esquina de la habitación. Asegura que sus hijos usan la ropa varias veces y se bañan solo con agua, a veces ni ellos mismos soportan el olor y la insalubridad. “No hay más nada que hacer, o nos bañamos o comemos”, dijo a Radio Fe y Alegría.
Heisel ha llegado al punto de pedir dinero en la calle para alimentar a sus hijos, a veces la ayudan y otras veces no. “Para qué negarlo, si me ha tocado”, dice con resignación.
A Niobis Alvares, de 63 años de edad, abuela de los niños y madre de Heisel, también le ha tocado trabajar y aportar algo de dinero a su casa. “Trabajo en una mesa con una señora me ayuda con huesitos. Me da cinco mil bolívares y con eso le hago algo a los muchachos”, comenta la abuela.
Asegura que lo más difícil es verlos levantarse en la mañana y llorar de hambre.
La caja de CLAP sólo le ha llegado dos veces en lo que va de año a esta familia. Heisel asegura que no le alcanza pues deben repartir la comida entre 12 personas. La comida que más le rinde es el arroz y lo hace “sopuo”.
La abuela de los niños señala que el consejo comunal ha borrado toda esperanza pues se ha inscrito en diferentes ayudas sociales como la pensión de los abuelos, madres del barrio, carnet de la patria y de ninguno ha recibido ayuda.
Vía ElNacional