"El que manda debe oír, incluso las verdades más duras", dijo Simón Bolívar, quien liberó gran parte de América del Sur del dominio español. Los líderes de Venezuela hoy en día, que colocan a Bolívar como su inspiración, ignoran su discurso.
La economía de Venezuela se contrajo en casi un 19% el año pasado, de acuerdo con una estimación anticipada por parte del Banco Central. Eso sería malo incluso para una nación en guerra, que no es Venezuela. La inflación fue del 800%. La escasez de alimentos y medicamentos están causando hambre y saqueos. La mortalidad infantil se ha disparado. Caracas es la capital con la tasa de homicidios más alta del mundo.
Los líderes de la Revolución Bolivariana están con los oídos cerrados a esas verdades. El Banco Central no ha publicado oficialmente las cifras sobre el crecimiento económico o la inflación desde inicios de 2016. Después de la filtración, Nicolás Maduro, quien asumió el poder en 2013, despidió al Presidente del ente emisor. Su sucesor debe "luchar contra las mafias nacionales y extranjeras que atacan nuestra moneda", dijo Maduro. No existen tales mafias, el gobierno del Sr. Maduro es el culpable de la situación de Venezuela, afirma The Economist.
Sus controles sobre los precios de las divisas y bienes básicos han creado escasez, racionamiento y la inflación. En el mercado negro, el bolívar vale menos que una de tres centésimas de su tasa oficial. Las Fuerzas Armadas, que supervisan la distribución de alimentos, son los mayores especuladores de la escasez. La reducción a la mitad desde 2014 del precio del petróleo, casi el único producto de exportación, han causado un gran endeudamiento.
El último acto del régimen venezolano fue la celebración de elecciones parlamentarias en 2015. La oposición ganó, y en teoría terminó 16 años de monopolio del poder de los chavistas . Desde entonces, el Sr. Maduro ha dejado de lado el Parlamento y sus intentos de removerlo de su cargo por medios constitucionales han sido bloqueados. El Consejo Nacional Electoral ha frustrado un referéndum para recortar su mandato, que seguramente habría perdido.
Puede leer la nota completa de The Economist aquí