La jihad ya no busca profesionales ni exige pruebas de fe. Una nueva clase de soldados del terror alarma a los servicios de seguridad occidentales: jóvenes autodidactas, de vocación religiosa difusa, sin preparación militar, que actúan por cuenta propia y se radicalizan en tiempo récord a través de Internet.
Estado Islámico (EI) los inspira, pero no los dirige. El atacante del camión en Niza, el tirador de Orlando y el refugiado afgano de 17 años que el lunes pasado intentó matar gente con un hacha en un tren alemán encajan con un perfil criminal cada vez más habitual y, al mismo tiempo, muy difícil de detectar. Es la nueva normalidad.
Se trata de un contexto escalofriante que explica el pánico generalizado desatado anteayer en Munich, cuando un alemán-iraní asesinó a balazos a nueve personas en el centro comercial Olympia.
Más notas para entender este tema El grupo jihadista no se toma respiro: dos suicidas provocaron 80 muertos en Kabul Resultó casi una sorpresa que en Munich no se hallaran indicios de una motivación jihadista del atacante, un joven de 18 años obsesionado con las matanzas masivas.
En Europa y Estados Unidos los gobiernos se resignan a que costará frenar la ola de ataques aleatorios sobre blancos desprotegidos cometidos por suicidas que volaban bajo el radar. Y que, para colmo, parecen envalentonar a imitadores cuando consiguen conmocionar al mundo.
La Oficina Europea de Policía (Europol) trazó en un reporte publicado este mes una semblanza de los terroristas solitarios que refleja cambios en el modus operandi de EI. Entre las conclusiones destacó que crece la participación en ataques de personas con antecedentes de enfermedades mentales; que los procesos de radicalización, que solían llevar años, se aceleran, y que el componente religioso es menos preponderante. "Los kamikazes se ven a sí mismos más como héroes que como mártires del islam", advirtió.
A simple vista estos jihadistas exprés pueden ser lo opuesto al estereotipo de un musulmán devoto. Mohammed Lahouaiej Bouhlel, el tunecino que mató a 84 personas en Niza, bebía alcohol, tenía una vida sexual desenfrenada, golpeaba a su mujer y no frecuentaba la mezquita.
La investigación reveló que llevaba meses preparando el golpe, pero no halló lazos con miembros de EI. La policía alemana también descubrió tarde la simpatía de Mohammed Riad, el afgano del hacha.
" Los casos recientes aún se investigan . Pero desde tiempo atrás se ve claramente que los procesos de radicalización se aceleran", explica Luis de la Corte, director de Estudios Estratégicos y de Inteligencia de la Universidad Autónoma de Madrid, y miembro del Observatorio Internacional de Estudios sobre el Terrorismo.
En la raíz de esta tendencia identifica el giro de los grupos terroristas hacia un modelo de resistencia civil. Las organizaciones dejan de dedicarse sólo a reclutar y ejecutar y asumen la función paralela de inspirar a simpatizantes con los que no tienen vínculos directos. "De ese modo se abren a antisociales y a desequilibrados, que en una estructura terrorista tradiciona l suelen ser un problema -indica De la Corte-. La dinámica de radicalización cambia: se favorece que sea más rápida y autónoma, con un papel mucho más protagónico de Internet. Al mismo tiempo se suma un desafío para las fuerzas de seguridad, porque cuanto más autista es ese proceso más difícil se hace anticiparse a las amenazas."
Manuel Torres, director del curso de Análisis del Terrorismo en la Universidad Pablo de Olavide, apunta que el volumen y la apelación emotiva de la propaganda de EI facilita la conversión acelerada de gente que busca una causa para canalizar sus deseos de violencia. "No es contradictorio que el llamado de EI atraiga a individuos que se sienten malos musulmanes -opina-. Por el contrario, la violencia jihadista se les ofrece como una vía rápida de expiación."
La maquinaria de comunicación de EI desarrolló una marca y trabaja con un concepto "profesional". El grupo administra 34 productoras audiovisuales que adaptan a diferentes públicos sus mensajes, cargados de imágenes explícitas de atrocidades y llamados a matar infieles. Tienen una agencia de noticias, revistas, emisoras de radio y miles de activistas en Twitter. Es un "imán para psicópatas", dice el experto en terrorismo Michael Jenkins, del centro de investigación Rand. "La radicalización puede darse a mucha velocidad -pocos meses o incluso semanas- en jóvenes con problemas mentales y que atraviesan una crisis existencial".
Los aspirantes a jihadistas traban relaciones en las redes sociales y se comunican por WhatsApp o Telegram. A los brasileños que planificaban un ataque durante los Juegos Olímpicos se los descubrió a partir de intervenir sus comunicaciones. No se halló por ahora un nexo con la dirección de EI, más allá de que habían jurado lealtad al autoproclamado califa Abu Bakr al-Baghdadi.
Expertos consideran que se debe investigar si el papel de EI en estos ataques se reduce a la inspiración. "La capacidad del grupo de usar agentes alrededor del mundo deja abierta la opción de que existan lazos aún no descubiertos entre el comando central y atacantes que a simple vista parecen actuar por su cuenta", opina Nathaniel Barr, investigador de la consultora de seguridad Valens Global.
Pero por mucho que se discuta si EI maneja a los lobos solitarios es evidente que esos ataques encajan en la estrategia inclusiva del grupo. Es una doble vía: golpear por un lado con atentados de preparación centralizada y, por otro, con el aliento a simpatizantes dispersos.
Abu Mohammed al-Adnani, principal vocero de EI, había convocado en mayo a través de Internet un Ramadán sangriento. Llamó a los seguidores a matar con lo que tuvieran a mano: vehículos, cuchillos, pistolas o piedras. En Orlando (49 muertos) y en Niza (84) consiguió lo que nunca: atentados de baja sofisticación y altísima capacidad destructiva. Muy simbólicos, de impacto global y a costo cero para una organización que atraviesa dificultades serias en el territorio que controla en Siria e Irak.
Ese éxito plantea un desafío adicional, alerta Torres: "Los ataques autónomos suelen ser poco eficaces. Pero cuando se consigue tanto daño con métodos tan rudimentarios el peligro de un efecto imitación se potencia".
Las señales que pueden advertir la radicalización El gobierno francés publicó algunos comportamientos que pueden alertar el cambio
Sospechan de sus viejos amigos y los consideran "impuros"
Dejan las actividades deportivas que son mixtas
Usan otra vestimenta, en particular las mujeres
Dejan de ver TV ?y de ir al cine porque pueden ver imágenes que están prohibidas
Visitan asiduamente sitios y redes sociales de carácter extremista
De repente cambian sus hábitos alimentarios
Dejan de escuchar música, ya que los desvía de su misión
Abandonan la escuela o la formación profesional
Rechazan a sus familiares
Con Información de: La Nacion