Además del medio millón de cuentapropistas con licencia, existen en la isla entre 200.000 y 300.000 personas que tienen negocios ilegales. Al no pagar gravámenes, ganan más dinero, pero se exponen a sanciones penales.
Hace unos años, a varios socios de Arturo se les descompensó la presión arterial cuando les notificaron que el Estado prohibía negocios privados como los cines 3D y las tiendas de ropa. Pero otros emprendedores aprovecharon la derogación para comenzar a operar en la clandestinidad.
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Es una simple puerta giratoria la que determina cuáles negocios son legales o ilegales.
“De toda la vida, en Cuba han existido bisnes por la izquierda. A finales de los años 80 yo comencé a vender pan con bistec de res a diez pesos y cerveza a dos en un solar del barrio de San Leopoldo. Hice un baro largo. A la par compraba dólares, entonces prohibido por la ley, a cuatro pesos y luego mediante un estudiante africano becado en la Isla, adquiría ropa, calzado, electrodomésticos y equipos de música en las tiendas por divisas para extranjeros. El negocio era clandestino y corría riesgos. Si te pescaba la policía, te sancionaban a cuatro o cinco años en el tanque. Pero las ganancias eran grandísimas”, indica Arturo, un comerciante ilegal que ha vivido de lo que se cae del camión.
Arturo fuma un mocho de tabaco mientras en un televisor de pantalla plana observa un partido de béisbol de la Serie del Caribe. Bebe un sorbo de café y aporta más detalles.
“Por la izquierda es mejor. No tienes que pagar un centavo de impuesto y debido a la inflación y carestía de la vida en Cuba se gana un buen billete. Eso sí, tienes que mojar con dinero a policías, inspectores y las veinte mil vírgenes, pa’ que viren la cara para otro lado. En los años 70 y 80 era más difícil escapar de la vigilancia policial y la chivatería de los CDR. Ahora no. La corrupción es absoluta. Con dinero en mano, casi todo se resuelve”, acota Arturo, quien lo mismo vende tazas de inodoro y leche en polvo que sacos de cemento cola robados de almacenes estatales.
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“Siempre vendo más barato que en la shopping (tiendas por divisa)”, dice. Aunque no hay una cifra exacta de la cantidad de personas que en el país ejercen negocios clandestinos, Octavio, empleado de la oficina estatal que fiscaliza el trabajo por cuenta propia (ONAT), cree que “además del medio millón de cuentapropistas con licencia, existen de 200.000 a 300.000 personas que tienen negocios ilegales y evaden el fisco. Quizás sean más”, opina el empleado estatal.
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