Es un hecho. La guerra más larga que Estados Unidos ha emprendido en toda su historia llegó a su fin. Este pudiera ser otro artículo sobre el acierto o desacierto del retiro de tropas de Afganistán. Pero ya se ha escrito mucho al respecto.
Alejando Armas/ El Político
Además, como la decisión no será revertida, vale más la pena pensar en lo que viene. Quizás la pregunta que más inquieta a las personas al rededor del mundo es: ¿Un Afganistán de nuevo en manos de los talibanes será una amenaza para otros países y sobre todo para Estados Unidos?
La respuesta a la pregunta radica en cómo querrá el nuevo régimen fundamentalista relacionarse con el resto del mundo. Esta es una cuestión que no está del todo clara y que necesita más tiempo de estudio. Pero hay algunas pistas que podemos observar hoy mismo. Veamos.
Algunas pistas sobre los talibanes
Lo primero que hay que tener en cuenta es que los talibanes no son un grupo con aspiraciones de exportación de su doctrina política y religiosa. Es decir, no buscan dominar el mundo para que su visión del islam se universalice. A diferencia de otros grupos yihadistas como el Estado Islámico de Irak y Siria (ISIS). Ellos se conforman con gobernar su país.
El problema durante su primer período de dominación de Afganistán, entre 1996 y 2001, es que permitieron que el territorio de la nación fuera refugio y centro de operaciones para grupos terroristas. Los cuales sí tienen esas aspiraciones y se consideran a ellos mismos en un conflicto existencial contra Occidente. Así como a todo lo que no se adhiera a la ortodoxia musulmana más estricta.
El caso más notable fue el de Al-Qaeda. De ahí que Washington decidiera invadir Afganistán justo después del ataque a las Torres Gemelas y el Pentágono.
Otro mundo geopolítico
Hoy el panorama es muy distinto. No solo porque Al-Qaeda es mucho más débil que en aquel entonces. Luego de pasar dos décadas luchando para regresar al poder, los talibanes pudieran juzgar que más les conviene asumir una actitud cautelosa y abierta a tratar con el resto del mundo.
Ahora que no son solo rebeldes enfrentados contra el gobierno, sino que son el gobierno, los talibanes tendrán que satisfacer un conjunto de necesidades de la población, en el contexto de una economía devastada por dos décadas de guerra.
Les urge tener recursos para proveer bienes y servicios esenciales. Recursos que en el país son muy escasos, así que necesitan ayuda internacional. Ayuda humanitaria de la que proveen las Naciones Unidas y organizaciones no gubernamentales.
También acceso al sistema financiero internacional para manipular la liquidez que requiere la compra de bienes de consumo vitales y material para la construcción de infraestructura de servicios. En ese sistema financiero, Estados Unidos tiene una influencia enorme.
Ciertamente, cuando los talibanes tomaron el poder por primera vez, el contexto socioeconómico también era de devastación y mucha necesidad. De hecho, aquella vez la ONU y varias ONG ofrecieron su ayuda. Pero su relación con los talibanes, que desconfiaban de ellas, siempre fue tensa. En 1998, tanto los agentes de la ONU como las ONG se marcharon.
Pero, de nuevo, los talibanes ya vivieron la amargura de perder el poder y el esfuerzo titánico que requirió recuperarlo. Nada es seguro, pero esta vez podrían estar más dispuestos a cooperar con los proveedores de ayuda para evitar una hambruna. La desesperación y el descontento de las masas son una amenaza para un régimen que apenas se está consolidando.
Talibanes necesitan a sus vecinos
Pensando en un entorno más próximo al propio Afganistán, a ninguno de sus vecinos le conviene que el país brinde apoyo a grupos radicales que comprometan el control sobre sus respectivos territorios. Ni a Irán ni a Pakistán.
Tampoco a China, dentro de cuyas fronteras está el Xinjiang, una región habitada mayoritariamente por uigures musulmanes que se sienten colonizados y oprimidos por los intentos de Beijing de suprimir su cultura. Tal vez por eso China fue de los primeros Estados en reconocer a las nuevas autoridades afganas y en ofrecerles ayuda económica.
Es más, los propios talibanes ahora tienen que lidiar con otros extremistas islámicos en su territorio. Es el caso del Estado Islámico de Irak y Siria – Provincia de Khorasan (ISIS-K), una rama de ISIS activa en Asia central y meridional. Rivalizan con los talibanes y se les atribuye el ataque terrorista en el aeropuerto de Kabul que dejó 170 muertos, incluyendo a 13 soldados norteamericanos. El Pentágono se ha mostrado abierto a colaborar con los talibanes en la lucha contra este enemigo común.
Hay mucha incertidumbre y cualquiera de estos elementos puede cambiar en los próximos meses, por no hablar de semanas. Pero por ahora, los indicios sugieren que los talibanes se abstendrán de hacer cosas que los hagan ver como amenaza mundial, lo cual no los exime de prácticas brutales dentro de Afganistán. Claro, de todas formas tendrán que mantenerse muy atentas las agencias de inteligencia de los países vecinos y de aquellos países occidentales que el extremismo islámico considera como blancos de sus ataques.