No hay obstáculo en la vida que una mujer no haya demostrado con creces que pueda superarlo, ya sea una actividad física o intelectual, y ser madre y trabajar fuera de casa tampoco es una tarea sencilla. Sin embargo, y por desgracia, continúa siendo muy común que la mujer sacrifique uno de los dos roles o llegue a la extenuación, sin término medio, por desempeñarlos bien.
Se ha celebrado el Día de la Madre en numerosos países de América coincidiendo con otros muchos del resto de continentes (Alemania, Australia, Austria, Bélgica, Canadá, China, República Checa, Dinamarca, Estonia, Finlandia, Alemania, Hong Kong, Italia, Japón, Letonia, Malta, Países Bajos, Nueva Zelanda, Filipinas, Singapur, Eslovaquia, Suiza, Taiwán, Turquía, Estados Unidos…), así que es una buena oportunidad para reivindicar el papel de las madres trabajadoras dentro y fuera del hogar.
El Día de la Madre supone el reconocimiento al trabajo más duro y difícil: criar, educar y acompañar a los hijos durante toda la vida, y por ese motivo todos los días deberían honrar a quien nos trajo al mundo. Sin embargo, la reivindicación y el reconocimiento en este día está más enfocado hacia la igualdad de derechos, el reparto de tareas y hacia la conciliación laboral y familiar.
Lo que se ha venido en denominar “la eterna jornada de las madres” o “la jornada interminable” no es más que la definición de lo que tienen que asumir las mujeres al incorporarse al mercado laboral sin dejar las cargas familiares que, histórica y socialmente, les vienen impuestas por tradición.
Esas cargas familiares son las que suponen un lastre y un muro profesional para un elevadísimo porcentaje de mujeres, al que las desigualdades estructurales en aspectos como el acceso al trabajo, el salario, la promoción y el desarrollo profesional se le suma otro factor discriminatorio: el embarazo primero y la maternidad después.
Precisamente el lema de la ONU para conmemorar el Día Internacional de la Mujer de este año fue ‘Las mujeres en un mundo laboral en transformación: hacia un planeta 50-50 en 2030’, haciendo referencia a una división más justa del trabajo y a una distribución equitativa de las tareas en el hogar. El documento de Naciones Unidas establece que “apenas el 50% de las mujeres en edad de trabajar está representada en la población activa mundial, frente a un 76% en el caso de los hombres”.
En la sociedad latinoamericana se ve como una situación normal que la mujer sea la responsable de las tareas domésticas, incluyendo el cuidado de la familia, mientras que los hombres ‘colaboran’ porque siguen siendo los que aportan los ingresos principales. Pero esta ‘normalidad’ es errónea porque la distribución de tareas continúa siendo desigual cuando la mujer pasa a ser el principal sostén del hogar.
Por este motivo, tanto la sociedad como los organismos de derechos humanos continúan demandando la creación de nuevos modos de organización familiar y laboral, con normas que permitan a las mujeres desarrollar sus carreras sin verse obligadas a elegir entre su trabajo y su familia.
Por tanto, las políticas sociales y de igualdad de género son dos desafíos que se unen a los de la educación y erradicación de la pobreza en la línea con los Objetivos de Desarrollo del Milenio, ya que la tasa de actividad femenina en América Latina y el Caribe se estancó hace una década en el 52%, mientras que los embarazos adolescentes continúan en aumento en buena parte del continente según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).
Y es que resulta tan importante el desarrollo personal y profesional de las madres como la educación y las oportunidades que tengan para elegir libremente esa maternidad las cientos de miles de adolescentes y jóvenes que quedan embarazadas cada año y que deben asumir una responsabilidad de mujeres adultas cuando aún no han dejado de ser niñas.
La maternidad no tendría que ver con estatus sociales, roles económicos, ni mucho menos con los niveles de educación de las mujeres. Por ese motivo, celebrar el Día de la Madre es reconocer su indispensable labor en la sociedad, su valentía y reconocerle su derecho a desarrollarse personal y laboralmente con la ayuda del resto de la sociedad.
Con información de El País.