El remanso de paz del Palacio de Alvorada no expresa el turbulento momento político de Brasil. Tampoco la actitud calma y sonriente de Dilma Rousseff, Presidenta apartada del cargo desde mayo. No parece estar viviendo un proceso de impeachment que inicia su fase final. Mañana la comisión del Senado votará probablemente a favor del documento redactado esta semana. El plenario juzgará a partir de este texto a finales de agosto si Rousseff cometió un crimen con sus maniobras fiscales y si, por tanto, interrumpe definitivamente y hasta 2018 su mandato, ocupado por Michel Temer de manera interina. Para que eso suceda, dos tercios del Senado deben votar por su cese.
Amplios jardines, el edificio curvilíneo de vidrios espejados diseñado por Oscar Niemeyer, una gran y límpida piscina, avestruces y pavos reales en medio de la soledad interrumpida por algunos pocos turistas y los vigilantes y asesoras del palacio de Brasilia. No es el escenario de una tormenta política, sino del aislamiento de una Presidenta que está al borde del abismo y que concedió una entrevista el lunes a La Tercera, en la que también abordó asuntos relacionados con Chile.
¿Cree usted que, al momento de ser suspendida de su cargo, faltó un rechazo más fuerte por parte de sus aliados en la región, como la Presidenta Michelle Bachelet, por ejemplo?
No esperaba nada, porque el proceso aún no ha terminado. No puedo pedir a los gobiernos manifestaciones de un proceso que no ha ocurrido.
¿Se ha comunicado con Bachelet tras la suspensión de su cargo?
No.
¿Cómo es su relación ella?
Es buena, pero ahora mismo estoy en un momento más interno que de relación con otros jefes de Estado.
El ex director internacional de OAS, Augusto Uzeda, reconoció que entre junio y noviembre de 2013, la compañía brasileña le donó a Marco Enríquez-Ominami el uso de un avión privado para su campaña presidencial. ¿Estaba usted enterada de ese caso o de la intervención de empresas brasileñas en el financiamiento de campañas políticas?
No. No tenía ni la menor idea de que eso sucedió. Es la primera vez que escucho hablar de ello.
¿Cómo afronta las próximas semanas, ahora que ya han presentado las alegaciones finales y que este mes el Senado decidirá si la destituye o no?
Soy optimista por definición. Creo que mucha gente se ha dado cuenta de que ha sido engañada con el impeachment y esa sensación de la sociedad se traslada también al Senado. Estamos en una fase intensa, ahora empieza el proceso final. He hablado con algunos senadores y también participo activamente en la defensa. No redacto, pero sí leo todas las piezas. En el proceso de juicio compareceré de nuevo, ya veremos en qué circunstancias.
El ambiente que se respira no va en la línea de que usted logrará revertir la situación.
Los grandes medios intentan dejar claro que el impeachment ya ha tenido lugar, pero no es así, aún soy la Presidenta. Como los grupos y personas que defienden el golpe están mejor representados por los medios, tienen más condiciones de exteriorizar ese sentimiento. Muchos de los que votaron a favor del impeachment lo que querían era que se frenaran las investigaciones contra el caso Lava-Jato. Y el gobierno interino está tomando medidas contra derechos sociales, como la jubilación o el despido. Mucha gente se siente engañada. El impeachment ya no consigue movilizar como antes, como se vio con el escaso tamaño de las marchas del pasado viernes.
¿Por qué no aceptó asistir a la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos?
Imagina que vas a dar una fiesta, trabajas durante varios años para la fiesta, montas las condiciones, colocas la iluminación, llamas a la prensa. Y el día de la fiesta alguien llega, toma tu lugar y se apropia de la fiesta y te dice: “Puedes ir, pero no puedes entrar al salón principal”. No creo que sea apropiado que la Presidenta apartada asista a una ceremonia cuyo maestro de ceremonias es un Presidente ilegítimo. En esta historia de los Juegos, yo soy la Cenicienta, la invitan a la fiesta, pero se tiene que ir antes, vive en las cenizas.
¿Cómo calificaría la actitud de Temer al participar del proceso de impeachment y ocupar la Presidencia interina tras su suspensión?
Sobre todo lo considero un usurpador, más incluso que un traidor. Conspiró para el golpe. Se alineó con el ex presidente de la Cámara (Eduardo Cunha) en un proceso de impeachment que fue conducido de forma poco ética conmigo y con la población.
Y si es todo tan injusto e incluso ilegal ¿Por qué el Congreso mayoritariamente apoyó a Cunha y Temer con el impeachment y no a usted?
No estamos en un régimen parlamentarista donde el Legislativo puede cesar al Presidente por una falta de confianza o mala gobernanza. Si no hay crimen, y no lo hay, no se puede abrir el proceso de impeachment. Cunha convenció al Congreso seguramente porque tenía más recursos que el Ejecutivo para ello. Pagó sus campañas y cometió otras irregularidades denunciadas por el fiscal general. En Brasil sucede algo curioso: el Ejecutivo suele ser más progresista que el Legislativo. No es de ahora. Sucedió con Getulio Vargas, Kubitschek o Goulart. El 17 de abril de 2016, se votó en la Cámara el impeachment y las escenas, que están grabadas, son sorprendentes. Primero, porque en ningún momento el centro de la cuestión gira en torno de las razones del impeachment. Se alegaban razones diversas, hubo quien votó por su madre, por su padre, por la familia… Y hubo quien votó contra la corrupción y poco tiempo después estaba siendo procesado por corrupción.
¿El Supremo no habría frenado el proceso si fuese inconstitucional?
Todavía no hemos pedido al Supremo que vete el mérito del impeachment, es un recurso que haremos cuando creamos que sea oportuno, si es necesario, porque el juicio aún no se ha llevado a cabo.
Siempre se le acusa de no haber sido capaz de negociar políticamente, especialmente con el Congreso.
Sólo se podía negociar con el Congreso, en especial con la Cámara, cediendo a unas peticiones que no eran republicanas, no beneficiaban a la mayoría de los brasileños. Así no se puede negociar. La agenda del ex presidente de la Cámara (Eduardo Cunha), que fue alejado por tener cuentas en Suiza y haber lavado dinero, no coincidía en absoluto con la del gobierno. A pesar de que su partido hasta entonces era de centro democrático, él es extremamente conservador en términos de valores de la sociedad, ultraliberal en lo económico. Además, sus negociaciones pretendían beneficiar a sectores con gran poder económico. Sus posiciones ni siquiera representan los avances de iglesias como la católica.
El jueves pasado, Lula fue imputado por obstrucción a la justicia. ¿Usted sigue defendiéndolo?
Yo creo Lula es un hombre íntegro y correcto que ha sido objeto de una persecución. Y por las encuestas que hemos visto, es un candidato fuerte para las elecciones de 2018. No creo que Lula vaya preso. Si es detenido, habrá una gran conmoción en el país. El Presidente Lula va a saber responder a las acusaciones correctamente y así va a mostrar su compromiso con la justicia del país.
Muchos desconfían de que usted, muy próxima a Petrobras y que ocupó la Pesidencia y previamente la Casa Civil, no supiera nada sobre la corrupción que tuvo lugar en torno a la petrolera.
Le han dado la vuelta entera a mi vida, de lado a lado, y no han encontrado nada que me relacione con actos corruptos, ni tampoco cuentas en Suiza. Es extraño que se me pregunte a mí y no a otras instituciones muy próximas a Petrobras, como las auditoras, si sabían o no sobre corrupción. Lo que vale para ellas vale para mí: La corrupción se lleva a cabo de manera escondida. Y si se ha descubierto este escándalo es por las leyes que Lula y yo creamos. Con nuestras leyes, el fiscal general dejó de ser designado por el Presidente y de archivar sistemáticamente los casos de corrupción, la policía federal ganó fuerza y seguridad y, por último, empezamos a castigar a los corruptores. También implantamos el sistema de delación premiada, que está permitiendo descubrir todo el entramado del caso Lava Jato.
¿No se siente un poco sola viviendo y trabajando el día entero aquí, en un palacio tan grande?
Desde luego no es un lugar pensado para vivir, pero estoy obligada a ello. El palacio no es exactamente donde yo vivo, tengo un pequeño apartamento afuera, un espacio que al ser más pequeño resulta más familiar. Antes apenas estaba aquí, pero ahora ejerzo mi actividad aquí dentro. Como cualquier palacio, no es muy acogedor.
Con información de La Tercera