Se nota que la reciente derrota en los comicios para la gobernación de Virginia y en otras elecciones asustó al Partido Demócrata en EEUU. Lo vieron como un posible adelanto de las parlamentarias de 2022 o hasta de las presidenciales de 2024, en las que los republicanos pudieran salir airosos.
Alejandro Armas / El Político
De cara a un evidente descontento entre los votantes, los demócratas se vieron en la necesidad urgente de tomar medidas para recuperar apoyo. Apenas tres días después de la noche electoral, la Cámara de Representantes, en la que son mayoría, aprobó una ley de gasto en infraestructura que llevaba meses estancada debido a rencillas dentro del propio partido.
Esto representa una concesión importante por parte del ala más izquierdista del partido, que se ha sentido últimamente más poderosa que nunca. Un capítulo más en la historia por el control de una de las dos organizaciones hegemónicas en la política estadounidense.
Unos cedieron más que otros
Tan pronto como se supo que los republicanos ganaron la gobernación de Virginia y otros cargos a lo largo y ancho del país, las facciones moderada e izquierdista del Partido Demócrata intercambiaron señalamientos de culpa. Para los primeros, el partido se ha movido demasiado hacia la izquierda en varios asuntos, lo cual ha ahuyentado a los votantes. En cambio, sus rivales sostienen que no entusiasmar a los ciudadanos con cambios radicales es lo que produjo la caída.
Pero hay señales de que, en privado, el ala izquierdista fue la que decidió retroceder. Después de todo, el último triunfo republicano partió de una reacción al tipo de medidas o propuestas más afines con los demócratas radicales, en materia de educación, seguridad, etc. Por lo tanto, es más fácil para las voces amigas de la templanza subir el tono.
La propia ley de infraestructura que se acaba de aprobar era parte del conflicto interno en el partido. Los izquierdistas (o “progresistas”, como también se les llama en Estados Unidos) se negaban a darle el visto bueno si no ocurría en simultáneo con otra ley de gasto, mucho más amplia y destinada a proyectos de Estado del Bienestar, lucha contra el cambio climático, etc. A su vez, los moderados rechazaban esta propuesta por su precio abultado, entre otras razones.
Ya que los demócratas tienen mayorías de mínimo margen en ambas cámaras del Congreso, ninguno de los dos proyectos de ley podía ser aprobado sin el apoyo de las dos facciones. Por ende, ambas se quedaron estancadas. Esta falta a la promesa del partido de lograr grandes beneficios para la ciudadanía, luego del caótico gobierno de Donald Trump, ha reducido considerablemente la popularidad de la administración de Biden.
Por todo lo anterior, es notable que, tan pronto como los votantes en Virginia y otras partes del país confirmaran ese descontento, los progresistas depusieran sus objeciones a la ley de infraestructura. De los 95 miembros del caucus de izquierda en la Cámara de Representantes, solo seis votaron en contra.
A cambio, los progresistas solo obtuvieron un compromiso, por parte del ala moderada, de apoyo a la ley más costosa luego de que un comité no partidista la evalúe y garantice que no será onerosa para la economía nacional. Cabe esperar que insistirán en el cumplimiento de lo acordado, pero ya perdieron su principal herramienta de presión (retener la ley de infraestructura). Esa pérdida es notable e indicativa del rumbo que el partido tomará luego de evaluar su derrota electoral.
¿Muy tarde?
Ahora bien, asumamos que el proyecto de ley de Estado del Bienestar también es aprobado, y que ambos gastos surten un efecto rápido y palpable. Uno pudiera concluir que la surte de los demócratas mejorará y que podrán mantener su mayoría parlamentaria en 2022.
No necesariamente será así. Es bastante común en la historia estadounidense el partido de oposición al Presidente se haga con el Congreso a los dos años de su gobierno. Pasa incluso con presidentes populares que luego son reelectos.
Está por ejemplo el caso de Barack Obama. Antes de los comicios parlamentarios de 2010, ya había hecho realidad su proyecto más ambicioso: la Ley de Cuidado de Salud a Bajo Precio. Además, la economía mostró signos de recuperación luego de la crisis inmobiliaria de 2007-2008. Aun así, los republicanos obtuvieron la mayoría en la Cámara de Representantes.
Pero que este fenómeno sea una regularidad histórica no significa que su repetición sea inocua para los demócratas. La polarización en Estados Unidos ha llegado a niveles atípicos en años recientes. La tendencia hacia el extremo es sobre todo pronunciada en el Partido Republicano. Así que un Congreso controlado por la oposición bien pudiera ser la muerte de los planes de Biden.