Las pocas y aisladas protestas realizadas hoy por movimientos sociales brasileños en momentos en que el país está en la mira de todo el mundo prácticamente no incomodaron la ceremonia inaugural de los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro 2016 y ni se aproximaron al legendario estadio Maracaná.
Una de las dos grandes manifestaciones, convocada por movimientos que se oponen al presidente interino de Brasil, Michel Temer, reunió a unas 3.000 personas en la playa de Copacabana, y la otra, con militantes contrarios a los Juegos, tan sólo atrajo a unas 500 personas a una plaza ubicada a unos dos kilómetros del Maracaná, escenario de la ceremonia inaugural.
Los segundos fracasaron en su intento de marchar cerca del estadio y pasaron desapercibidos entre las 80.000 personas reunidas en el templo del fútbol brasileño, mientras que los primeros tan sólo consiguieron que los organizadores cambiaran el recorrido de la antorcha olímpica.
La escasa movilización, el bajo ruido y la poca atención que despertaron en la prensa brasileña contrastaron con las movilizaciones previas a la Copa de las Confederaciones de 2013 y al Mundial de fútbol Brasil 2014, que llegaron a poner en jaque a las autoridades de diferentes ciudades.
Las protestas de entonces movilizaron a millones de brasileños en cientos de ciudades que marcharon contra la corrupción, un aumento en las tarifas de autobuses y el uso de recursos públicos en la construcción de millonarios estadios de fútbol.
"No habrá Mundial", era el grito en la época de los militantes en decenas de protestas que terminaron con violentos choques con la policía, centenas de detenidos y heridos, y cuantiosos daños en edificaciones, vehículos y mobiliario público.
Las protestas contra los Juegos Olímpicos, en cambio, no tuvieron tanto poder de convocatoria ni llegaron a asustar en una ciudad totalmente ocupada por agentes uniformados, que montaron varios anillos de seguridad alrededor del Maracaná para mantener lejos a cualquier manifestante.
El plan para garantizar la seguridad de los Olímpicos, reforzado tras los atentados terroristas de las últimas semanas en Europa y Oriente Medio, es el mayor ya desplegado por Brasil para un evento, ya que movilizó a 88.000 personas, entre policías, guardias y militares, de los que 41.000 son miembros de las Fuerzas Armadas.
Pese a ese despliegue, la manifestación contra Temer en Copacabana, la playa más emblemática de Brasil, obligó al Comité Organizador de Río 2016 a cambiar el recorrido de la antorcha olímpica pocas horas antes de la inauguración de los juegos.
Los militantes de movimientos sociales, sindicatos y partidos políticos que participaron en la protesta bloquearon las seis pistas de la avenida que bordea la playa de Copacabana, por la que pasaría la antorcha en su camino hacia el Maracaná.
Para evitar un choque entre los manifestantes y la caravana que acompaña la antorcha olímpica, los responsables por el mayor símbolo olímpico cambiaron a última hora su recorrido y prefirieron pasar por las calles internas de Copacabana.
Los manifestantes, partidarios del Partido de los Trabajadores (PT) de Luiz Inácio Lula da Silva y de la presidenta suspendida de Brasil, Dilma Rousseff, marcharon por la Avenida Atlántica para protestar contra Temer y un Gobierno que califican como "golpista".
Temer, vicepresidente de Rousseff, asumió como presidente interino el 12 de mayo cuando el Senado decidió separar del cargo a la jefa de Estado mientras la somete a un juicio político.
Un dirigente de la Unidad Popular por el Socialismo y organizador de la protesta, Esteban Crescente, explicó a Efe que, además de protestar contra el presidente "golpista", lo hicieron contra el uso de recursos públicos en los Olímpicos.
"Esta protesta es para exigir la salida de Temer, para expulsar ese gobierno golpista, y para denunciar esa calamidad olímpica instalada en una ciudad en donde hay dinero para garantizar la Olimpiada pero no hay para garantizar el funcionamiento de los hospitales y de las escuelas públicas", dijo.
El militante aclaró que los manifestantes no se oponen a los Olímpicos pero sí a que el dinero público destinado a proyectos sociales sea desviado para financiar las instalaciones olímpicas.
La otra manifestación, pocas horas antes de la inauguración de los Olímpicos en la plaza Saenz Peña, reunió a unos 500 miembros de colectivos contrarios a los Juegos y también a grupos anarquistas, vestidos con ropas negras y máscaras.
La marcha pasó por varias calles del barrio de Tijuca, escoltada por la policía y hubo varios momentos de tensión entre los uniformados y los manifestantes. Al menos un joven fue detenido por entrar a una panadería y causar alborotos durante la marcha.
El grupo denunció que los Olímpicos fueron usados como disculpa para realizar desahucios forzosos en numerosas barriadas pobres y para "militarizar" las favelas, lo que, a su juicio, ha amparado un aumento de la violencia policial contra los pobres.
"Las Olimpiadas son la gran justificación de militarización puesta en práctica por el Gobierno, que también compró armamento, tanques y aumentó los efectivos policiales. Se han gastado miles de millones en seguridad mientras el Gobierno no paga salarios y se atrasa en el pago de pensiones. Los Juegos han provocado un cambio de prioridades", denunció a Efe Mariana Werneck, del Comité Popular contra el Mundial y las Olimpiadas.
Con información de EFE