México, un país donde el 82% de sus habitantes se considera católico, discute el legado que deja Norberto Rivera como arzobispo de la Ciudad de México, la más grande del mundo. El religioso ha entregado su renuncia al Vaticano al haber cumplido los 75 años de edad, como lo estipula el derecho canónico. El papa Francisco todavía debe aceptar el retiro de uno de los religiosos más polémicos del país, algo que podría tomar meses o años. Su gestión de 22 años frente a la Arquidiócesis ha estado marcada por el encubrimiento de curas acusados de abusos sexuales. El caso más sonado es el de Marcial Maciel, el fundador de la Legión de Cristo.
“Espero que el papa aproveche la oportunidad y dé un signo de credibilidad al aceptar la renuncia rápidamente”, dice José Barba, una de las víctimas de Maciel. Barba, exmiembro de la congregación, sabe que es una “anomalía” que el pontífice acepte inmediatamente la renuncia de un cardenal. “Que se sepa que no es solo por razón de edad. Por ese motivo se va cualquiera, pero sobre este hombre pesan razones muy graves”.
Rivera llevaba dos años en el arzobispado cuando estallaron las acusaciones de abusos en la Legión de Cristo cometidos por su fundador. La deuda del arzobispo con la congregación era muy grande.
El arzobispo se ha defendido públicamente asegurando que no encubrió a nadie y que informó al Vaticano sobre 15 supuestos casos de depredadores sexuales en la Iglesia mexicana. Las víctimas, sin embargo, subrayan que no hay un solo religioso en prisión que haya pagado por los abusos. “El único detenido es el sacerdote Carlos López y no ha sido sentenciado. Tenemos hambre de justicia e indignación. ¿Cómo es posible que como institución hayamos llegado a esta atrocidad y estemos convencidos que así tiene que ser?”, pregunta Athié, que próximamente publicará un libro editado por el sociólogo Bernardo Barranco que hace un balance de la figura de Rivera.
La renuncia de Rivera abre camino a la sucesión del arzobispado más importante de México en un momento donde el catolicismo pierde terreno frente a los movimientos evangélicos.