Daniel Ortega fue reelecto para un cuarto mandato consecutivo como Presidente de Nicaragua con tres cuartos del sufragio… Luego de que los siete principales candidatos de oposición fueran encarcelados.
Los comicios fueron ampliamente considerados una farsa. Ha sido la gota que derrama el vaso en la veloz transición de Nicaragua a un régimen tan autoritario como el de la dinastía Somoza el siglo pasado. Ya en 2018 hubo indicios de la grave situación cuando estallaron protestas antigubernamentales que fueron reprimidas brutalmente. El saldo fue de cientos de muertos.
Ahora Nicaragua corre el riesgo de volverse otro Estado paria en Occidente, como Venezuela. ¿Podrá el régimen de Ortega sobrevivir semejante adversidad?
Washington toma la iniciativa
Al menos 14 países se han pronunciado en contra de las elecciones presidenciales nicaragüenses, por considerar que no fueron libres ni justas. Se trata de Canadá, Estados Unidos, Guatemala, Costa Rica, Panamá, República Dominicana, Colombia, Ecuador, Perú, Chile, Uruguay, Reino Unido, Suiza y Noruega. La Unión Europea, bloque que reúne a 27 Estados soberanos, también expresó su repudio.
Queda por ver en qué se traducirán estos comunicados, más allá de lo retórico. Estados Unidos, como país con mayor margen de maniobra para presionar, ya tomó cartas en el asunto. Esta semana el presidente Joe Biden promulgó la “Ley Renacer”, un paquete de medidas punitivas contra el gobierno de Ortega.
Según reseña el diario La Prensa de Managua, las sanciones incluyen “revisar” la participación de Nicaragua en el Tratado de Libre Comercio de Centroamérica. Este pacto incluye a Estados Unidos y a todas las naciones centroamericanas, menos Panamá. Lo mismo se hará con los préstamos de instituciones internacionales financieras a Nicaragua. Cabe recordar en tal sentido la gran influencia de Washington en el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional.
Además, EE.UU. agregó a Nicaragua a una lista de países sujetos a restricciones de visa relacionadas con la corrupción.
Estas sanciones pueden tener un impacto importante al reducir los fondos a los que el régimen de Ortega tiene acceso. Fondos que el mismo pudiera usar para mantener satisfecha a la coalición ganadora que lo mantiene en el poder. Desde organismos de seguridad hasta empresarios que vean su capacidad exportadora mermada por prohibiciones totales o barreras arancelarias. Porque a pesar de la animosidad entre sus gobiernos, Estados Unidos ha sido un socio económico importante de Nicaragua. Al menos hasta 2017 fue el principal destino de las exportaciones nicaragüenses, según datos públicos del World Factbook de la CIA.
Aunque otros países tienen menos poder de presión, la Ley Renacer buscará que Canadá y la Unión Europea coordinen sanciones con Washington.
¿Putin al rescate?
Ortega no tardó en reaccionar a la condena a la elección nicaragüense. En un discurso no exento de vulgaridades, se refirió a sus detractores internacionales como “colonialistas”. Empero, lo más seguro es que el mandatario sabía de antemano las consecuencias de sus acciones, y estaba dispuesto a hacerles frente.
El líder autoritario nicaragüense ha de haber tomado nota del parecido entre su situación y la de un aliado cercano: el chavismo. Las elecciones presidenciales venezolanas de 2018 fueron igualmente desconocidas por la mayoría de las democracias del mundo debido a la falta de condiciones justas. A partir de entonces, las sanciones contra el régimen chavista y su aislamiento internacional aumentaron considerablemente. Al punto de que medio centenar de países reconoció posteriormente al dirigente Juan Guaidó como líder legítimo de Venezuela.
A pesar de todo esto, Nicolás Maduro sigue gobernando Venezuela. No hay ningún indicio de que eso vaya a cambiar en el corto o mediano plazo. Aunque las sanciones sí han comprometido considerablemente los negocios del régimen venezolano, no lo han llevado al desmoronamiento. Ello en parte se debe a que el chavismo ha sido capaz de eludir hasta cierto punto las sanciones con la ayuda de Rusia y otros aliados. Estos canalizan las ventas de recursos naturales venezolanos controlados por el régimen hacia mercados, bajo el radar de EE.UU.
En efecto, en un ensayo de investigación de 2006, los politólogos Steven Levitsky y Lucan Way argumentan que, mediante sanciones un país fuerte puede presionar a otro más débil hacia la democratización. Pero esa capacidad merma considerablemente si otra potencia contrarresta la presión.
Rusia ha cumplido el papel de potencia salvadora en el caso venezolano. Pudiera hacerlo también con Nicaragua. El gobierno de Vladimir Putin fue de los primeros en celebrar el “triunfo” de Ortega y criticó a EE.UU. por denunciarlo. Al Kremlin solo le puede interesar que a Washington le surjan más enemigos en su propio vecindario.