El mundo actual se mueve por las inmensas transformaciones que generan cambios radicales en variados sectores de nuestras actividades. Muchas ventajosas, provocadas esencialmente por las tecnologías más recientes, empero recibe otras que desajustan.
Desde sus albores, el siglo XXI ha estado sacudido por calamidades que han estremecido los cimientos donde reposan los vínculos mundiales entre naciones, agrietándolos y reduciendo los que gobiernan la paz, tranquilidad y el progreso.
El mundo comenzó a ejecutar cambios trascendentales desde el 11 de septiembre de 2001, con el derribo de las Torres en New York, seguido por las invasiones americanas que, de inmediato, fortalecieron los frecuentes y sangrientos disturbios, así como la emigración forzada que ocurre en el Medio Oriente.
Luego vino la hasta ahora infructosa Primavera Árabe, con sus trágicas secuelas europeas, la tirantez ocasionada por el gobernante norcoreano y el enfrentamiento económico provocado por la emergencia de China a Potencia Mundial, contrarrestada por los Estados Unidos y, recientemente, el cambio provocado por la elección presidencial en los Estados Unidos, antecedido por el enorme desajuste económico ocasionado por la pandemia del virus Covid-19.
Empero, noticias que llegan de Hong Kong, Taiwan, Filipinas, al igual que de Irán, presagian indicios de conflictos internacionales, que -se espera- sean evitable.
No se puede soslayar la influencia de Hugo Chávez, al usar recursos venezolanos a enemigos de occidente, que no solo influye en las políticas de los países americanos, sino que se extendió mucho más allá, a otros continentes.
Es de obligatoria consideración el futuro de la energía, tema de profunda preocupación permanente en la política mundial. Se acepta que el carbón está disminuyendo su utilización en las plantas térmicas, por su aporte en la producción de emanaciones anti-ambientales, pero cabe preguntar el caso de China, con sus inmensas necesidades, si podrá disminuirlo.
El caso de los hidrocarburos es similar y no se avizora conclusión antes de fines de este siglo. La energía nuclear continuará su crecimiento en China, Brasil, Francia. Los renovables crecerán, pero no resolverán todos los casos.
Viene un diluvio de transformaciones, sobre todo en América Latina, donde la economía está fallando y cuyas inmensas desigualdades presagian el aumento en enfrentamientos de muchos órdenes. Lo hemos visto en Chile y continúan en Ecuador, Brasil y Colombia. En todos hemos visto turbas destructoras manipuladas políticamente, o guerrillas urbanas.
Con respecto a la política nacional venezolana, la situación desesperante en la cual sobrevive el pueblo venezolano desde hace años, obliga a intuir que no debería tardar mucho un cambio, esperemos que sea para resolver problemas.
Indudablemente no tiene porqué visualizarse un futuro negativo, la historia nos recuerda que luego de grandes tragedias aparecen períodos de grandes cambios positivos, ha ocurrido varias veces, pero será un futuro muy difícil, especialmente en lo económico, promovido por las secuelas del Covid-19, cuyo fin no se avizora a corto plazo.
Sin embargo, estos días navideños motivan peticiones de esperanza, de buenos deseos para todos sin excepción, y de nuestra exclusiva parte: una rogatorias por la paz mundial.