La batalla del techo de la deuda de 2023 estuvo llena de ruido, amenazas, furia y reclamos. Pero como dice la conocida frase: "la sangre no llegó al río".
Mario Beroes/El Político
Quizás lo que mejor detalla el acuerdo alcanzado anoche en el Senado de los Estados Unidos, es la frase del presidente Joe Biden: "un acuerdo donde nadie obtuvo lo que quiso; por lo tanto es un buen acuerdo."
Y es que ni los republicanos, como tampoco los demócratas, consiguieron todo lo que aspiraban lo que indica lo preciso del mismo, más tomando en cuenta que el tiempo corría en contra de dichas negociaciones.
Por qué es importante llegar a un acuerdo
A pesar de la acalorada retórica en las conversaciones sobre el impago, el presidente Joe Biden y el presidente de la Cámara de Representantes Kevin McCarthy llegaron a un acuerdo presupuestario relativamente normal alcanzado con la ayuda de un plazo inminente.
Ninguna de las partes consiguió todo lo que quería. En términos nominales, el gasto interno se mantendrá cerca del statu quo, lo que supone un recorte si se tiene en cuenta la inflación, según detalla el portal Vox.com.
Sigue siendo un acuerdo con más concesiones, según vox.com, de las que esperaban los republicanos, y más bajo de lo que habrían preferido los demócratas.
En otras cuestiones políticas en las que los republicanos plantearon grandes exigencias, los demócratas sólo hicieron algunas concesiones limitadas, por ejemplo, en cuanto a los requisitos de trabajo para algunos beneficiarios de cupones de alimentos y al acuerdo de reiniciar los reembolsos de préstamos estudiantiles en agosto, algo que la administración Biden ya había dicho que haría.
Los mayores perdedores políticos de este anticlimático resultado de bienestar bipartidista incluyen a aquellos cuyas teorías de la política del Congreso tienden a la confrontación: tanto los conservadores que esperaban utilizar una crisis para forzar cambios políticos drásticos, como los liberales que esperaban que Biden tomara medidas ejecutivas audaces para resolver eficazmente la cuestión del techo de la deuda.
Sin embargo, los que realmente querían cambios políticos importantes para reducir el déficit federal y el crecimiento de la deuda nacional también deberían sentirse desconcertados por este acuerdo, que demuestra que el statu quo presupuestario sigue siendo popular en Washington.
Ganadores: Joe Biden y Kevin McCarthy
En las últimas semanas se ha cuestionado repetidamente la forma en que Joe Biden ha abordado la cuestión del techo de la deuda.
Inicialmente, afirmó que no negociaría en absoluto sobre el tema, pero también descartó esencialmente utilizar su propia autoridad ejecutiva para evitar un impago, con la esperanza de que los republicanos simplemente cederían.
Pero a medida que se acercaba la fecha de la crisis sin señales de que los republicanos cedieran, Biden tuvo la sensatez de darse cuenta de que su plan inicial no funcionaba.
Además, sabía que no había ningún escenario en el que hubiera evitado negociar con los republicanos sobre los niveles de gasto de este año: al final, la Cámara tenía que aprobar proyectos de ley para financiar el gobierno.
Biden habría preferido mantener esas conversaciones sin que el techo de la deuda pendiera sobre su cabeza. Pero al final aceptó hablar con el Partido Republicano, con la esperanza de llegar a un acuerdo razonable.
Y al final, eso es lo que consiguió. Biden no derrotó a los republicanos, ni ellos le obligaron a hacer concesiones horrendas. Más bien, ambas partes llegaron a un acuerdo.
Biden evitó una crisis económica sin hacer cambios políticos extraordinarios, y retiró el tema del techo de la deuda de la mesa hasta después de las elecciones de 2024; un resultado bastante bueno para el presidente en ejercicio.
Por su parte, Kevin McCarthy, quien no parecía tener el control de la situación, debido a todo lo que tuvo que ceder para ocupar la vocería en la Cámara de Representantes, le hacían presagiar un mandato ineficaz.
El manejo de McCarthy de la cuestión del techo de la deuda fue impactante. Al principio, mantuvo unido al partido, aprobó una propuesta exclusiva del Partido Republicano en la Cámara e intentó llegar a un duro acuerdo con Biden.
En lugar de fragmentarse y sumirse en el caos, su conferencia se mostró unificada al mantener que no aceptarían un aumento limpio del techo de deuda, y que Biden debía negociar con ellos.
Luego, llegado el momento, se mostró dispuesto a llegar a un acuerdo pragmático que la derecha dura de su partido odiaría, pero que obtendría el apoyo de la mayoría de los republicanos de la Cámara de Representantes.
Demostró que, de hecho, el Freedom Caucus de extrema derecha de la Cámara no controla su portavocía. E incluso mantuvo relativamente silenciada la oposición de Trump, en parte asegurándose de mantenerle informado de los acontecimientos mediante frecuentes llamadas telefónicas.
McCarthy jugó limpio con el Freedom Caucus durante todo el proceso de negociación, pero cuando llegó el momento, hizo su trato sin tener miedo a un golpe de la extrema derecha.
De hecho, los miembros del HFC chillaron y se quejaron en Fox News, pero parecían reacios a ir tan lejos como para intentar echar a McCarthy.
Perdedores y conclusión
Los grandes perdedores fueron los voceros liberales que querían un enfrentamiento partidista para poner fin a la toma de rehenes del techo de deuda.
Por otra parte, algunos demócratas llevan mucho tiempo resentidos por cómo se desarrolló la crisis del techo de deuda de 2011. La experiencia llevó a muchos a sostener la opinión de que, en caso de que se produjera otra crisis similar para un presidente demócrata, éste debería mantenerse firme y negarse a negociar.
Mientras tanto, algunos expertos, académicos y comentaristas propusieron varias soluciones ingeniosas mediante las cuales, según ellos, la administración podría desactivar eficazmente la bomba del techo de deuda sin contar con el Congreso.
Tal vez la administración podría citar la 14ª Enmienda para argumentar que el techo de deuda es inconstitucional, o podrían emitir un nuevo tipo de deuda, o podrían acuñar una moneda de platino por valor de 1 billón de dólares.
La crisis de este año tenía el potencial de ser el gran momento para una de estas ideas. Pero el problema fue que la administración Biden nunca creyó que se pudiera confiar realmente en ninguno de esos extraños trucos para evitar una crisis económica en lugar de provocarla. Veían problemas legales, prácticos y políticos en todas esas opciones. Y una vez descartadas, en realidad no tenía mejor salida de la crisis que negociar.
*El artículo completo en vox.com