La posición de vicepresidente en Estados Unidos nunca ha sido de las más inspiradoras o influyentes. La Constitución le confía al vicepresidente solo dos deberes básicos: Presidir el Senado y votar si hay algún empate y asumir el liderazgo en la Casa Blanca en caso de que el presidente ya no esté o no pueda ejercer sus funciones. Hoy más que nunca, este último rol es crucial.
Por Gaby Perozo
No habrá un solo ciudadano que acuda a las urnas y no se pregunte: ¿por quién estoy votando de veras? ¿Quién llevará el rumbo del país en los próximos 4 años? La candidata republicana Nikki Haley lo expresaba con mayor claridad: “Un voto por Biden es un voto por Kamala Harris”, o en un lenguaje más crudo y directo: “No hay manera de que Joe Biden termine otro mandato. Kamala Harris será la próxima presidenta”. Por el lado republicano los temores son de igual de grandes: ¿Puede gobernar un presidente convicto? ¿Con una sentencia criminal a sus espaldas?
Biden y Harris comenzaron su mandato con un nivel de aprobación superior al 50% pero ahora solo cuentan con un 38%. Su popularidad ha llegado a caer más de 17 puntos. Ninguno de los dos ha cumplido con las expectativas de sus electores y el año por venir no augura un cambio en las preferencias de la mayoría.
A pesar de todas las encuestas desfavorables y los comentarios de pasillo, el Partido Demócrata parece decidido: el abanderado será Joe Biden, así mienta, exagere, se caiga, se pierda, salude al vacío, deje a sus homólogos con la mano extendida, pierda la noción de espacio y tiempo… no importa, él es el candidato porque así lo decidió, porque no hay nadie más o porque es quien venció a Trump en el pasado. Cuando esta decisión parece inamovible toma crucial importancia el segundo a bordo, el ‘VPOTUS’.
A Biden insisten en presentarlo como la mejor y única opción, pero ¿Harris también lo es? ¿Con esos números tan desfavorables es esa una compañera de fórmula que ayude a ganar votos, que sume experiencia, que tenga carisma, que atraiga a otros grupos sociales, a electores de estados específicos? Ciertamente no. Si ya el cargo de vicepresidente era sombrío en la historia de Estados Unidos ella lo ha mantenido en su justa y baja dimensión.
¿Qué necesita entonces el Partido Demócrata? figuras conocidas que puedan conectar rápido con el electorado o que estén en la memoria colectiva. Por ello, resuena cada vez con más fuerza un nombre: Hillary Clinton, quien también enfrentó a Trump, y lo rebasó en voto popular con más de 2.8 millones de papeletas, pero que fue derrotada finalmente. Clinton es una política veterana, todo terreno, que ocupó el cargo más importante después de la Presidencia, el de Secretaría de Estado, alguien que puede recabar millones de dólares para la campaña (como ya lo ha hecho hace semanas) y que puede una estabilidad, un piso al que se enreda con las alfombras.
Clinton ya entró de lleno en la campaña y los demócratas irán midiendo si ella puede ser esa compañera ideal, la ‘Vice’ con miras a ejercer la jefatura de la nación. Otra fórmula interesante que se ha expuesto informalmente ante la opinión pública es la de la ex primera dama Michelle Obama y el Gobernador de California Gavin Newsom. Michelle Obama parece no estar convencida, pero a Newsom sí se le nota que tomaría ese chance sin pensarlo. De no estar Trump de por medio, Estados Unidos podría haber presenciado la campaña más polarizada y contrastante de la historia de la nación, entre el conservador Ron de Santis de Florida y el liberal Gavin Newsom. En esa contienda imaginaria el país sí hubiese distinguido entre izquierda y derecha, entre dos polos extremos que solo traerían más división al país.
Veamos las opciones de vicepresidente de Trump. Ahora se escucha con fuerza el nombre del comunicador Tucker Carlson, despedido de Fox News y quien se ha convertido en un suceso en las redes sociales, con la entrevista más vista en la historia (427 millones de reproducciones al 15 de diciembre de 2023) a Javier Milei, el recién electo presidente de Argentina. Carlson aporta vitalidad, pero suma controversia. También se mencionan a dos de sus ‘contrincantes’ en las elecciones primarias republicanas: Nikki Haley y Tim Scott pero pareciera faltar mucho tiempo para que Trump anuncie su compañero de fórmula… y probable próximo presidente de Estados Unidos.
Por ahora, nos encaminamos hacia un ‘rematch’ entre el ‘45th’ y el ‘46th’. El 2024, en materia electoral, es inédito. Los ciudadanos pueden establecer la comparación más sincera y práctica en la historia, entre Joe Biden y Donald Trump. Los votantes han vivido ambas presidencias recientemente y entienden el modo de actuar y de mandar de cada uno de los candidatos en la boleta. Promesas, hechos y acciones se distinguen con facilidad. Los resultados de cada gestión están registrados en papel, pero más aun en el corazón, en el sentir de cada ciudadano.
Ambos exceden la edad ideal. A Biden se le nota el deterioro en su salud y sobre Trump, además de su avanzada edad, pesan al menos 4 juicios que lo podrían llevar a prisión por lo que le resta de vida. Por ello, y por el bien del país, ambos deben escoger muy bien a sus posibles sucesores.
La figura del vicepresidente no es solo importante por su rol después de la elección sino por lo que representará en la campaña. En todas las encuestas de noviembre y diciembre Trump aparece venciendo a Biden pero no con una ventaja holgada. Ambos deben escoger un complemento poderoso para llenar sus carencias.
Haciendo un poco de historia, en 2001, el entonces gobernador George W. Bush eligió a Dick Cheney, un veterano de la Casa Blanca de la administración de su padre y ex secretario de Defensa. La elección del vicepresidente de Barack Obama en 2008 tuvo el mismo espíritu de dar peso y balance a su corta experiencia de 4 años en el senado: escogió a Joe Biden por sus 26 años de experiencia federal comprobada. En ambos casos la formula se tradujo en victoria. Otra experiencia que vale la pena mencionar es la de Sarah Palin como candidata a la vicepresidencia de John McCain. Según un estudio de la Universidad de Stanford escoger a Palin le costó a McCain 2 millones de votos, aunque los republicanos perdieron en esa oportunidad por otras razones.
Unos candidatos a vicepresidente atractivos para el electorado en 2024 podrían reducir la brecha de abstención o de votos a regañadientes. La mayoría de los votantes ha dejado claro en muchos sondeos de opinión que quisieran una alternativa distinta a los 2 últimos presidentes, pero esas voces no están siendo escuchadas. Los egos y las ganas de revancha o doble victoria son irresistibles para ambos, mientras la nación se queda en el limbo. A Biden o a Trump les sobra experiencia y también problemas, con un juicio político en puertas y otros tantos cargos criminales. La nación merece y clama por estabilidad, por una certeza. La elección del vicepresidente es una decisión de vida o muerte para ambos candidatos.