El pasado 18 se cumplió un año del estallido social que destruyó parte de Chile e indignaron al mundo. Esta semana se reanudaron las manifestaciones violentas en ese país. Muchos se preguntan: ¿Qué relación hay entre el cambio de una Constitución y las manifestaciones violentas en Chile?, ¿Qué hay tras la quema de iglesias, símbolos patrios y monumentos?, les contaremos…
El Político
El próximo domingo 25 de octubre en Chile se realizará el Plebiscito Nacional 2020, donde están convocados a votar unos 15 millones de chilenos. A este evento lo preceden innumerables violentas protestas con un trasfondo político y anárquico.
Cabe destacar que en el plebiscito quienes apoyan el cambio de la Constitución son los radicales de izquierda. Mientras la opción del NO la asumen los más conservadores.
Algunos analistas indican que las personas desean el cambio no desean una dictadura. Sino transformaciones graduales, sin necesidad de cambiar la Carta Magna. No obstante, las violentas protestas reflejan otra realidad en Chile.
Conmemoración de las protestas con incendios a iglesias y saqueo
Vuelven los saqueos. Decenas de miles de personas se reunieron el domingo en la Plaza Italia de Santiago para conmemorar un año del inicio de las protestas sociales en Chile, relató El Tiempo.
No obstante, parece que Chile se acostumbró a la violencia. La conmemoración empezó con un clima festivo, pero pronto fue opacado por el incendio de dos iglesias, saqueos, y otros incidentes violentos.
El resultado fue un muerto en un tiroteo, al menos 643 detenidos, 116 agentes heridos.
Entre los actos vandálicos, una iglesia fue consumida por el fuego, otra fue casi destruida por los violentos ataques de violentos y anárquicos encapuchados que colapsaron parte de la ciudad, mientras en otra área los chilenos pacíficos celebraban con sus familias.
En algunos sectores de Santiago de Chile, atacaron una comisaría, saquearon una farmacia y hubo enfrentamientos entre la policía y manifestantes violentos.
En el centro de Santiago, la pequeña iglesia de la Asunción que data de 1876, fue totalmente destruida. Su cúpula cayó en llamas tras el colapso de la estructura, varios manifestantes celebraron.
Otra iglesia fue saqueada e incendiada. "Los bomberos controlaron las llamas pero luego se reactivó y su campanario ardía", reportó El Tiempo.
Protestas antes del histórico plebiscito
La manifestación tuvo lugar una semana antes del histórico plebiscito que decidirá si cambian la Constitución que data de la dictadura de Augusto Pinochet.
“Vengo a celebrar algo que nunca imaginé que iba a pasar en Chile después que recuperamos la democracia”, dijo a la AFP Olga Neira, una médico de 68 años que asistió a la manifestación con su hija.
Si bien la Policía custodiaba desde temprano el lugar, a medida que fue creciendo el número de manifestantes se retiraron de la simbólica plaza, tapizada de carteles y banderas.
Solo al caer la noche, volvieron algunos efectivos. “Es hermoso, muy bueno y positivo (…) El pueblo de Chile se tiene que unir y tenemos que creer en que nosotros podemos hacer las cosas”, dijo a AFP Viviana Donoso, una manifestante de 43 años.
El vandalismo como señal de cambio de sistema
Pero mientras este acto se desarrollaba en una parte de la ciudad, en la otra reinaba el caos y la destrucción.
Los promotores del «apruebo» al cambio de la Constitución en Chile, mostraron cómo su «cambio de sistema» requiere destruir todo remanente vinculado a la historia de la nación, reportó Panampost.
Para ellos, destruir a la Iglesia como base moral de la sociedad es primordial. Sobre todo porque el fundamento ideológico del cambio constitucional es darle dotes divinos al Estado, desde dador de vida hasta emisor del maná del cielo.
Desde el Partido Comunista de Chile y allegados, han sembrado entre los jóvenes la idea de que el Estado tiene el poder no solo de regir la moral sino que incluso hasta los bienes y servicios pueden y deben ser regidos y entregados por este.
Tal es así que pretenden lograr su tan ansiada «igualdad» mediante una Constitución que garantice «derechos sociales».
En palabras de Henry Hazlitt: «El marxismo no solo es beligerantemente ateo, sino que busca destruir la religión porque cree que la misma es el ‘opio de los pueblos’, es decir, porque apoya una moral ‘burguesa’ que desaprueba el engaño, la mentira, la traición, la ilegalidad, la confiscación, la violencia».
«Dios ha muerto», se lee en las paredes de los templos en el país austral, haciéndose eco del filósofo alemán Friederich Nietzsche.
Lo que desconocen los activistas de izquierda en Chile es que la frase de Nietzsche no es una celebración sino un lamento. Son las palabras de un hombre herido, tras haber perdido a su padre, un hombre de fe.
Por su parte, el presidente de Chile, Sebastián Piñera, se pronunció ayer respecto a los desmanes: “Vimos a una minoría de delincuentes que desató una ola de violencia, saqueos y vandalismo (…) La inmensa mayoría de los chilenos queremos vivir en democracia y paz”.