El 11 de enero, el Ministerio de Defensa ruso anunció que el Jefe del Estado Mayor, Valery Gerasimov, encabeza ahora las fuerzas rusas que combaten en Ucrania. Ya tiene su primera gran misión.
El Político
Y es que el líder de ese país, Vladimir Puitn le ordenó a Gerasimov tomar el Donbass como fecha límite, a más tardar en marzo de este año.
Pero, antes, la reorganización provocó especulaciones sobre la frustración en el Kremlin por la falta de progreso en el campo de batalla.
Cambio con controversias
Siempre se ha dicho que no es bueno cambiar de caballo a mitad del río y menos lo es cambiar de responsable de una operación militar dos veces en menos de tres meses. El nombramiento de Valery Gerásimov como nuevo responsable de las tropas rusas en Ucrania, en sustitución de Sergei Surovikin, quien a su vez había reemplazado a Alexander Dvornikov, fue recibido con verdadero estupor por parte de los expertos militares de todo el mundo, aunque en realidad los matices entre ellos son escasos: los tres tienen en común su gusto por la brutalidad y su experiencia en la guerra de Siria.
Los tres se estrenaron en el cargo con bombardeos criminales sobre la población civil ucraniana.
Otro punto crítico
En otro punto crítico, la ciudad de Bakhmut, donde se desarrollaban intensos combates, Surovikin se concentró en la consolidación. Estableció las llamadas “líneas de defensa Surovikin” hacia el sur y preparó el terreno para la afluencia de reservistas movilizados que se esperaba antes de una ofensiva este año. También supervisó los bombardeos despiadados de la infraestructura de energía y agua de Ucrania, una campaña tanto política como económica, destinada a desmoralizar a la población, forzar el desvío de recursos y tal vez llevar a más refugiados a Europa.
De hecho, parecía relativamente competente. Sin embargo, no fue suficiente para Putin. El enfoque cauteloso de Surovikin no estaba dando la victoria en el campo de batalla, ni los ucranianos estaban perdiendo su voluntad de resistir.
El colmo parece haber sido el ataque con misiles ucranianos en un cuartel en las afueras de Makiivka el día de Año Nuevo, en el que cientos de reservistas rusos pueden haber muerto. Difícilmente fue responsabilidad directa de Surovikin, sino más bien un síntoma de incompetencia por parte de un cuerpo de oficiales rusos que no puede aceptar el alcance y la precisión de la artillería ucraniana.
No obstante, Putin quería un chivo expiatorio, y Surovikin lo era. En muchos sentidos, este episodio ilustra el grado en que la política está definiendo y distorsionando la guerra rusa.