Para el presidente ruso, Vladímir Putin, el desfile de la victoria sobre la Alemania nazi, que este año cumple su 75 aniversario, es algo sagrado, tal vez el pilar más importante de la componente ideológica de su política.
El Político
Debió llevarse a cabo el pasado 9 de mayo, pero la pandemia de Covid-19 lo impidió y tuvo que posponerse. Después, el pasado 26 de mayo, cuando no estaba todavía claro que la situación epidemiológica pudiera mejorar, Putin fijó para hoy 24 de junio la fecha definitiva del evento, la misma en la que se celebró en 1945 tras el final de la contienda.
Y supone un enorme desafío porque ha sido el primer gran acontecimiento multitudinario desde que las autoridades capitalinas aceleraran apresuradamente este mismo mes la desescalada. Mientras, casi una veintena de regiones rusas han decidido no organizar su propia parada militar para evitar el riesgo de contagios y otras lo han hecho sin espectadores.
Antes del referéndum
No ha sido el caso de Moscú, el foco principal de la enfermedad en Rusia, y en donde tiene siempre lugar el desfile principal, el más vistoso, el de mayor envergadura y el único con la presencia del jefe del Estado.
Putin necesitaba este espectáculo castrense para irradiar normalidad en la víspera de la votación popular del 1 de julio, en la que espera recibir el visto bueno a unas enmiendas constitucionales que le dejarán abierta la posibilidad de permanecer en el poder hasta 2036.
El líder opositor ruso, Alexéi Navalni, acusa al Kremlin de «vestir con el ropaje de la conmemoración de la victoria el falso referéndum de julio».
El mandatario ruso. como de costumbre, ha querido reafirmarse en su apuesta militarista y mostrar al mundo que Rusia sigue siendo una superpotencia, al menos en el ámbito armamentístico. Se han mostrado una vez más los misiles nucleares más poderosos, los aviones de tecnología más avanzada y una cifra récord de 234 unidades blindadas, algunas, como los tanques T-90M y T-80BVM, exhibidas por primera vez.
En su tradicional arenga a las tropas, que interrumpió para guardar un minuto de silencio en recuerdo de los caídos, el máximo dirigente ruso se mostró hoy muy moderado hacia Occidente y la OTAN, contra los que suele lanzar habitualmente duras diatribas.
En esta ocasión ha llamado a la creación de «un sistema de seguridad común» a nivel internacional «para hacer frente conjuntamente a las nuevas amenazas» y evitar que se repita algo tan devastador como una conflagración a nivel de todo el planeta. Subrayó el hecho de que fue el Ejército Rojo el que realmente ganó la II Guerra Mundial.
«Fue el pueblo soviético el que aplastó al nazismo (…) y el que soportó la principal carga en la lucha contra el fascismo», aseguró Putin reiterando su argumentación de que el papel de la URSS en aquella contienda fue determinante en la consecución de la victoria, pese a que, según su opinión, expresada recientemente en un artículo en una revista estadounidense, Occidente pretende revisar la historia y minimizar la aportación soviética. «Hitler envío contra la Unión Soviética más del 80% de las fuerzas militares propias y de las de sus satélites», afirmó esta mañana.
Sin invitados
Sin embargo, parece pesar más la actual realidad de una Rusia hostil con sus vecinos, con Georgia y Ucrania, ya que al desfile de hoy no ha asistido ni un solo líder de las potencias vencedoras de la guerra ni tampoco de Alemania o Japón, las derrotadas. Es verdad que el presidente francés, Emmanuel Macron, sí había planeado en un principio estar hoy en Moscú, pero el coronavirus también ha jugado un papel desmovilizador.
Han acudido solamente seis líderes de estados reconocidos por la ONU (Bielorrusia, Kazajstán, Moldavia, Serbia, Tayikistán y Uzbekistán) y los presidentes de dos territorios desgajados de Georgia, Abjasia y Osetia del Sur, no reconocidos en el mundo por casi nadie. El de Kirguistán llegó a Moscú pero, al detectarse coronavirus en dos personas de su séquito, decidió no trasladarse a la Plaza Roja.
En la Plaza Roja de la capital rusa desfilaron unos 15.000 militares, rusos y de otros 13 países (Armenia, Azerbaiyán, Bielorrusia, China, India, Kazajstán, Kirguistán, Moldavia, Mongolia, Serbia, Tayikistán, Turkmenistán y Uzbekistán), y en las gradas había cerca de un millar de personas, todas prácticamente sin mascarillas, entre veteranos de guerra, autoridades, invitados diversos y dirigentes extranjeros.
Fuente: ABC