Por un tiempo, hubo voces renuentes a aceptarlo, pero a estas alturas es un hecho innegable: el régimen chavista liberalizó en parte la economía venezolana. Van más de dos años en los que la aplicación de controles de precio y de cambio es casi nula. La dolarización avanza aunque voceros del régimen digan lo contrario. Y no es casual que este fenómeno coincida con un detenimiento de la caída vertiginosa del producto interno bruto y con la desaceleración de la inflación.
En la historia ha habido casos de gobiernos autoritarios y altamente estatistas que de súbito emprendieron aperturas económicas, seguidas de aperturas políticas. Así sucedió, por ejemplo, en Ghana en los años 80 y 90, bajo el régimen de Jerry Rawlings. Inicialmente socialista y autoritario, con el tiempo emprendió reformas de libre mercado. Luego vino una mayor tolerancia a la prensa crítica y a la oposición política, que transformaron a Ghana en una de las pocas democracias africanas.
De momento, no parece que el chavismo vaya por el mismo sendero. Por el contrario, sus prácticas autoritarias se han mantenido y no ha dado señales de que le interese deponerlas. ¿Por qué sucede esto?
Solo negocios
El discreto abandono de las políticas de extrema izquierda por el chavismo no ha estado acompañado por un cambio sustancial en su retórica. Nicolás Maduro y compañía insisten en que siguen siendo "socialistas" y "revolucionarios".
Tal vez en su fuero interno, les gustaría que el discurso y los hechos siguieran en perfecta sintonía. Después de todo, a duras penas se puede creer que el cambio se deba una revelación repentina sobre los efectos nocivos del ideario marxista en la economía. Más bien todo indica que el chavismo abrazó las reformas por razones netamente pragmáticas y materiales.
No se trata solamente de mantener el poder. También de preservar dicho poder como una fuente de generación de riquezas para la elite gobernante. El modelo socialista parece haberse agotado en tal sentido, debido a la devastación total del aparato productivo en manos del Estado. Entre eso y las sanciones internacionales, el chavismo vio sus ingresos considerablemente mermados. Surgió entonces la necesidad de buscar fuentes alternas, que no aparecerían sin cambios en el sistema.
Claro, así ha sido, mutatis mutandis, la historia de otros regímenes socialistas que abrieron sus economías, con distintos desenlaces en materia política. Si la elite gobernante siente que los cambios económicos bastan para mantener a sus integrantes satisfechos y evitar un quiebre, el aliento para una democratización será mínimo. Tal actitud es la que ha prevalecido en el chavismo.
El gran temor
Un segundo factor que explica el rechazo de la elite gobernante venezolana a comprometer su hegemonía absoluta es que los costos de salida del poder son inmensos. No solo por la pérdida del control del Estado como fuente de riquezas. También por las repercusiones en materia de aplicación de justicia.
Aunque desagradable, no es ningún secreto que las transiciones democráticas a menudo suponen pasar la página en cuanto a violaciones de Derechos Humanos y otros desmanes. Pero siempre existe la posibilidad de que el "borrón y cuenta nueva" sea solo provisional, y que una vez que la democracia se sienta consolidada, vuelvan las exigencias de sanciones a los responsables de agravios. Los poderosos entienden esto bien.
Además, como argumentó el autor Moisés Naím en un artículo reciente en The Wall Street Journal, a partir de finales de este siglo, el concepto de "justicia sin fronteras" complicó las cosas. Un hipotético exilio dorado luego de soltar las riendas tampoco es garantía. La muestra más llamativa, destacada por Naím, es el arresto del dictador chileno Augusto Pinochet, en el Reino Unido, ocho años después de dejar el poder.
La sociedad civil venezolana, que ha tenido un pequeño alivio en materia económica, deberá tener en cuenta todo lo anterior. Un cambio político sigue siendo improbable, sobre todo si el esfuerzo por lograrlo decae Y sin cambio político, una recuperación económica amplia es igualmente improbable.