No cabe duda de que entre el presidente Donald Trump y el Primer Ministro del Reino Unido Boris Johnson hay una gran química. Políticos heterodoxos, procedentes de entornos privilegiados, ambos han llegado al poder cabalgando la ola del populismo. Johnson quiere un gran acuerdo comercial que mitigue el autoinfligido daño que sufrirá el país con el Brexit. Trump quiere un aliado en sus diversos frentes de política internacional.
El Político
Si entre el Reino Unido y los Estados Unidos sigue existiendo una ‘relación especial’ o se trata más bien de un ferviente deseo de Westminster por creerlo, es un tema de debate que, por lo general, no agrada demasiado a sus protagonistas. Pero sí es cierto que, a día de hoy, se mantienen algunos rituales.
El primer líder mundial en recibir la llamada del candidato ganador en las elecciones presidenciales tradicionalmente ha sido el inquilino de Downing Street. Con Donald Trump, es verdad que todo saltó por los aires… No solo el ritual, sino todo en general. La entonces primera ministra británica, Theresa May, fue profundamente humillada cuando el empresario millonario metido a política decidió hablar primero con la presidenta de Taiwán, Tsai Ing-wen, y se reunió en persona antes que nadie con Nigel Farage, entonces líder del UKIP y protagonista indiscutible del triunfo del Brexit.
No obstante, en la actualidad se plantea una gran interrogante: si Joe Biden gana los comicios de noviembre, ¿se retomará el ritual? O si, por el contrario, preferirá hablar por teléfono con Angela Merkel o el irlandés Micheál Martin antes que con Boris Johnson.
Lo cierto es que Biden nunca ha sido fan del Brexit ni del bautizado como ‘Trump británico’. Hasta ahora, había guardado las formas. Pero el hecho de que Johnson esté dispuesto a violar el acuerdo de retirada, en concreto, el protocolo de Irlanda, si no consigue cerrar un pacto comercial con la UE, es una amenaza que ha cruzado la línea roja del Partido Demócrata, según reportó elconfidencial
El acuerdo comercial, santo grial
Se trata, por cierto, de la formación que tiene mayoría desde 2018 en la Cámara de los Representantes, la misma donde existe un poderoso ‘lobby’ irlandés, la misma que, en última instancia, debería aprobar un eventual acuerdo comercial entre el Reino Unido y los Estados Unidos, considerado el santo grial para la causa euroescéptica.
Se estima que si Biden se muda a la Casa Blanca se plantean ciertas preguntas sobre hasta qué punto la histórica ‘relación especial’ podría estar más cuestionada que nunca. Porque, entre otros, su Administración estaría particularmente interesada en reconstruir los puentes con la UE, la familia que los británicos abandonarán ya a efectos prácticos en diciembre, una vez termine el periodo de transición.
La Cámara Baja, clave en la decisión
Si bien por parte paterna Biden desciende de Sussex, él se identifica apasionadamente con la herencia irlandesa de su madre. Es un incondicional de las recepciones de la embajada irlandesa en Washington, donde los invitados se muestran realmente impactados por el vínculo emocional tan fuerte que siente hacia el llamado Tigre Celta.
Por lo tanto, es más que evidente que, si gana las presidenciales de noviembre, el demócrata no va a permitir que Londres lleve a cabo ninguna estrategia que ponga en peligro el proceso de paz en el Ulster, imponiendo de nuevo una frontera dura entre la República de Irlanda y la provincia británica de Irlanda del Norte.
Hay que tomar en cuenta las palabras de Nancy Pelosi, portavoz de la Cámara Baja y una de las figuras más influentes en el escenario estadounidense: “No podemos permitir que el Acuerdo del Viernes Santo que trajo la paz se convierta en una víctima del Brexit. Cualquier acuerdo comercial entre EEUU y el Reino Unido debe depender del respeto del acuerdo y la prevención del regreso de una frontera dura”, tuiteó el mes pasado, haciéndose eco de las advertencias que ya había realizado previamente
Agregó que "cualquier acuerdo comercial entre EEUU y el Reino Unido debe depender del respeto del acuerdo y la prevención del regreso de una frontera dura"
Es poco habitual que los políticos de un país se inmiscuyan en asuntos de otros. Y menos aún en plena campaña electoral. Por lo que los comentarios fueron de lo más relevantes y empañaron por completo la visita oficial que el ministro de Exteriores británico, Dominic Raab, realizó a Washington precisamente con el objetivo principal de intentar impulsar las negociaciones comerciales.
Algunas teorías apuntan a que el candidato demócrata mantiene a todas las potencias extranjeras a distancia para evitar las acusaciones de conspiración que acosaron a Trump en 2016. Sin embargo, no es menos cierto que en los corrillos de Westminster hay cierta preocupación por la poca química que existe con el que podría llegar a ocupar la Casa Blanca.
Con el Brexit, Londres puede cerrar ya acuerdos con nuevos socios. Inicialmente, una de las estrategias de Downing Street fue presionar a Bruselas asegurando que las conversaciones con los Estados Unidos cada día iban mejor. Aunque Trump esté completamente centrado ahora en la campaña, su Administración siempre ha tenido interés en llegar a un pacto lo antes posible. Eso sí, quiere que sea de gran alcance y presiona para que el Reino Unido se distancie de las regulaciones alimentaria y agrícola de la UE, que considera “proteccionistas”, en otras palabras, diseñadas para bloquear la competencia extranjera.
Sin embargo, para los demócratas, está claro que si Londres no cumple el tratado internacional de divorcio firmado el año pasado con la UE, con ellos tienen poco que hablar. En realidad, si uno ve estos días la televisión estadounidense, encontrará diferentes entrevistas a congresistas de apellido irlandés diciéndole al entrevistador británico que están de acuerdo con Biden.
Este ‘lobby’ en Capitol Hill no es en absoluto nuevo, pero las advertencias contundentes de Biden sobre el Brexit sí lo son. Y esto supone un gran hándicap para el actual primer ministro británico, porque la cuestión se percibe de igual manera tanto en Dublín como en Bruselas.
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