Corea del Norte apostó por el dramatismo cuando hizo volar el edificio de su oficina de enlace con Corea del Sur el martes pasado, situada en su propio territorio y muy cerca del paralelo 38 que marca la frontera entre ambos países. La demolición controlada no ha dejado víctimas, ya que el edificio estaba vacío desde enero, con el inicio de la crisis del coronavirus. Pero con esta maniobra, altamente simbólica y la más provocativa desde que Pionyang comenzó en 2018 su nueva etapa de ‘diplomacia nuclear’ con Estados Unidos, Kim Jong-un lanza señal del ‘enfado’ del régimen norcoreano con sus vecinos surcoreanos y sus aliados occidentales.
El Político
Con las conversaciones Corea del Norte-EEUU-Corea del Sur prácticamente congeladas y sin avances en los últimos meses, la destrucción de esta oficina conjunta se inscribe dentro de las recientes medidas de presión del régimen norcoreano sobre Seúl, que incluyen el corte en seco de comunicaciones entre ambos países y la reanudación de ejercicios militares. Esta escalada, desarrollada en las últimas dos semanas y avivada por Pionyang, sin embargo, no pilla de sorpresa a los analistas. Bienvenidos —de nuevo— a la clásica estrategia negociadora de Kim Jong-un: elevar la tensión al máximo, sin cruzar los delicados límites, con la intención de forzar a Corea del Sur, Estados Unidos o la comunidad internacional —dependiendo del caso— para obtener a cambio concesiones económicas y políticas.
"Si Corea del Norte cree que una nueva crisis intercoreana puede traer un cambio rápido y significativo en el enfoque de Seúl, de modo que esto pueda lograr ayuda económica a gran escala para Pionyang (por ejemplo), Kim Jong-un puede pensar que una escalada importante de las tensiones es la única manera de hacerlo", apunta el analista y fundador del Korea Risk Group, Chad O’Carroll, en conversación con El Confidencial desde Seúl.
Un vídeo de vigilancia, distribuido por el Ministerio de Defensa surcoreano, muestra una gran explosión que parece derribar el inmueble, de unos cuatro pisos. La detonación provoca también el colapso parcial de un edificio vecino, que habría servido como residencia para los oficiales surcoreanos que trabajaban en la oficina antes de su clausura el pasado enero. Imágenes de la agencia surcoreana Yonhap muestran columnas de humo en el complejo. Los ahora escombros eran la primera oficina de este tipo desde que se dividió la península coreana en 1945 y un símbolo tangible del ‘éxito’ de las políticas de acercamiento del actual presidente surcoreano, Moon Jae-in. Todo ha volado por los aires.
La agencia oficial de noticias norcoreana, Korean Central News Agency (NKCA), ha afirmado que el complejo fue destruido en "una tremenda explosión" porque su "pueblo enfadado" quiere "forzar a esa escoria humana [en referencia a los desertores norcoreanos] y a aquellos que los han protegido a pagar un alto precio por sus crímenes".
Panfletos sobre el norte
La referencia parece señalar a un asunto que ya había tensado las relaciones entre Seúl y Pionyang en el pasado y que volvió a la palestra hace apenas una semana: los panfletos con propaganda antinorcoreana lanzados desde la frontera sur. Kim Yo-jong, hermana de Kim Jong-un con una creciente presencia en las relaciones exteriores de Corea del Norte, ya amenazó a principios de junio con cerrar la oficina y llamó a los desertores norcoreanos —responsables, junto a activistas conservadores surcoreanos, del lanzamiento de propaganda en globos— "escoria humana" y "chuchos callejeros".
Los desertores son la versión oficial. Pero los signos de la frustración del régimen norcoreano con Corea del Sur por sus reticencias a avanzar en los prometidos proyectos económicos conjuntos (debido, principalmente, a la insistencia estadounidense en mantener las sanciones económicas hasta lograr avances en la desnuclearización norcoreana) ya estaban allí antes de que dinamitaran la oficina. A finales de marzo, Pionyang ejecutó el tercer lanzamiento de proyectiles de 2020. El 9 de junio, anunció que cortaba los canales de comunicación con Seúl como, según la NKCA, "el primer paso para la determinación de cerrar todos los medios de contactos con Corea del Sur y librarse de las cosas innecesarias".
Los analistas recuerdan que no es la primera vez que Pionyang ha cortado comunicaciones con el sur buscando generar tensiones deliberadamente. Pero como todo lo relacionado con Corea del Norte, los motivos últimos son opacos. Potenciar su unión nacional de manera interna, obtener un mayor peso negociador o, como apuntan los observadores en este caso, obtener concesiones económicas.
"Agitar la olla es parte de un ‘playbook’ establecido para extraer concesiones tanto de Washington como de Seúl, una apuesta ahora urgente"
"Esto parece una crisis artificial para estimular a los surcoreanos para hacer un gran gesto, ya sea una concesión o ayuda económica, para desatascar este punto", cree el analista O’Carroll.
No es la primera vez que Kim Jong-un lo hace. "La pandemia de covid-19 ha restringido severamente el espacio de maniobras de Corea del Norte y, por tanto, está volviendo a los viejos métodos, que han funcionado bien en el pasado. Agitar la olla es parte de un ‘playbook’ bien establecido para extraer concesiones tanto de Washington como de Seúl, una apuesta que se ha hecho aún más urgente por la devastación que la pandemia ha causado en Corea del Norte y su economía", apunta por su parte Kristine Lee, investigadora asociada para Asia-Pacífico del Centro para la Nueva Seguridad Estadounidense.
Las tensiones coinciden con el segundo aniversario de la firma de una declaración histórica entre EEUU y Corea del Norte en Singapur, tras varios encuentros entre Kim Jong-un y el presidente Donald Trump. En la agriada efeméride, el ministro de Exteriores norcoreano, Ri Son-gwon, declaró que Pionyang nunca volverá a ‘regalar’ un encuentro de alto perfil a Trump que luego él pueda utilizar como "éxitos en su política exterior" sin que luego el régimen de los Kim pueda obtener algo a cambio. Pionyang ha amenazado con abandonar esos acuerdos bilaterales de paz, firmados con Moon en 2018.
Así que la destrucción de la oficina corona la tensión que ha ido escalado en los últimos meses. Incluso varios analistas habían previsto que algo así (el gesto de la destrucción de la oficina fue ‘predicho’ en los círculos de expertos sobre Corea del Norte, en función de la creciente retórica norcoreana) podría pasar, aunque esta estrategia de escalada de tensión parecía abandonada desde 2018, cuando empezaron las negociaciones nucleares y la consiguiente relajación del conflicto en la península coreana
"Desde principios de mayo, la hermana de Kim Jong-un ha estado deliberadamente escalando la tensión con Corea del Sur, a través de estos mensajes provocativos. Parece que los norcoreanos están tratando de crear la sensación de una crisis en la península tras el fracaso del encuentro negociador entre Corea del Norte y EEUU en Hanói, en la que Corea del Sur había invertido mucho políticamente", detalla O’Carroll. "Los norcoreanos no han estado nada contentos durante más de un año y medio con cómo han ido los procesos después del encuentro en Hanói y que todos los gestos que han hecho hayan significado nada".
Al borde del desastre económico
En este contexto político, cualquier concesión económica —ya sea vía ayuda internacional, una acción directa de China o un alivio de las presiones financieras estadounidenses— es vital para el régimen, cuando "la pandemia de coronavirus ha conseguido, de hecho, lo que las sanciones intentaron", afirma O’Carroll.
Aunque Pionyang no ha registrado oficialmente ningún caso de covid-19, sí que ha aplicado drásticas medidas contra la pandemia —desde cuarentenas masivas forzosas al cierre desde el 24 de enero de la porosa frontera con China, por donde entra gran parte de su comercio informal en un país que ha pasado episodios severos de hambruna—. Según las estadísticas oficiales de la agencia de aduanas china, el comercio norcoreano con China se contrajo un 24% entre enero y febrero, mientras que el enviado especial de Naciones Unidas para los derechos humanos en Corea del Norte cifró la caída en un 90% entre marzo y abril.
"En un contexto en que la pandemia está trayendo drásticas dificultades económicas a la RPDC [República Popular Democrática de Corea], animo al Consejo de Seguridad de la ONU a reconsiderar las sanciones, a la luz del impacto en los medios de subsistencia de personas y la capacidad del Gobierno para responder", declaró hace una semana el enviado especial Tomás Ojea, advirtiendo de una "drástica" escasez de alimentos en el país.
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Información de El Confidencial