El hambre volvió a Perú. Pese a que tomó medidas tempranas, es el segundo país en número de contagios en Iberoamérica, y además de la crisis sanitaria debe afrontar las consecuencias de ésta, como el fuerte impacto social sobre la población.
El Político
Perú fue uno de los primeros países que se pusieron en guardia para afrontar la crisis del coronavirus. Decretó el confinamiento y el estado de emergencia el 15 de marzo, nueve días después de declarar su primer caso, el primero el 6 de marzo.
Sin embargo, esta rápida actuación no pudo cubrir las profundas carencias que venía arrastrando, lo que le ha convertido actualmente en el segundo país con más contagios en Iberoamérica, por detrás de su vecino Brasil. Según las cifras de este viernes, recopiladas por el Instituto Johns Hopkins, el número de contagios se eleva a 141.779 (ha superado ya la barrera de los seis mil casos diarios), mientras que el de fallecidos asciende a 4.099.
“Hemos creado el registro nacional de hogares para incluir a todas las personas que no han recibido ningún bono”, expresó el Presidente Vizcarra, mientras exhorta a la poblaciòn a tomar medidas que eviten la propagación del corona virus.
“Aquí esto se ha llamado la Paradoja peruana. Para entenderlo hay que raspar debajo de las cifras macroeconómicas del país y mirar la infraestructura con la que hemos recibido la pandemia”, explica América Arias, responsable de Acción contra el Hambre en Perú.
“La red sanitaria no era la adecuada ya en tiempos pre Covid-19 ni los sistemas logísticos y había unos niveles de corrupción altos. Algo que siempre ha sido un problema en el país. Y había una bolsa de pobreza, que incluso estaba censada, de más de 6 millones de personas para un país de entre 33 y 34 millones de habitantes. Todo esto hizo que, a pesar de las medidas del gobierno del presidente de la república, Martín Vizcarra, que han sido rápidas y adecuadas para algo tan desconocido, éstas no han tenido el impacto que se esperaba”, añade Arias.
Trabajo informal
Si bien al principio del confinamiento este era respetado por la población de manera general, según se prolongaba la gente se impacientaba y salía más a la calle: “Porque era o Covid-19 o hambre”, justifica Arias.
En Perú el trabajo informal supera el 70%. Un cifra muy superior a la de otros países, como México, donde no llega al 60%; Colombia, donde se sitúa en el 48%; Argentina rondaría el 50%; en Brasil es del 40%, mientras que en Chile representan el 30%, por citar solo unos ejemplos.
“Poca cuarentena se puede mantener frente a eso. No se trata solo de que no hay soporte entre el empleado y el empleador, que te permitiría tener cierta protección social, también existe mucha economía callejera, mercados, comercio ambulante, etc., que mueve mucha economía. Y la gente que vendía comida o ropa en la calle no tiene dinero para mantener el confinamiento”, señala Arias.
A esto se suma la cultura del día a día que vertebra a la sociedad peruana. “Aquí la gente llega a comprar el jabón y el champú en sobres individuales porque es lo que va a utilizar ese día. Se hace comida para el día, no en grandes cantidades”, explica Arias, para quien esta conducta es una consecuencia de la crisis económica que sufrió el país en la década de los años 90 del siglo pasado, “cuando los fósforos se compraban por unidades. Gastabas lo que necesitabas”.
Esa manera de gestionar la economía doméstica, también se extiende al sistema financiero. “No existe la cultura de tener una cuenta bancaria ni tampoco de ahorrar Lo que también ha ocasionado problemas durante la pandemia”.
Para ayudar a esas economías informales que se tenían que quedar en casa, el gobierno de Vizcarra aprobó una serie de bonos, que comenzaron siendo de 380 soles (unos 110 dólares) hasta alcanzar los 760 soles (el salario mínimo en Perú es de unos 950 soles), que no daban para sobrevivir.
Una medida que también se convirtió en un foco de contagio pues gran parte de la población, que no tiene cuenta en el banco, debía salir y hacer cola delante de oficinas para poder cobrar el dinero.
Colapso sanitario
La intención del gobierno de Vizcarra al adelantarse con las medidas de confinamiento habría sido la de evitar el colapso del muy frágil sistema sanitario, sin conseguirlo. El alto número de contagios entre los sanitarios, hasta el 40% en algunas zonas del país, habría llevado esta semana al ministerio de Salud a intentar movilizar a los enfermeros de más de 60 años (antes considerados entre la población en riesgo) para cubrir la emergencia sanitaria.
Especializada en salud pública, Arias confirma ese colapso: ”En todo el país hay menos camas UCI de las que puede haber en Madrid”. Perú afrontó la pandemia “con menos de 300 camas UCI a nivel nacional. Ahora, con inversión y un gran esfuerzo se ha llegado a 1.000 camas”.
La precariedad del sistema sanitario es un problema que viene arrastrando Perú desde hace décadas. Parece un mal endémico del país, en el que tan solo se invierte en Sanidad un 5% del PIB.
“Ya antes de la pandemia teníamos un ratio de profesionales por debajo de lo que indica la Organización Mundial de la Salud (OMS). Y esto es mucho peor si hablamos de especialistas”. Esta tendencia no se ha rectificado a pesar de que en los tres o cuatro últimos años Perú ha vivido varias emergencias sanitarias (Guillain-Barré, dengue, climáticas, etc.).
“Y ya sabíamos que no estábamos preparados de forma adecuada para dar una respuesta. Esto es un problema de la infraestructura de Estado”, señala Arias. Esa falta de respuesta a las pequeñas emergencias se ha replicado a gran escala con la llegada del coronavirus.
A la escasa inversión en sanidad, se suma el problema de la dispersión de la población de un país, Perú, que es tres veces más grande que España. “Hay una gran concentración en Lima, donde viven diez millones de personas, pero el resto está muy diseminado y muchas competencias están descentralizadas en los municipios, cuyos alcaldes requieren una preparación y un apoyo que logísticamente es difícil de dar. A veces se necesitan varios días para acceder a muchos de ellos”.
Esa es una de las dificultades con las que se han encontrado las brigadas de sanitarios enviadas a monitorizar la pandemia fuera de la capital. “Los sanitarios solo pueden estar en cada brigada 15 días, creo, y a veces en llegar a una zona de selva tardan 4 o 5 días, si todo va bien”, explica.
La “tormenta perfecta”
La burocracia tampoco facilita que se cubran esas necesidades logísticas. “Ya el contexto no era favorable, pues los indicadores de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) decían que volvía un poco el hambre, que a pesar de la cifras macroeconómicas la inequidad existía y era potente. El mismo censo indicaba una bolsa de siete millones de personas, entre pobre y muy pobres”, reconoce Arias.
Datos que ha utilizado el gobierno para distribuir los bonos de ayuda. Para la responsable de ACH en Perú, se ha dado la tormenta perfecta. “Macroeconómicamente podíamos ser potentes gracias a la minería, a políticas de ahorro, a una buena gestión financiera que nos ha dado cierta solidez. Pero de puertas adentro, la casa está sin barrer”, lamenta.
Las consecuencias de esta “tormenta perfecta” dejarán importantes daños en el país, que se verá golpeado por el aumento del desempleo como está sucediendo en tantas otras naciones, pero con el hándicap de que sus estructuras están mucho menos preparadas para soportarlo.
“Las personas que estaban consiguiendo estabilidad en la clase media la van a perder; muchos negocios pequeños de emprendimiento se van a hundir; va a haber más hambre; va a aumentar la desprotección tanto de mujeres como de niños, algo que nos preocupa mucho. Ya se está viendo. La mujer aquí tiene un papel muy importante en la economía de la supervivencia. Son las que sacan adelante la economía del hogar. Las que se dedican a empleos peor pagados pero mucho más ágiles”, sostiene la especialista.
La pandemia también va a dejar un sistema sanitario aún más debilitado. «Se ha llevado la atención que se necesitaba para otro tipo de población: las embarazadas, los ancianos, muchos de los cuales han fallecidos solos porque no existía un sistema de supervisión”, añade.
El único aspecto que puede mejorar con esta crisis, en opinión de Arias, es “que se haga limpieza en los mecanismos del Estado para controlar y supervisar las compras. Con la Covid-19 han salido mucho más rápido los temas de corrupción que con otras crisis”.
Como representante de ACH en Perú, el hambre es su mayor preocupación y su mayor reto de cara al futuro, aunque ya están viviendo las consecuencias de la pandemia.
“El otro día estuvimos atendiendo a una madre con un bebé de dos años que tuvo que ser ingresado por desnutrición porque llevaban días sin comer. Y pudimos apoyarles gracias a un proyecto que tenemos con la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo. Pero nos están llegando cada vez más alertas de gente que lleva días sin comer; y enfermos crónicos que no han podido comprar sus medicamentos, que sufrirán las consecuencias en el futuro y se convertirán también en una carga para el sistema sanitario”.
Cooperación internacional
Una de las reclamaciones que hace Arias es la necesidad de volver a incluir a Perú dentro del mapa de la cooperación internacional, de donde ya había salido por los indicadores de su macroeconomía que le permitían optar a entrar en la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).
“Pero en Perú se necesita apoyo para el desarrollo agrario; también para la incorporación a un mercado laboral formal; se necesita limpiar las bolsas de pobreza dándoles unas herramientas para que se incorporen al mercado laboral, y un apoyo para el sistema sanitario, sobre todo en las zonas rurales. Hay que mejorar la situación del agua y del saneamiento. Hay todavía millones de personas que no tienen acceso al agua segura, incluso en la propia capital”.
En cuanto al futuro de los próximos dos o tres años, Arias lo ve complicado. “No solo es arreglar lo que la pandemia ha dañado sino poner las bases para hacer las cosas bien. Eso implica cambiar todas las estructuras del Estado. Eso va a ser difícil. En Perú, el hambre ya ha vuelto. Esperemos que el motor de la economía sea capaz de mantener el país, pero a nivel de la economía familiar esto va a ser muy duro. En el agro se han perdido cosechas o no se han podido recoger. No se trata del hambre de ahora, sino vamos a ver lo que sucede de aquí a unos meses”.
Según un informe de la ONG, el coronavirus dejará más de 29 millones de nuevos pobres en Latinoamérica.
Arias hace haciendo un llamado para que se visualice que el impacto social de la Covid-19 en Perú y en toda Latinoamérica va a ser mayor que el impacto sanitario. “Eso hace imprescindible enviar ayuda económica, fondos, y apoyos que permitan fortalecer capacidades. Si para todo el mundo la pandemia ha sido, clínicamente, arrasador, el impacto social que está teniendo aquí es muy fuerte. Vamos a tardar años en recuperarnos”.
(Con información de ABC)