Charles Maurice de Talleyrand es una de las figuras más interesantes de la historia de Europa. Fue un político muy influyente entre finales del siglo XVIII y principios del XIX; conocido por liderar revoluciones, traicionar líderes y cosechar una inmensa cantidad de dinero.
El Político
Nacido en Francia en 1754, Talleyrand, como es conocido, fue sacerdote, obispo, político, diplomático, y estadista. Durante los 82 años que vivió fue portador de una larga lista de títulos. Destacan entre ellos Príncipe de Benevento y del Imperio; príncipe de Talleyrand y Périgord; duque de Dino; conde de Périgord; par de Francia; duque de Talleyrand y Périgord; vicegrán elector imperial; gran águila de la Legión de Honor; caballero de la Orden del Saint-Esprit; caballero de la orden española del Toisón de Oro; y gran comandante de la Orden de la Corona de Westfalia, según reseña la BBC.
El escritor Víctor Hugo, contemporáneo con Talleyrand, resumió su vida al morir en 1838 en esta frase: "Había dirigido dos revoluciones, engañado a 20 reyes, contenido el mundo entero".
El obispo que traicionó a la Iglesia
Talleyrand nació en una familia de la aristocracia francesa en 1754. Sufría de cojera por lo que sus padres decidieron que haría carrera eclesiástica en lugar de planear un matrimonio. Durante el reinado de Luis XVI fue ministro de Hacienda de la Iglesia francesa, cargo que lo impulsó en la institución religiosa y lo convirtió en obispo de Autun.
Siendo sacerdote mantuvo relaciones con numerosas mujeres, entre ellas la condesa Adelaida de Flahaut, madre de su único hijo. La carrera eclesiástica tampoco lo apartó de su desmesurada afición al juego ni evitó que especulara; ni que participara en incontables negocios sucios y en casos de corrupción.
En un principio simpatizó con los descontentos que impulsaron la Revolución Francesa. Aprovechó que su cargo de obispo le garantizaba un sillón en los Estados Generales para intervenir en la configuración de la nueva Francia. De esa forma, colaboró en la redacción de la primera Constitución francesa, la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano; trató de impulsar una monarquía constitucional "a la inglesa" y propuso una ley de educación universal y gratuita que se haría realidad cien años después.
Cuando en la Asamblea Nacional se debatió la desastrosa situación económica del país, Talleyrand presentó una propuesta muy osada para un obispo: propuso la nacionalización de todos los bienes de la Iglesia francesa dueña entonces de la cuarta parte de todas las propiedades del país.
Su propuesta prosperó, pero no agradó a las autoridades eclesiásticas, que a partir de ese momento le consideraron un traidor. En 1791 el Papa lo amenazó con la excomunión pero Talleyrand decidió colgar los hábitos.
La cercana relación con Napoleón
Cuando se radicalizó la Revolución francesa, Talleyrand decidió salir de Francia y buscar refugio en América. Ahí continuó con sus negocios para subsistir. En 1796 regresó a Francia, cuando acababa de inaugurarse un nuevo régimen político de corte republicano llamado Directorio, que se apoyaba en los militares, entre ellos Napoleón Bonaparte.
Talleyrand ejerció como ministro de Exteriores durante el Directorio y se hizo muy amigo del "prometedor" Bonaparte. El 9 de noviembre de 1799 Napoleón, que había adquirido gran prestigio gracias a sus victorias militares en Europa, dio un golpe de Estado con la ayuda de Talleyrand y se hizo con el poder.
Se estableció una nueva forma de Gobierno, también de corte republicano, el llamado Consulado, dirigido por tres cónsules, con Napoleón como primer cónsul. Lo primero que hizo Napoleón al acceder al poder fue nombrar a Talleyrand ministro de Exteriores y colmarle de títulos.
En ese período se registró el secuestro y posterior fusilamiento del duque de Enghien, un poderoso noble, descendiente de la Casa de Borbón, que había conseguido aglutinar el apoyo de los monárquicos.
La conspiración contra Napoleón
Napoléon decidió transformar el Consulado en un imperio y se proclamó emperador el 28 de mayo de 1804. Para que Talleyrand permaneciera a su lado, lo nombró gran chambelán, vice-elector del Primer Imperio francés y príncipe de Benevento; además le concedió un sueldo estratosférico.
Sin embargo, Talleyrand se fue distanciando poco a poco de Napoléon quien comenzó a tomar decisiones cada vez más erradas. Las invasiones de España y Rusia acabaron por distanciarlos y finalmente dimitió como ministro de Exteriores, alegando motivos de salud.
Bonaparte nunca le perdonó nunca ese gesto y lo humillaba siempre que podía. Incluso lo obligó a casarse con la mujer con la que convivía, y de la que el exobispo estaba ya harto. En ese punto, y considerando que Napoléon había pasado de trabajar por Francia para hacerlo en beneficio propio, Talleyrand decidió acabar con él. Conspiró en la sombra todo lo que pudo para forzar la salida de Napoleón, quien finalmente, vencido en la batalla de Leipzig, renunció a su cargo en abril de 1814.
Talleyrand decidió respaldar el ascenso de Luis XVIII, enemigo de Napoleón y primo del duque de Enghien, en cuya ejecución Talleyrand había estado implicado. Aunque los Borbones no le gustaban, decidió que uno de ellos era preferible a Napoleón.
Talleyrand fue el representante de Francia en Congreso de Viena, el encuentro internacional reunido para restablecer las fronteras de Europa tras la derrota de Napoleón.
Pero Napoléon, desterrado en la isla de Elba, logró escapar de allí y amenazó con tomar de nuevo el poder en Francia. La aventura duró cien días y, sin duda, la derrota final de Napoleón en Waterloo en junio de 1815 debió de alegrar a Talleyrand.
Embajador en Londres
Luis XVIII falleció el 16 de septiembre de 1824. Le sucedió su hermano, el conde de Artois, como Carlos X. Pero en 1830 la llamada Revolución de Julio, apoyada por Talleyrand, obligó a Carlos X a dimitir y propició el ascenso al trono de Luis Felipe de Orleans, quien nombró a Talleyrand embajador en Londres. En ese cargo, el último tratado que firmó fue el de la Cuádruple Alianza en Londres, en el que intervinieron Francia, Inglaterra, España y Portugal.
"Talleyrand quería una Europa pacífica en la que los países civilizados y sensatos colaboraran en la tarea de lograr un bienestar general (y, por descontado, el suyo particular). Fue en ese sentido muy avanzado, porque en aquel momento la idea de la Unión Europea era inconcebible e hicieron falta dos guerras mundiales para que se empezara a pensar en ello", dijo Xavier Roca-Ferrer en su libro Talleyrand: El "diablo cojuelo" que dirigió dos revoluciones, engañó a veinte reyes y fundó Europa.
"Se mire por donde se mire , fue un gran superviviente, vivió muchos años y atravesó periodos muy peligrosos de los que siempre supo salir airoso… y más rico. De todos modos, todo lo que hizo pensando en sí mismo redundó en favor de Francia. Aunque también se puede decir al revés: todo lo que hizo por Francia redundó en su favor", continúa Roca-Ferrer.