La semana que concluye sigue siendo tan tenebrosa como la anterior. Porque la invasión de Rusia, de Putin, a su país vecino, Ucrania, tan antiguo en existencia como la misma Rusia, pero por alguna razón de cultura más refinada y espiritualmente más conformada (y no nos referimos a lo religioso) ha sobrepasado los horrores de las excusas y acciones militares emprendidas por Adolfo Hitler y su partido Nacional Socialista Obrero Alemán para invadir a su vecina Polonia, el primero de septiembre de 1939.
Juan José Monsant/ El Político
Hitler no tenía excusa alguna para tal despropósito, pero al igual que ahora como lo hizo Putin, alegó que Polonia conspiraba con Francia y Gran Bretaña para desmembrar Alemania.
La excusa de Putin fue que Ucrania había decidido:
- Integrase a la Unión Europea y
- Hacerse miembro de la OTAN
Todo lo cual constituía un potencial peligro para la integridad territorial y seguridad de su amada Rusia.
Sin ánimo de hacer planteamientos académicos, sino de actuar como simple vulgarizador de ideas, filosofías, estrategias geopolíticas o remontarnos a la historia de la humanidad en su ansia de expansión en búsqueda de seguridad, dos expresiones en políticas se desarrollaron en la comunidad internacional.
De la “Realpolitik"
A lo menos en aquellas sociedades más avanzadas y dominantes del mundo occidental. Una de ellas fue la “Realpolitik”, concepto y término de origen alemán atribuido a Otto Von Bismark. Conocido como Canciller o Mariscal Bismark, padre de la unificación alemana (1815-1898).
La “Realpolitick” política práctica, realista, oportuna, en definitiva son las acciones que emprendió para garantizar equilibrio de poderes en Europa. Sin consideraciones valorativas, éticas, justas, religiosas o ideológicas.
Bismark logró hacerlo y le funcionó. De alguna forma fue lo que aconsejó Maquiavelo al Príncipe, y el Cardenal Richelieu al rey Luis XIII (el mismo de los Tres Mosqueteros de Dumas).
A la “Weltpolitik”
A su muerte se inició un proceso de sustitución de la Realpolitik, por la “weltpolitik” o” política mundial”.
Mediante la cual Alemania consideró necesario el rearme y la expansión territorial, no solo en Europa sino en ultramar. Lo primero fue el rearme y lo segundo, la construcción de una armada que superara a la inglesa en el control de los mares.
Como puede constatarse esta nueva geopolítica introducida en Europa condujo a la Primera Guerra Mundial, y luego a la Segunda. Cuando el “espacio vital” (Lebensraum) sustentado en las teorías de Frederick Ratzel, Rudolf Kejllen y el mismísimo Darwing justificaron la expansión territorial, para asegurar la grandeza nacional.
Esta caduca, destructiva e inútil teoría ha sido la excusa de Vladimir Putin para invadir a su vecina Ucrania, su participación en guerra de Siria, Chechenia, Georgia, Crimea, Kazajistan, y sus bases militares en Cuba, Venezuela y Nicaragua.
Y llegamos a lo "Políticamente correcto"
Solo hay que pararlo a tiempo, si es que lo hay. Sin pensar en la realpolitick ni lo políticamente correcto.
Y tomamos el término “políticamente correcto” para enraizarlo con la realpolitck, aunque hoy en día se ha vulgarizado de tal manera que nada tiene que ver con su origen, y se encuentra más deteriorado que el reguetón.
En la actualidad la expresión “políticamente correcto” se generó a mitad del siglo XX, como un deber ser.
Esto es, el comportamiento que se debe adoptar, la palabra que se debe decir o evitar para no menoscabar, herir o vulnerar un derecho; para no menospreciar o disminuir a una persona o una situación debido a la raza, religión, preferencia sexual, política, nacionalidad o minusvalía.
Lamentablemente, con el tiempo, degeneró en un complacer a todos, a decir o dejar de decir lo correcto en cuanto a los valores humanos se refiere, para estar de acuerdo con todos. Donde la ética, la verdad y el deber ser, es sacrificado para no perder votantes, simpatías o popularidad.
Lo que nos ha conducido al relativismo moral, a un dejar hacer y dejar pasar, para no ofender.
Las consecuencias de esto último nos llevan a la aparición y aceptación de un Putin, Ortega o Maduro, hasta la de un actor comediante que se permite hacer un chiste de la enfermedad y estética de una mujer, pero condenar la reacción del esposo ante el despropósito del comediante.