China gozó de un estatus privilegiado entre las naciones por siglos (eso sí, con varias interrupciones). Fue una potencia geopolítica, económica y cultural. Una de sus grandes fortalezas fue el control territorial de buena parte de una de las rutas comerciales eurasiáticas más importantes. No en balde se le llamaba la “Ruta de la Seda”, debido al tráfico del textil elaborado en la China imperial.
El Político
Hoy, China es nuevamente una gran potencia, pero sus ambiciones de influencia global no han llegado a un límite. Para incrementarla por todo el globo, su Presidente, Xi Jinping, lanzó hace diez años la “Iniciativa de la Franja y la Ruta”, cuyo nombre está inspirado en la Ruta de la Seda. Consiste en el otorgamiento de préstamos a países de toda índole para el levantamiento de proyectos de infraestructura. Se trata sobre todo de naciones en vías de desarrollo, pero incluye a varias relativamente ricas.
Algunos han celebrado la iniciativa como una alternativa más justa a los préstamos comerciales de fondos capitalistas occidentales. O de organismos multilaterales muy influidos por Estados Unidos, como el Fondo Monetario Internacional (FMI). Pero ahora, tal como ocurrió antes con aquellos entes, varios de los países receptores han acumulado deudas impagables con Pekín que les han acarreado no pocos problemas financieros.
Errores de cálculo y opacidad
Un ensayo reciente en la revista Foreign Affairs señala que, al contrario de lo que pudiera intuir un observador bastante crítico del ascenso chino, esta situación no es por diseño. No es que China haya buscado adrede meter a sus socios en trampas de deuda para luego mover los hilos de sus respectivos gobiernos. Los autores indican que, más bien, Pekín no evaluó correctamente la capacidad de pago de sus deudores.
Sin embargo, sigue siendo notable que la opacidad de los préstamos es parte del problema. Las condiciones son mucho menos transparentes que las del crédito que otorgan fondos privados o el FMI. Tal opacidad es un rasgo típico de regímenes autoritarios, como China, en los que todo está centralizado. Los prestamistas comerciales, en cambio, tienen que ser más transparentes para hacer ofertas atractivas en un mercado competitivo.
Varios de los deudores de China, de hecho, se han visto obligados a recurrir de nuevo al FMI en busca de nuevo financiamiento para el repago de viejas deudas, incluyendo la contraída con Pekín. Argentina, que es parte de la Iniciativa de la Franja y la Ruta, en 2022 obtuvo uno por 44 mil millones de dólares del FMI. Muy a pesar de que el peronismo de izquierda en el que milita el presidente Alberto Fernández siempre ha sido muy crítico de los préstamos previos que el ente dio a la nación austral.
Los autores de la referida nota argumentan que el FMI y el Banco Mundial deberían tener condiciones más exigentes antes de otorgar tales ayudas, pues pueden servir para el repago de un crédito vicioso chino. Si bien ello ciertamente supondría un ahorro para Estados Unidos y los demás países que más aportan a estos entes, tales medidas pudieran dejar a los deudores de China más a la merced de Pekín. Entonces, aunque esa no haya sido la intención inicial de los préstamos, sí pudiera aumentar considerablemente la influencia china en aquellas naciones.
Un "no" solitario
¿Y acaso no puede ocurrir lo contrario? ¿Las condiciones onerosas de la cancelación de la deuda con China no pudieran acaso generar molestias entre los deudores con el gigante asiático? Después de todo, no se trata solo de la poca transparencia. Tal como sostiene el artículo de Foreign Affairs, la mala calidad de algunas infraestructuras construidas bajo la iniciativa, así como la preferencia por trabajadores chinos por encima de la población local, han creado descontento.
Llamativamente, Italia manifestó en julio su intención de abandonar la Iniciativa de la Franja y la Ruta. Sin embargo, esta decisión parece obedecer más a criterios ideológicos y geopolíticos de la primera ministra Giorgia Meloni. La jefe del gobierno italiano tiene un historial de críticas a China, muy en sintonía con otros representantes del populismo conservador occidental (verbigracia, en el Partido Republicano de EE.UU.).
Meloni, además, ha tratado de posicionarse como una gran aliada de Estados Unidos en su rivalidad con Rusia y China. En Washington hay interés en que Italia, único país del Grupo de los 7 en haber suscrito acuerdos con China para ingresar a la Iniciativa de la Franja y la Ruta, no renueve el trato.
Italia estaba en recesión cuando en 2019, entonces gobernada por el primer ministro Giuseppe Conti, ingresó a la iniciativa esperando obtener un respiro. Su sucesora considera que pueden prescindir de eso. Pero este caso italiano por los momentos parece ser único. Para otros países, más pobres y menos importantes para Estados Unidos (quien más influye en el FMI y otros prestamistas multilaterales), pudiera ser más difícil.