¿Tiene en su cartera una tarjeta de crédito con la marca de una aerolínea? Si es así, sus visitas diarias a Starbucks, sus selecciones de iTunes y sus hábitos en materia de restaurantes desempeñan un papel fundamental en mantener satisfecho al sector aéreo estadounidense.
Para los operadores como American Airlines que viajan en el plástico de Citigroup Inc., o Delta en American Express Co., estos programas son una vaca lechera, una gallina de los huevos de oro, o cualquier otro ganado fiscal que se le ocurra evocar. Cada milla le significa a una aerolínea entre 1,5 centavos y 2,5 centavos de dólar, y los grandes bancos acumulan miles de millones de esas millas, distribuyéndolas cada mes a los titulares de las tarjetas.
Para los bancos, las personas que pagan cuotas anuales por esas tarjetas para acumular millas son lo más parecido a una apuesta segura. Estos consumidores suelen tener ingresos superiores a la media y gastan más en sus tarjetas, lo que genera comisiones de los comerciantes para los bancos. También tienden a mantener altas calificaciones crediticias, lo que significa que pagan sus facturas puntualmente y los bancos experimentan menos impagos.
El negocio de las millas aéreas, formalmente conocido como programas de fidelidad, se ha convertido en una empresa con márgenes altos que crece en tamaño y valor en medio de la consolidación de las aerolíneas en la medida que a los operadores les interesa expandir los lanzamientos de tarjetas de crédito y ver gastar más a los miembros de estos programas. Este año, Alaska Airlines comenzó a atar un pequeño porcentaje de la remuneración por desempeño de sus 19.000 empleados al crecimiento de mercado de su tarjeta con Bank of America Corp.
Los inversores no han apreciado la importancia de estos programas para la rentabilidad de las aerolíneas a raíz de la estabilidad que trajo la consolidación, dijo Joseph DeNardi, analista sénior de aerolíneas en Stifel Financial Corp. en Baltimore. Desde agosto, ha emitido un flujo constante de notas a clientes argumentando que el mercado ha infravalorado a las cinco aerolíneas más grandes.
DeNardi ha explicado en reiteradas ocasiones que los inversores tienen poca idea de los miles de millones de dólares que los grandes bancos pagan por estas afiliaciones. En cada llamada o conferencia de inversores de la aerolínea, DeNardi incita firmemente a los ejecutivos a dar una mayor información detallada.
En muchos sentidos, las tres grandes aerolíneas estadounidenses se han organizado en dos negocios distintos. Existe la actividad tradicional –-la correspondiente a los aviones– que consiste en fijar el mayor precio posible para los asientos, recaudar una tarifa de equipaje y vender algunos alimentos y bebidas prestando mucha atención a los costos. El otro negocio es la venta de millas –principalmente a los grandes bancos, pero también a empresas que van desde firmas de alquiler de coches a hoteles y vendedores de revistas.
Este último se ha expandido tanto que representa más de la mitad de los beneficios para algunas aerolíneas, entre ellas American Airlines Group Inc., la más grande del mundo.
"Las aerolíneas están ganando más del 50 por ciento de los ingresos por vender millas a una compañía de tarjetas de crédito, lo que nos parece un gran negocio", escribió DeNardi el 20 de marzo, al tiempo que aumentó sus precios meta para American y United Continental Holdings Inc. en US$30, elevó US$15 su perspectiva para Southwest Airlines Inc. y añadió US$10 a las acciones de Delta Air Lines Inc.
Mencionó la probabilidad de que las aerolíneas comiencen a divulgar más información en los próximos uno o dos años. Stifel también mejoró hasta US$145 el precio meta de las acciones para la sociedad matriz de Alaska Airlines. DeNardi sostiene que una mayor transparencia sobre los planes de fidelidad también presionaría a los ejecutivos de aerolíneas para que mejoren aún más los beneficios de su actividad principal –es decir, volar.
Vía: El Comercio