Las elecciones generales de este domingo en España cierran sin un desenlace claro. Si bien el centroderechista Partido Popular (PP) fue el más votado, el gobierno de Pedro Sánchez tuvo un desempeño mejor del esperado. Ahora ambos grupos deberán competir en negociaciones con otras organizaciones. Serán estas negociaciones las que decidan el próximo gobierno.
El Político
Con el 98% del voto escrutado, ninguno de los partidos alcanzó el mínimo de 175 escaños necesario para gobernar. Cabe recordar que España, a diferencia de Estados Unidos, es un régimen parlamentario. Ello significa que el presidente, que en realidad es una especie de primer ministro, requiere del visto bueno del parlamento para gobernar.
El PP encabeza el reparto de curules, con 136. Le sigue el centroizquierdista Partido Socialista Obrero Español, que dirige Sánchez, con 122. En el tercer lugar está el ultraconservador Vox, con 33. La plataforma de extrema izquierda Sumar, socia minoritaria de Sánchez en el gobierno, obtuvo 31.
Desde un principio estaba previsto que el PP, que estaba a la vanguardia en los sondeos de intención de voto, no consiguiera la mayoría absoluta para gobernar en solitario. Pero si sus curules y los de Vox totalizaban el mínimo requerido, podían formar un ejecutivo de coalición, poniendo así fin a la era de Sánchez.
Esa posibilidad se ha esfumado. El PP y Vox tendrían que buscarse un tercer socio, o al menos a un partido con pocos curules que se abstenga de votar en contra de su propuesta de gobierno. Bastante difícil, pues tendrían que concretar ese trato con uno o varios de los partidos regionalistas o separatistas que hacen vida en el País Vasco y Cataluña. Precisamente esos partidos son los enemigos jurados de la derecha española que el PP y Vox encarnan, pues ambos han hecho de la unidad nacional una de sus banderas.
Para el PSOE de Sánchez, eso es mucho más fácil. De hecho, la coalición oficialista se ha mantenido gracias a acuerdos con los regionalistas y separatistas. Pero no necesariamente Sánchez las tiene todas consigo. Los autonomistas en las regiones podrían exigir, a cambio de su respaldo, concesiones muy difíciles de satisfacer.
Si nadie logra ponerse de acuerdo, las elecciones pudieran repetirse, hasta que un partido o bloque tenga las cifras para formar gobierno.