Efraim Vegas, un médico residente del Hospital Periférico de Coche, localizado en el oeste de Caracas, pide a los pacientes comprar las gasas, los antibióticos y otros medicamentos necesarios para el tratamiento: “Trabajamos como en un país en guerra”.
En la sala de hospitalización de traumatología los enfermos ruegan ser atendidos. Los médicos hacen una selección rigurosa de los casos en emergencia porque es sábado y los fines de semana no trabaja todo el personal. Vegas ha elegido a Argenis Peña, un hombre con una profunda herida en la pierna, para hacerle una cura. El resto, otra docena de pacientes, debe aguardar en cama hasta el lunes. Luis Uzcátegui, un policía jubilado con artrosis en la cadera, dice estar resignado a estar postrado: “Llevo cuatro meses así, porque me operaron y la herida se infectó en el quirófano. Todo empeoró”.
En el Periférico de Coche no solo faltan insumos médicos. Las cubetas con agua son almacenadas en los sanitarios entre el miércoles y el domingo porque esos días se restringe el servicio. Las condiciones son similares en otros hospitales de Caracas. En 2015, el presidente Nicolás Maduro prometió una cura para el colapso: “Todos los hospitales los vamos a recuperar y los vamos a poner al nivel más alto que deben tener”. Pero los centros de salud dependientes del Estado desfallecen cada día ante una suma de azares.
Venezuela ha pasado en 17 años de la bonanza petrolera a un estrepitoso descenso en sus ingresos producto de la caída de los precios del crudo. Su economía ahora es considerada por el Fondo Monetario Internacional (FMI)como la peor del mundo. El derrumbe financiero ha influido en las limitaciones para las importaciones de medicamentos e insumos en los centros de salud.
En el stock del Hospital Periférico de Coche solo hay un par de botellas con solución fisiológica y cuatro cajas con medicamentos. El resto está vacío, es una estantería desolada. La Federación Médica de Venezuela calcula que el déficit de insumos en los hospitales alcanza un 95%, mientras que el Gobierno señala que existen fallas puntuales.
La situación puede ser más dramática fuera de Caracas. Carmen Maita, una mujer de pequeña estatura y de 42 años, ha llegado al Hospital José María Vargas, en el oeste de Caracas, con una mano apuñada al vientre, encorvada y clamando ser atendida en la sala de emergencias. Hace tres días sufrió un aborto espontáneo, justo después de conocer que su esposo fue asesinado en Valencia, la capital del Estado de Carabobo (centro de Venezuela), por un ladrón de coches. “Tenía tres meses de embarazo, pero la noticia de la muerte de mi esposo me produjo la pérdida del bebé. Fui a todos los hospitales de Valencia, pero en ninguno me atendieron porque no tenían insumos para curarme y yo tampoco tengo dinero para comprarlos. Por eso, vine a Caracas", cuenta la mujer, que explica que ha dejado a sus dos hijos con una vecina. Pero esa noche de viernes son atendidos otros casos de mayor gravedad en el hospital y el turno de Carmen se extiende por más de cuatro horas.
Teodoro Pérez, un médico internista del hospital Vargas, hace un recuento del déficit: “No tenemos mascarillas ni gotas para nebulizar a los enfermos con asma, los antibióticos son pocos y tampoco contamos con reactivos para hacer exámenes de sangre. Ni siquiera hay tubos para depositar las muestras de sangre necesarias para los análisis en los laboratorios. Muchas veces he sacado dinero de mi bolsillo para ayudar a los pacientes en la compra de insumos”. Maita, la mujer viuda y desempleada, ha podido comprar dos tubos gracias a la colaboración de dos trabajadores del centro de salud. Pero el dinero no alcanza siempre para donaciones. En un hospital, el salario de un médico promedio es menor a dos euros por día (calculado en el mercado paralelo).
La oposición pide ayuda internacional, pero el Gobierno ha impedido cualquier intervención foránea. En junio, el Supremo —controlado por el chavismo— anuló la ley especial para atender la crisis de salud que había aprobado la mayoría opositora de la Asamblea Nacional de Venezuela.
Mortalidad de recién nacidos
Los médicos de la Maternidad Concepción Palacios, la principal de Venezuela, protestaron el pasado lunes por el deterioro del servicio. Tras forcejeos con milicianos, los doctores han permitido a los periodistas entrar al hospital para mostrar las condiciones de trabajo: equipos inservibles, sanitarios sin agua ni electricidad, escasez de alimentos, instalaciones deterioradas, falta de insumos para tratamientos médicos y testimonios de pacientes sobre el colapso.
Los doctores afirman que esta crisis ha ocasionado la muerte de 166 recién nacidos en ese hospital caraqueño entre enero y julio. El número casi duplica al del año pasado: 94 en el mismo centro de salud.
La tasa de mortalidad entre recién nacidos ha aumentado de 0,02% en 2012 a un 2,01% en 2015 en Venezuela. El año pasado hubo 4.903 muertes de neonatos sobre un total de 243.638 nacimientos, según el informe gubernamental Memoria y Cuenta del Ministerio para la Salud.
Este país sudamericano no sólo ha experimentado un incremento de más de 100% en la mortalidad de los recién nacidos en los hospitales. Vegas dice que las muertes por la crisis es un número incalculable. Este médico traumatólogo recuerda que en noviembre presenció con impotencia la agonía de un adolescente que llegó al Hospital Periférico de Coche con un tiro de escopeta en la pierna: “La bala había perforado su arteria femoral y él estaba a punto de entrar en shock. Gritaba que lo anestesiaran. Pedí solución para hidratarlo, analgésicos y hasta sangre para una transfusión, pero no había nada. Solo le pude hacer un torniquete y colocarle algo de morfina para que aguantara el dolor mientras lo trasladaban a otro hospital. Muchas veces pienso que pudo salvarse, pero no llegó vivo ni a la esquina”.
Con información de El País