El próximo mes cumplirá un año de la invasión rusa de Ucrania. Pocos pensaron en febrero de 2022 que la guerra se prolongaría tanto. La expectativa generalizada era que toda Ucrania cayera rápido, ante un enemigo con unas Fuerzas Armadas mucho más poderosas.
Alejandro Armas/El Político
Sin embargo, la nación invadida demostró ser un hueso durísimo de roer para el presidente ruso, Vladimir Putin. Eso se debe en buena medida a que el empeño de los ucranianos en defender su independencia de Moscú fue mucho mayor que lo esperado. Pero también se debe al apoyo financiero y a la provisión de armas por varios gobiernos aliados de Kiev.
Recientemente trascendió que las fuerzas ucranianas y su principal aliado estarían tan optimistas sobre el futuro de la guerra, que contemplan una ofensiva que daría un giro fuerte al conflicto. Pero al mismo tiempo, hay divisiones importantes dentro de la alianza de gobiernos amigos de Ucrania. Y es precisamente por el aprovisionamiento de armas que han permitido a los ucranianos realizar proezas bélicas. Veamos.
Cuenta pendiente
Lo primero que hay que recordar es que la Península de Crimea, una región estratégicamente clave en el sur de Ucrania, está ocupada por Rusia desde 2014. Ocho años antes de que empezara la guerra entre ambos países. Sin embargo, su anexión por Moscú es considerada ilegal por buena parte de la comunidad internacional democrática.
Ucrania siempre ha aspirado a retomar ese territorio. Desde que empezó la guerra, Crimea ha sido un punto clave en la logística de los ataques rusos al resto del territorio ucraniano. Por ello, el gobierno de Volodimir Zelensky insiste en que la vulneración de las posiciones rusas allí es esencial, y pide ayuda a sus aliados con dicho fin.
Aunque por meses la reacción en esta y otras capitales ha sido adversa a la idea, Washington estaría contemplándolo ahora, según reporta The New York Times. La idea no sería proveer a Ucrania del armamento para arrebatarle a Rusia el territorio que a su vez esta le arrebató hace nueve años. Pero sí para debilitar las posiciones rusas en la península, al punto de que le sea más difícil lanzar de ataques desde ahí. Y para que Ucrania tenga mayor poder en cualquier hipotética negociación para poner fin a las hostilidades.
A diferencia de otras zonas de Ucrania ocupadas por Moscú, Crimea sí cuenta con una mayoría demográfica rusa. De ahí que la región tenga una importancia simbólica para Putin, quien presenta su captura como uno de sus mayores logros, y para parte importante de la ciudadanía rusa. Un ataque a Crimea con armas occidentales por ello garena temores de que Moscú responda con tácticas más agresivas, incluyendo armas nucleares.
Esos temores sin embargo se han reducido recientemente. Quizá porque el año pasado Putin ordenó la anexión a Rusia de cuatro otras regiones ucranianas ocupadas parcialmente por tropas rusas. Ucrania, no obstante, mantuvo sus ofensivas en ellas y hasta recuperó territorio. Aunque a los ojos del Kremlin eso fue “atacar territorio ruso”, no hubo una escalada significativa.
Trapitos sucios lavados en público
Pero mientras todo esto trascendió, igualmente se hicieron explícitas ciertas desavenencias en la coalición de democracias europeas y americanas que respaldan a Ucrania. Como en otras ocasiones, los “peros” vinieron de Alemania, país que desde el principio de la guerra es uno de los más reacios a medidas que puedan propiciar una escalada bélica.
Berlín se negaba a despachar sus tanques Leopard a Ucrania. También a permitir que otros países a los que les vendió esos tanques los envíen (un requisito legal).
Los titubeos generaron discrepancias con Washington. El gobierno alemán puso como condición para el envío de sus tanques que EE.UU., haga otro tanto con los suyos, de modelo Abram. El Pentágono se negó inicialmente, alegando que no son los mejores para las operaciones ucranianas. Sin embargo, esta semana se conoció que Estados Unidos está en proceso de aprobar el envío de los tanques. Así que Alemania también cedió y confirmó que enviará los suyos.
Esta discordia, de todos modos, es una debilidad para Kiev. Sobre todo al darse en público, considerando la moral de las tropas ucranianas. Si Ucrania y Estados Unidos realmente aspiran a acciones audaces y arriesgadas, necesitarán resolver cualquier disputa importante entre los aliados.