En enero de este año, Estados Unidos alcanzó el techo de su deuda. Este hecho, siempre de engorrosa explicación, pone al gobierno de la mayor economía del mundo en riesgo de caer en cesación de pagos, lo que a su vez podría desatar una crisis financiera global.
Alejandro Armas/El Político
Para evitar esto, el Congreso debe autorizar un alzamiento del techo de la deuda. Cabría esperar que los republicanos, que controlan la cámara baja, y los demócratas, que controlan la alta, den prioridad al asunto y acuerden rápidamente acometer la medida. Pero, aunque desde enero el Departamento del Tesoro advirtió que solo podrá evitar un default por unos meses, la legislatura no ha actuado en consecuencia.
Este lunes, la secretaria del Tesoro, Janet Yellen, advirtió que el tiempo se acaba. Las maniobras contables a las que recurrió su despacho para mantener a raya un impago pudieran durar solo un mes más. ¿Por qué los partidos no solucionan este entuerto tan peligroso? ¿Ahora sí procederán? Veamos.
Otra vez la polarización
La mayoría republicana en la Cámara de Representantes exige al gobierno de Joe Biden que haga recortes sustanciales en el gasto público antes de aprobar un levantamiento en el techo de la deuda. Pero los demócratas señalan que tales recortes son inaceptables, pues supondrían un retroceso injusto en las políticas de ayuda social.
En el ambiente actual de polarización fortísima en Estados Unidos, ambos partidos tienen muy pocos incentivos para hacer concesiones al rival. Temen que sus respectivos votantes lo vean como una traición. Tal fenómeno alcanza incluso los procesos del Estado más complejos, técnicos y, por lo tanto, de menor interés para el ciudadano promedio. Uno de ellos es la cantidad de dinero que el gobierno pueda pedir prestado.
No es la primera vez que ocurre. Durante el gobierno de Barack Obama, los republicanos (como hoy, entonces en mayoría en la cámara baja) chocaron con la Casa Blanca por el techo de la deuda. Justo antes de que se produjera un default, ambas partes llegaron a un acuerdo que incluyó cierta reducción del gasto público.
Pero ahora, ambos partidos están menos dispuestos que antes a comprometerse de esa forma. Una minoría muy radical del Partido Republicano ejerce gran influencia en la bancada parlamentaria por la necesidad de cohesión partidista (la diferencia con los demócratas en el reparto de curules es mínima). Por su parte, los demócratas lucen más dispuestos a dar pelea y a no ceder ante la disposición de los republicanos a usar el techo de la deuda como elemento para hacerlos retroceder en sus planes.
Gran incertidumbre
Ante la advertencia del Departamento del Tesoro, la Casa Blanca convocó a los líderes partidistas de ambas cámaras del Congreso a una reunión para discutir el tema. Será la próxima semana. Tal vez nadie desempeñe un papel tan importante en este conflicto como el presidente de la Cámara de Representantes, el republicano Kevin McCarthy. Es él quien tiene el mayor margen de maniobra para negociar un acuerdo con Biden.
La semana pasada, McCarthy logró mantener a su partido unido como para aprobar una propuesta de levantamiento del techo de la deuda. Eso cambio de las condiciones fiscales que exigen los republicanos. La mayoría demócrata en el Senado la rechaza, pero eso no es lo importante.
Luego de que la facción republicana más radical bloqueara por semanas, a principios de año, la selección de McCarthy como presidente de la cámara, había dudas sobre su capacidad para hacer que bancada pueda actuar cohesionada. Sobre todo con un tema tan espinoso como el techo de la deuda. De no haber conseguido los votos para su propuesta en la materia, McCarthy habría quedado reducido a un líder débil. Poco apto para negociar con los demócratas un acuerdo que sí tenga aprobación bipartidista.
Esta es entonces, una primera buena señal. Pero no está claro si habrá un acuerdo con aprobación bipartidista a tiempo. O si los republicanos extremistas solo aprobaron la propuesta de McCarthy porque sabían que los demócratas la repudiarían, en cuyo caso no hay garantía de que votarán igual por un planteamiento negociado. Incógnitas que han de despejarse más temprano que tarde.