Por primera vez desde la reforma constitucional que la convirtió en una república presidencialista, Turquía tendrá una segunda vuelta electoral. Ese es el desenlace de una jornada comicial tensa, en la que ni el presidente Recep Tayip Erdogan ni su principal contrincante, Kemal Kiliçdaroglu, alcanzaron el mínimo necesario para ganar en primera ronda.
Alejandro Armas/El Político
Debido al debilitamiento de varias instituciones democráticas bajo los 20 años de hegemonía de Erdogan en la política turca, hay mucho en juego en la nación eurasiática. Seis partidos opositores se unieron en torno a la candidatura de Kiliçdaroglu, logrando así el mejor resultado para las fuerzas disidentes en una elección presidencial. Pero al mismo tiempo Erdogan mostró que retiene una base de apoyo duro, por lo que pudiera prevalecer de nuevo.
¿Qué sigue ahora? ¿Qué nos dicen los resultados de la primera vuelta? Veamos.
Una división cultural
Al final de la noche, con casi todos los votos contados, el conservador Erdogan quedó de primero con 49,5% del sufragio. Le sigue Kiliçdaroglu, un socialdemócrata, con 44,9%. En un notable tercer lugar terminó Sigan Ogan, líder de un movimiento ultranacionalista, con 5,7%. Aunque la participación en elecciones turcas suele ser alta, el que casi 90% de los votantes acudiera a las urnas ayer muestra la importancia que el público da a este evento en particular.
Aunque era de esperarse un desenlace reñido, la durabilidad de Erdogan es algo sorprendente. Sobre todo por el mal desempeño que ha tenido la economía turca en años recientes, marcado por una desvaluación abrumadora de la moneda local, la lira. Esto no parece haber tenido el efecto devastador para el oficialismo que algunos esperaban.
Más énfasis habría en asuntos en los cuales la población turca está dividida en partes más o menos iguales. Erdogan es en tal sentido el defensor de políticas nacionalistas y conservadoras, desde una perspectiva islámica. Sus detractores amalgaman posiciones más seculares y abiertas a la integración con Europa, que el gobierno desatendió para enfocarse en el papel de potencia regional en el Medio Oriente.
Las partes de esta dicotomía predominan respectivamente en zonas rurales y en grandes ciudades como Estambul, Izmir y Ankara. En efecto, Erdogan se impuso en las primeras, mientras que las urbes se inclinaron por Kiliçdaroglu. Pero además, el Presidente cuenta con amplias reglas de clientelismo en esas mismas zonas rurales y empobrecidas, que pudieron mitigar el descontento por la economía. De hecho, Erdogan ganó en las zonas afectadas por terremoto fuerte a principios de este año, muy a pesar de las críticas duras por su manejo de la situación y la poca preparación que había para una calamidad natural.
Cuesta arriba para la oposición
De manera que, aunque una segunda vuelta siempre fue el escenario más probable, Erdogan se dirige a ella con más impulso de lo esperado. Además, el factor decisivo luce favorable a él. Se trata del casi 6% que votó en la primera ronda por Ogan. Ese electorado radicalmente nacionalista y muy conservador es en todo caso más cercano a las posturas de Erdogan que a las de Kiliçdaroglu.
Además, el tiempo corre en contra del retador. El balotaje será en apenas dos semanas. Es muy poco tiempo para convencer a muchas más personas que las que ya votaron por él en la primera vuelta.
Hablamos, además, de Turquía, donde las elecciones no son del todo justas. Los medios del Estado son abiertamente favorables al Presidente, a quien dan amplia cobertura mientras que minimizan la del rival. Además, el gobierno ha estado aumentando el gasto público en un esfuerzo por disimular los efectos de la inflación, entre otras cosas aumentando los salarios de empleados públicos.
De todas formas, no es que Kiliçdaroglu ya esté derrotado de entrada. A veces, los votos en una primera vuelta que no van para el primer lugar ni para el segundo se distribuyen en el balotaje de forma inesperada. Pero lo cierto es que, pese a sus avances, la oposición lo tiene cuesta arriba.