La invasión rusa de Ucrania mostró a las democracias del mundo cuán ambicioso es el expansionismo autoritario. La defensa del orden liberal en el mundo no será tan fácil como se pensó al final de la Guerra Fría.
Las democracias, sobre todo las de Europa y Norteamérica, encontraron un nuevo motivo para fortalecer la cooperación entre ellas. Su principal alianza en materia de seguridad es la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Pero en el seno de esa organización hay más de una nota discordante con respecto al ethos de defensa de la democracia.
Al menos tres miembros de la OTAN han experimentado en años reciente un retroceso importante en sus cualidades de democracia. Se trata de Turquía, Polonia y Hungría. ¿Cómo pueden sus socios lidiar con esta inconsistencia?
Puños que se endurecen
De todos estos casos, el más grave es el de Turquía. Ya este país se está volviendo una piedra en el zapato para la OTAN. Es el único que rechaza la admisión de Finlandia y Suecia, dos naciones otrora neutrales que ahora buscan unirse como blindaje contra una Rusia cada vez más agresiva.
Pero en realidad, Turquía lleva tiempo siendo un integrante incómodo, por el socavamiento de la democracia a manos del presidente Recep Tayip Erdogan. Su gobierno ejerce una influencia indebida sobre el poder judicial y ha recortado considerablemente la libertad de prensa. Es el único integrante de la alianza al que el Índice de Democracia de The Economist no califica como democracia.
Mientras, en Hungría el primer ministro Viktor Orbán se asegura de tener cobertura favorable mediante la adquisición turbia de los principales medios del país por sus aliados. También manipuló la distribución de distritos parlamentarios para asegurar a su partido una mayoría en la legislatura. En menor medida, el gobierno polaco controlado por el partido Ley y Justicia ha tomado medidas similares.
Complicaciones
En los cenáculos de Washington, hay quienes proponen que a la OTAN le conviene expulsar a Turquía. Pero no es tan sencillo. El país que Erdogan gobierna ocupa una posición geoestratégica clave entre Europa y el Medio Oriente. Es un país donde operan bases militares estadounidenses.
Si el principal objetivo de la OTAN es frenar el expansionismo del Kremlin, difícilmente pudiera darse el lujo de excluir a Turquía. Ello pudiera hacer que Erdogan se mueva hacia la órbita de Vladimir Putin y brindarle al presidente ruso influencia en la zona clave que Turquía ocupa.
Y si bien no hay de momento causas por la expulsión de Polonia y Hungría, se pudiera argumentar algo parecido con respecto contra ese hipotético escenario. Hungría, cuyo gobierno hasta cierto simpatiza con Putin, se ha opuesto a algunas de las sanciones de la Unión Europea a Rusia por razones de dependencia energética.
Polonia, en cambio, ha sido de los mayores propulsores de las medidas contra el Kremlin y de apoyo a Ucrania. Tal vez más por rivalidades históricas con Rusia que por convicciones democráticas, pero eso es harina de otro costal.
¿Tolerar a los intolerantes?
Entonces, ¿qué puede hacer la OTAN? Probablemente no le quede más remedio que tolerar tendencias autoritarias en un seno. Sería una resurrección de las tesis de Jeane Kirkpatrick, asesora de política exterior del gobierno de Ronald Reagan en Estados Unidos.
Esta tesis básicamente sostenía que era válido para Washington apoyar regímenes autoritarios, o al menos entenderse con ellos, si se alinean con intereses norteamericanos. La expectativa es que poco a poco se democraticen siguiendo el ejemplo de sus socios. China y la propia Rusia, luego de integrarse al mundo globalizado, demostraron que tal democratización no necesariamente ocurre.
Aún así, las democracias pudieran argumentar que no tienen alternativa, dado que Rusia es una amenaza mucho mayor. Sobre todo porque ninguno de los integrantes problemáticos de la OTAN es, de momento, tan autoritario como Rusia.
En todo caso, no sería la primera vez que la OTAN tenga miembros no democráticos. La dictadura de António de Oliveira Salazar, en Portugal, fue un miembro fundador. Asimismo, Grecia y la misma Turquía no fueron expulsadas luego de golpes militares en 1967 y 1980, respectivamente. Tiempos de Guerra Fría, con sus motivaciones peculiares, fueron los que favorecieron la doctrina Kirkpatrick. No en balde hoy en día se habla de una segunda Guerra Fría.