En la última emisión de esta columna, se juzgó que el intercambio de prisioneros entre Estados Unidos y Venezuela no propiciaría un acercamiento entre ambos países. Que el statu quo de relaciones bastante amargas seguiría, a menos que otra eventualidad la altere.
Alejandro Armas/El Político
Esa otra eventualidad tal vez ya llegó. Este miércoles, The Wall Street Journal reportó que muy pronto Washington pudiera aliviar las sanciones a la industria petrolera venezolana. A cambio, el chavismo tendría que reanudar el diálogo con la oposición. Al día siguiente, no obstante, el presidente estadounidense Joe Biden afirmó que el régimen de Nicolás Maduro tendría que “hacer mucho” para que el alivio se concrete.
Pero como en política lo que se dice no siempre es lo que se hace, asumamos por un momento que las medidas punitivas de EE.UU. si son suavizadas en los próximos días. ¿Qué pasaría entonces? Veamos.
El dilema
Las sanciones de Estados Unidos son solo un medio. No un fin. Su objetivo es forzar al régimen chavista a que negocie una transición democrática con sus detractores. En varias oportunidades, la Casa Blanca ofreció retirar las sanciones si el gobierno venezolano se mueve en esa dirección. Sin embargo, el chavismo argumenta que no negociará “con una pistola en la sien” y exige el fin de las sanciones como requisito previo.
Surge entonces la complicación de cuál parte debe ceder primero. Para un observador tercero, como quien escribe estas líneas, una evaluación del problema arroja el siguiente resultado: si las negociaciones han de ser fructíferas, es el gobierno de Maduro el que debería tener los primeros gestos significativos. Después de todo, es la parte que ejerce el poder con exclusividad en Venezuela, el país en cuestión.
En los casi cuatro años de sanciones a la industria petrolera venezolana, principal fuente de ingresos para el régimen, este ha sabido eludirlas lo suficiente como para que no sean un peligro existencial, aunque le incomoden mucho. Mientras tanto, no se ha movido en una dirección más democrática. La presión no ha sido suficiente.
Por lo tanto, cabe esperar que, con menos presión aun, el chavismo tampoco haga concesiones que comprometan su hegemonía. Si Estados Unidos suaviza las sanciones, tal vez se reanude el diálogo de la oposición, pero con poca probabilidad de que produzca reformas democráticas. Más bien, el gobierno usaría los recursos obtenidos de ese alivio de las sanciones para mantener su aparato hegemónico.
Otras motivaciones
Puede que en Estados Unidos entiendan todo esto a la perfección. ¿Por qué entonces se reducirían las sanciones sin ninguna garantía, o expectativa fuerte siquiera, de algo a cambio? Tal vez por cansancio con el problema venezolano, en un contexto en el que la presión externa no ha sido complementada con presión interna necesaria (en forma de movilización ciudadana dentro de Venezuela, por ejemplo).
O tal vez sea por necesidades energéticas. Se acerca el invierno en el Hemisferio Norte, cuando se hará sentir de forma especialmente fuerte el efecto de la reducción en el suministro de petróleo y gas rusos debido a la guerra en Ucrania. Estados Unidos y sus aliados europeos han estado buscando fuentes alternas de combustible para aminorar los precios.
Téngase en cuenta entonces que, según el artículo de The Wall Street Journal, la propuesta específica de Washington sería permitir a la petrolera Chevron volver a extraer crudo venezolano.
Ahora bien, la industria petrolera venezolana se encuentra en un estado paupérrimo, y es incapaz de bombear siquiera un millón de barriles diarios. Incluso con el fin de las sanciones, tomaría años y miles de millones de dólares en inversión para que Venezuela pueda aportar tanto petróleo, que incida en los precios internacionales. Pero con un conflicto en Ucrania de duración incierta y un deseo de las democracias occidentales de romper con la dependencia del crudo ruso, quizá no les importe apostarle a Venezuela en el largo plazo… Aunque la causa democrática local salga perdiendo.