La semana por concluir arrancó poniendo pelos de punta a lo largo y ancho del mundo. Mientras proseguía la guerra entre Ucrania y Rusia, y Serbia y Kosovo estuvieron al borde de otro conflicto armado, el roce entre China y Estados Unidos llegó a un nuevo pico.
Alejandro Armas/El Político
La dictadura de Xi Jinping se enfureció con Washington por la visita prevista de la presidente de la Casa de Representantes de Estados Unidos, Nancy Pelosi, a Taiwán. China considera la presencia en la isla de altos funcionarios de su mayor rival geopolítico como una afronta a su reclamo sobre la misma. En el gobierno de Joe Biden hubo temores sobre una reacción china al viaje de Pelosi que desatara una conflagración militar.
Pero finalmente Pelosi acudió a Taiwán, se retrató con sus autoridades, dio discursos y partió. Pekín efectivamente reaccionó con medidas que exponen su indignación, pero sin que la cosa pasara a mayores. ¿Significa eso que China es un “tigre de papel”, como irónicamente llamó Mao Zedong a Estados Unidos durante la Guerra Fría? ¿Es incapaz de retomar el control de Taiwán? Veamos.
Cautos pero molestos
Hasta ahora, la respuesta de China a la visita de Pelosi en Taiwán es tal que las probabilidades de que produzca la temida guerra son muy pocas. Sanciones contra la economía taiwanesa, medidas punitivas individuales contra Pelosi y su entorno en cuanto a acceso a China y, lo más importante, ejercicios militares.
Pero aunque nada de esto represente una declaración informal de guerra, sí indica una disposición de Pekín de ir más lejos en su pretensión sobre Taiwán. Más que buscar una revancha con EE.UU., se está enfocando en la isla, tratando de castigarla e intimidarla.
Las restricciones económicas pueden tener implicaciones severas. Pese a la animosidad política extrema, China es el principal socio comercial de Taiwán. La prohibición sobre la exportación de arena, por ejemplo, puede incidir en la producción de microchips, de los cuales la isla es una potencia exportadora.
Los ejercicios militares se realizan en aguas alrededor de todo Taiwán, dando la impresión de un asedio simulado. No habrá un ataque real, pero al operar tan cerca de la isla, pudiera ocurrir un accidente que genere un conflicto verdadero. China decidió correr ese riesgo.
Ojo con el ‘timing’
Pero, ¿por qué el régimen del Partido Comunista Chino no optó por una acción más contundente, como temió no poca gente hasta en Washington? Lo más probable es que no se sienta preparada todavía para un conflicto directo con EE.UU. por Taiwán. O que vea este preciso momento como inconviente.
Después de todo, en octubre se llevará el congreso del partido, en el cual Xi espera obtener un tercer mandato como líder máximo de China. Ello consolidaría su posición como el gobernante chino más poderoso desde Mao.
Si la situación del país permanece estable, Xi tiene ese objetivo prácticamente asegurado. Así que, ¿para qué arriesgarse con un conflicto del que no se puede predecir ningún desenlace? Ni siquiera tendría que enfrentar militarmente a Estados Unidos para crear un clima lleno de inseguridad. Si China atacara Taiwán, de seguro como mínimo su economía sería severamente sancionada por EE.UU., uno de sus mayores socios comerciales. Ese daño económico comprometería la estabilidad que Xi necesita justo ahora sobre todo.
Pero una vez que Xi tenga lo que quiere, cabe preguntarse cómo procederá. Cuesta creer que, apenas termine el congreso del partido, ordenará una agresión armada a Taiwán. Pero en el largo plazo, el panorama es más incierto. Esta historia no termina, y seguirá generando tensión en el mundo.